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Mostrando las entradas de 2019

El Reten

El destartalado bus serpenteaba por la pendiente de la cordillera central en las selvas colombianas, avanzaba subiendo la cuesta en precario equilibrio desprendiendo perdigones de roca al rozar las llantas el borde del despeñadero ; los pedruscos caían dando tumbos hacia un abismo infinito. Al fondo se notaba un hilo plateado que se escondía a ratos en la espesa vegetación y en otras refulgía mostrando todo su caudal acuífero. Arriba, las altas cumbres se perdían en la neblina que poco a poco ensombrecía el paisaje dificultando la visión al avanzar. El chofer, un mulato experimentado, masticando un palillo con los pocos dientes que aun sobrevivían en pie, disminuyó el volumen del radio y comentó en voz alta que las cruces que iban viendo en el camino pintadas de rojo en la roca eran lugares por donde se había despeñado uno que otro carro al insondable abismo, -las cruces cuentan los muertos, - dijo, volviendo a subir el volumen. Los pasajeros eran casi todos campesinos o habi

15 minutos

Siempre, desde muy niña había tenido esa imagen. En un sueño recurrente, ella se veía ya mayor, parada frente a un mar azuloso. Ahora, en la cincuentena de su vida estaba ahí de pie frente a las cristalinas aguas del mar caribe en Cayo Hueso, Florida, el pelo, ya canoso revoloteaba caprichosamente por su cara tocado por la brisa marina, el olor a salitre le penetraba fuertemente al respirar, la calidez del sol calentaba sus sentidos. Adentro, muy adentro la vida le reverberaba. Había sido un viaje intempestivo, sin ninguna planificación y decidido casi que en un santiamén. Se levantó un día común y corriente en Nueva York, la mañana estaba helada, se asomó por la ventana y el monocromático gris del paisaje se le traslado a su animo. Volteó la cara y vio acostado, aun roncando, a su compañero de muchos años, se pregunto a donde había ido a parar la hoguera de la pasión de los primeros tiempos, esas brasas de fuego en que quemaban sus noches se había ido apagando con los invier

Juegos de conquista

La vi venir de frente hacia mi, caminé distraídamente para chocar con ella y poder entablar una conversación desprevenida. Era muy joven, le pedí disculpas por el tropezón y cambie mi rumbo para caminar a su lado, le pregunté donde estudiaba porque su rostro se me hacia familiar, rió y de pronto estábamos conversando. Una cuadra caminamos y ya tenia el teléfono para llamarla luego.   Una mas le dije a mis amigos que me esperaban al otro lado de la calle, éramos tres y ese era nuestro juego preferido. Ubicarnos en una intersección concurrida del centro de la ciudad y pararnos en una esquina cada uno para abordar muchachas e intentar sacarles una cita, el teléfono u otro dato que nos permitiera verlas nuevamente. Por aquella época aun estábamos en bachillerato, las hormonas se nos alborotaban mas de lo normal y salíamos cual sátiros hambrientos buscando ninfas y doncellas para saciar nuestro apetito, era divertido, a veces funcionaba y hacíamos buenas amigas, otras no; termináb

Una bruja moderna

Siempre lo he dicho y siempre lo afirmare, mi esposa es una bruja moderna, de muchos años, de muchas vidas pasadas, de conexiones ancestrales con la madre tierra. Es una sobreviviente a tantas hogueras como inquisiciones medievales existieron. Su cuerpo ha sido infinidad de veces aniquilado, mutilado pero conserva intacta su sabiduría, su conocimiento, su secretismo y su misterioso encanto. Lo supe desde que la vi por primera vez, allá en Nueva York hace mas de dos décadas, con su pelo suelto y ensortijado, rebelde como su temperamento; con su risa de cascada sonora y cristalina, y sus ojos grandes, vivaces, profundos. Cuando llegó a mi vida no sabia que yo llevaba esperándola casi media centuria, la reconocí, por mis años vividos, por las señales que su alma me daba y que su razón ignoraban, por eso ella me rechazaba, me huía, por eso la perseguí, la cacé, porque ya estaba profetizado que llegaría y que no me iba a distinguir y no podía perderla; era, según una predicció

Una siesta interrumpida

  Justo a las 12:30 se acostó como de costumbre a hacer la siesta y como de costumbre entrando en el sopor del medio día los ruidos de la calle comenzaron a importunarlo. Se dio media vuelta en la cama, se colocó una almohada en la cabeza para amortiguar los molestos ruidos. El repetitivo girar del ventilador, como un ronroneo arrullador lo fue envolviendo y se dejó llevar por el sueño. El indígena se le acercó lentamente con la bandeja de comida en sus manos, tímidamente le preguntó si podía hacerle compañía en el almuerzo. El hombre levantó la cabeza del plato y refunfuñando le dio a entender que no le importaba. El indio se sentó frente a el y comieron juntos, en silencio, sin mirarse, cada uno en su interior con sus recuerdos; el indígena en su resguardo, arriba en la montaña, selva adentro dejando volar su espíritu libremente, como el águila planeando suavemente sobre las copas de los arboles. El, rememorando sus siestas, su familia y su casa allá en el pueblo, paseando

