Un día más no aguanto!

El silencio reino por 48 horas en la casa.
No hubo regaños, se silenciaron los gritos y la imperativa voz llamando al orden de mi esposa:
"Mateo y Lucas apaguen el televisor!,
recojan esto!, recojan lo otro!,
no jueguen y hagan las tareas!,
dejen esa perra quieta!,
tomense la sopa!,
a bañarse!,
cepillense los dientes y a dormir!,
"LES HABLE, NO OYERON!".


Yendo camino para la casa me envió un texto diciendome que se había quedado sin voz, por una laringitis aguda, que necesitaba reposo y tranquilidad. Después de colgar el teléfono pensé, no tendremos el estrés ni el corre corre de las tardes en casa con los muchachos y sus tareas, pues la mama no puede hablar. Lo primero que haré, soñaba ingenuamente, será destapar una botella de vino, escoger un buen libro y con música suave relajarme con una buena lectura hasta la hora de acostarme.

Llegue a casa dispuesto a poner en marcha mis relajantes planes no sin antes abrazar a mi esposa, acostarla y prodigarle las atenciones de enferma que requería en ese momento; aguadepanela caliente con limón y miel de abeja para la garganta, el tradicional remedio casero y sus medicinas normales.

La deje acostada y salí del cuarto, pero antes me entrego un papelito con los deberes de esa tarde con los muchachos: "Queee!", el papel era pequeño pero la lista enorme: calentarles y darles la comida y recalcaba en mayúsculas "asegurarse de que se la coman toda TODA", que recojan los platos de la mesa, que le sirvan también al comida a la perra, que se pongan a hacer las tareas, sentarlos por separado y dedicarles tiempo a cada uno, que no se levanten de sus asientos hasta que no terminen todas las tareas, leer con ellos el capitulo del libro que les mando la escuela, que se cepillen los dientes, revisarles la cepillada, asegurarse que después de cepillados los dientes no coman dulces ni galletas, que se bañen, que queden bien bañados, que cuelguen las toallas mojadas en los baños, que recojan los zapatos, las medias y toda la ropa del suelo, que recojan juguetes y los dejen acomodados, que no se acuesten en las camas sin destenderlas, no pueden ver televisión, que no griten, que no corran, que no jueguen con la perra para que no ladre y los distraiga, sacar la perra a caminar, sacar la basura a la calle que mañana pasan recogiendo y... hasta mañana mi amorcito y no te olvides de alistarles los uniformes de baseball que mañana tienen juego.

Se me crisparon los nervios, todo eso en el corto tiempo de tres horas, noooo pensé, imposible, es una labor titánica, a que horas voy  a sacar tiempo para leer, oír música y el vino. Me empequeñecí, me reduje a una insignificante hormiga enfrente de una montaña de tierra por remover.

Comencé con la cena y comenzaron los problemas; que no me gusta el pollo, que sopa no, que mas arroz, que no quiero papa, que voy al baño, que me duele el estomago, yo calmado tratando de manejar la situación en armonía. De pronto el uno se me escapa por debajo de la mesa para el baño y el otro por imitarlo riega el vaso de jugo sobre el plato de comida, me sereno, respiro profundamente, miro el reloj y no llevo ni el primer punto de la lista ni media hora de tiempo.

Logro salir de la cena triunfante y relajado. Sirviendole la comida a la perra otro alboroto, la perra ladra, salta y ellos juegan con los platos de comida y la corretean, los llamo, los regaño, los grito y por fin oyen y se encarrilan de nuevo, el estrés comienza a subirme por los pies.

Se me vienen las tareas encima, no encuentran los lápices, luego que están sin punta y el sacapuntas se extravió, aquí viene la debacle; la barrera idiomática se me hace insalvable, las matemáticas son un idioma universal y exacto, las paso sin tropiezo, pero en lenguaje y pronunciación naufrago, me hundo y me desespero, le leo las palabras para que las escriba correctamente y comenzamos a ir por caminos diferentes; le dicto "bear" (oso) y me sale como "beer" cerveza, "Ship" le repito para que escriba barco y me entiende "Cheap" barato. Es estrés me sigue subiendo, ellos se desesperan, no se están quietos, miro el reloj, marca las 9:30, se me ha hecho tarde y aun no voy ni por la mitad de la lista.

Terminamos las tareas y estoy como gato mojado, erizado, electrizado. En el baño otro lío, que yo ayer fui primero, que le toca a mi hermano, no, que yo no, que me baño en la mañana, que queremos ver televisión, los obligo, alzo la voz para que me escuchen en esa algarabía que tienen, me impongo, ya estoy llegando al limite de mis fuerzas y paciencia.  Vuelvo a la carga con los dientes, con la pijama, con la recogida de ropa, de juguetes, de zapatos, de medias, el cuarto es un caos, brincan en las camas, se tiran la ropa, me desequilibran, me enloquecen, son las 10:30 y no veo cuando acabar con esta faraónica tarea que me impuso la enfermedad de Patita.

Los acuesto, los arropo y que no, que quieren dormir en la cama con nosotros, que no, que no pueden, que mami esta enferma, que la dejen descansar, se levantan, que van al baño, que a tomar agua, que tienen calor, que les prenda el ventilador, me miro al espejo, tengo ojeras, estoy demacrado, cansado, tengo sueño y mis hijos siguen activos, despiertos, inquietos, no se como Patita aguanta este corre corre diario.

Por fin se quedan dormidos, son las 11:30 pm. Los veo en sus camas, dos angelitos, inofensivos, tranquilos con sonrisas de inocencia en sus rostros, les doy un beso a cada uno en la frente y arrastrando los pies me dirijo a mi cuarto.

Entre al cuarto dispuesto a decirle a mi esposa que para mañana si mucho las tareas y que compráramos una pizza y listo, pero ya estaba dormida, en su rostro se dibujaba la complacencia del descanso, su cuerpo, abandonado, sumergido en la mullida cama se perdía entre almohadas y cobijas. La contemple por un momento en esa placidez en que se hallaba, se veía indefensa, desprotegida, confiada en la seguridad de su casa, de su hogar. Como hacia pensé, de donde sacaba fuerzas para la titánica labor que con nuestros hijos emprendía todos los días, cada noche, si yo estaba agotado, estresado, rendido, un día mas no aguantaba. Me deslice suavemente a su lado para abrazarla y besarla, se movió un poco y soñolienta me dijo; "acabaste con los niños, como te fue?", "bien" le mentí. "Son casi las doce, apenas terminaste?", "no mi vida hace rato, estaba leyendo un libro", volví y le mentí. Dio media vuelta y volvió y se durmió. La abrace de nuevo y en secreto la admire por su coraje, por su energía, por su paciencia ilimitada en la crianza de los muchachos, había entendido lo que es el amor de madre, me dormí pensando en lo afortunado de tenerla a mi lado.

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