Entradas

Mostrando las entradas de noviembre, 2011

El clavo en la pared

La escalera quedo en precario equilibrio, mis manos trataron de aferrarse a la pared pero no alcanzaban a tocarla. Comencé a caer de espaldas al vació. Por la época en que recién salía de la bancarrota del periódico y en vista de que no conseguía como ganarme la vida, decidí aceptar un empleo en construcción, que con el turismo, son las dos fuentes de trabajo que mueven la economía del estado de la Florida. Un vecino del condominio era contratista de unas casas que se estaban construyendo en el oeste del condado de "Broward" y acepto llevarme con el para la siguiente semana, aun a sabiendas de que no tenia ningún tipo de experiencia en el trabajo que iba a realizar. Fui, con mi esposa muy contento a comprar las herramientas necesarias para comenzar a trabajar: el taladro que tenia que ser de tal marca, que fuera liviano y soportara el día entero girando y girando en las resignadas y sufridas cabezas de los tornillos, un martillo, unas tijeras grandes y fuertes que cort

Un día más no aguanto!

El silencio reino por 48 horas en la casa. No hubo regaños, se silenciaron los gritos y la imperativa voz llamando al orden de mi esposa: "Mateo y Lucas apaguen el televisor!, recojan esto!, recojan lo otro!, no jueguen y hagan las tareas!, dejen esa perra quieta!, tomense la sopa!, a bañarse!, cepillense los dientes y a dormir!, "LES HABLE, NO OYERON!". Yendo camino para la casa me envió un texto diciendome que se había quedado sin voz, por una laringitis aguda, que necesitaba reposo y tranquilidad. Después de colgar el teléfono pensé, no tendremos el estrés ni el corre corre de las tardes en casa con los muchachos y sus tareas, pues la mama no puede hablar. Lo primero que haré, soñaba ingenuamente, será destapar una botella de vino, escoger un buen libro y con música suave relajarme con una buena lectura hasta la hora de acostarme. Llegue a casa dispuesto a poner en marcha mis relajantes planes no sin antes abrazar a mi esposa, acostarla y prodigarle las a

De jovenes, la muerte siempre es cosa de otros

Después de los cincuenta cada que voy al médico o espero por algún análisis de laboratorio se me detiene el tiempo y la espera se me hace infinita, lenta, me voy muriendo de a pocos mientras llega el día del resultado. De muchachos y antes de la media centuria la muerte siempre es cosa de los demás. No nos toca su yerta mano ni su aliento fétido nos respira en la nuca. Estamos saludables, con un destino por delante en ascenso, sin limites. Miramos al horizonte y avanzamos sin que nada nos detenga, mucho menos una enfermedad, no hay por que preocuparse, estamos jóvenes, los viejos son los achacosos y enfermos. Pero la sabia naturaleza que todo lo transmuta con el paso del tiempo, no se olvida de nosotros, nos espera pacientemente. Suma año tras año nuestros onomásticos que antes celebrábamos con farras, incluyendo amanecidas cantando rancheras y ahora, simplemente con un pastel bajo en calorías acompañado de un vaso con leche descremada, desgrasada y de dudoso color transparente. El cue