Jugando a ser investigador privado

Le pasé el sobre con las fotos que mostraban a su esposo siendo infiel. Las revisó una por una, fotos en el carro con la amante, besándose en una cafetería, en un parque y la mas reveladora saliendo de un motel. Las depositó sobre la mesa, le temblaban las manos. Se secó un par de lagrimas que tímidamente brotaban de sus ojos. -Lo sospechaba-, me dijo. Se levantó y se dirigió al bar, sirvió dos copas de licor, volvió hacia mi y pasándome la copa me dijo: -es un trago amargo, tengo que pasarlo con algo fuerte, se sentó a mi lado y se bebió la copa de un solo jalón, se levantó nuevamente dirigiéndose hacia el bar. Tuve tiempo de observarla mientras caminaba, estaría en los 45 o mas, era alta y de piel blanca, llevaba un vestido oscuro ceñido al cuerpo que le resaltaba las curvas, sus piernas aunque un poco llenitas de carne conservaban firmeza y los glúteos uno al lado del otro se movían acompasados al caminar luciendo toda la voluptuosa redondez. Al volver hacia mi, de frente noté

Los fugitivos

Los fuertes golpes en la puerta nos despertaron. Al comienzo, en la duermevela los toques fueron parte del sueño, pero luego se fueron acrecentando hasta salirse del subconsciente y trasladare a la realidad. Quedamos sentados en la cama tratando de ubicar su procedencia; la puerta, alguien tocaba insistentemente, miramos la hora: una de la mañana. Nos pusimos los trajes y nos deslizamos hacia el corredor de entrada, abrimos y nos encontramos con dos oficiales de seguridad, jóvenes ambos. Estaban buscando un par de fugitivos y tenían razones para creer que habían entrado furtivamente a nuestra casa, solicitaban permiso para entrar y revisar. Enfundados en unos trajes a prueba de balas y acolchados, parecían mucho mas grandes y robustos de lo que realmente eran. Los acompañaban un par de mastines   de grandes cabezas con enormes fauces que olfateaban el ambiente en busca de olores. - Huelen el miedo de los fugitivos - , nos dijeron.   Se deslizaron por los pasillos, las alcobas

Mariana, la mexicana

Mariana tomó el teléfono, marcó el número de México y esperó a que cesara el repiqueteo, a que alguien al final de la linea levantara el auricular; las manos le sudaban y se ahogaba al respirar, los recuerdos se le agolpaban en la cabeza, recuerdos que ahora le revelaban la verdad, una verdad que le dolía. Alguien al otro lado contestó la llamada, -Alo, quien habla?- al instante reconoció la voz de su mama. No pudo hablar un nudo de llanto en su garganta mezclado con rabia y una cascada de recuerdos se lo impidieron. De niña, lo recordaba muy bien, solían irse de vacaciones de fin de año escolar en el verano por casi dos meses a la hacienda del tío Maximiliano, en Culiacán. Entre primos y hermanos eran un tumulto de críos de los tres añitos y los 17, mas de 15 muchachos, se acordaba ella. Siempre, infaliblemente la mama viajaba con ellos, el papa se quedaba en la capital trabajando. La calurosa bienvenida que el tío le daba a su mama la emocionaba; era un abrazo intenso, prol

La carta

Releyó la carta nuevamente, la dobló cuidadosamente y la ocultó en el fondo del armario, en un bolso viejo donde guardaba recuerdos que no le cabían en la memoria, que no quería retener pero tampoco olvidar. Quizo en un instante, en que por su mente se cruzaron los fatídicos presagios que contenía la carta, destruirla, pero se contuvo, supuso que si la quemaba estaría sellando su destino. Se casó muy joven y sin mucho amor; por compromiso, por conveniencia de los padres con un hombre mayor que por supuesto le aseguraría el futuro económico. -El amor vendrá después, le había dicho su mama, -es cuestión de costumbre, de dormir juntos y criar los hijos; le sentenció su madre al final. Así fue, pasaron los años y llegaron los hijos. El ir y venir diario con el corre corre fueron construyendo y solidificando la relación; una especie de amor, de aceptación del uno por el otro, del macho proveedor y la hembra hacendosa que mantenía la casa en orden, que educaba los hijos y adema