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Mostrando las entradas de 2017

La plaga

Me cansa, me fastidia la absurda incongruencia de la fe, de como la iglesia acomoda los acontecimientos para manipular la creencia de la gente en un dios todopoderoso que todo lo puede y todo lo sabe. "Gracias a dios se salvaron del terremoto, gracias a dios el huracán no les hizo nada" son las exclamaciones de los creyentes que en coro repiten y rezan en agradecimiento. Pero…. gracias a quien tembló, gracias a quien la fuerza del huracán devastó tal o cual región, gracias a quien el fanático estrelló el avión en las torres gemelas. 
 El sacerdote abusó de unos cuantos menores en su congregación. Gracias a dios lo descubrieron y se salvaron otros cuantos menores de este sádico pedofilo. Pero porqué dios no evitó las violaciones y los abusos antes de que ocurrieran, o tan siquiera por que toleró que el violador fuera sacerdote o mas aun porqué no descartó que naciera esta persona, o impidió que sus padres se conocieran y engendraran ese hijo. Y si de evitar males y tragedias

Reencarnación

Perdiendo el tiempo en en las redes sociales, escaneando títulos y deslizando el pulgar hacia abajo en una búsqueda de inutilidades, de chistes, de vídeos o mensajes religiosos y demás basura me encontré con un articulo que me llamó la atención y me transportó al pasado. El escrito en si pertenecía a un sitio web llamado "Código Oculto" que trata temas insólitos, inexplicables o que a través de la historia nos han llegado como fábulas o mitologías, este en concreto tenia por titulo "Como el alma elige a sus futuros padres para reencarnar". En uno de los apartes se leía lo siguiente: "Los individuos que esperan su momento para reencarnar, no están como en una ventana viendo lo que sucede en el plano físico. Cuando la pareja en el acto sexual entra en fusión, genera una intensa elevación de energía cuya vibración va a situarse y abrirse en una de las esferas ubicadas en los planos sutiles. Cada esfera está habitada por diferentes grupos de entidades. La esfera

Una noche loca

Era mas o menos la una de la mañana cuando entré al lugar. Me salieron al encuentro cuatro boricuas joviales y solicitas que de inmediato se pusieron a mi disposición. Estaba en Puerto Rico, en la ciudad de Santurce, la vida nocturna apenas comenzaba. El lugar exacto donde me encontraba era cerca de “La Placita de Santurce”, sitio que durante el día hacia honor a su nombre: una plaza de mercado, un hervidero de puestos de verdura fresca, frutas coloridas de variadas formas y texturas, especies tropicales, carnes, aves, pescados, mariscos que con su fuerte olor salino se mezclaba con el aroma de los fogones donde preparaban las viandas que alimentarían a los cientos de trabajadores de los alrededores que acudían al lugar a merendar atraídos por la variedad  y sabrosura de sus platos. En la noche, cuando se bajaban los toldos, se cerraban las puertas, se aquietaban las prisas, se silenciaban los ruidos y la luz se escapaba; de las sombras, de las estrechas y adoquinadas callejuelas surg

Room 425

Llegó al cuarto del hotel, se tiró a la cama sin desvestirse, se profundizó. Llevaba manejando mas de 36 horas. Se le cerró el mundo, no soñó nada de lo cansado que se encontraba; ninguna premonición, ningún mensaje onírico que le previniera de alguna anormalidad o contratiempo en este viaje. Él, que estaba acostumbrado a percibir señales, a guiarse además del olfato y la intuición por las pistas que la virgencita de Guadalupe le iba dejando en el camino. Como aquella noche en Puerto Rico cuando se encontraba esperando en el carro a unos sujetos para cerrar un trato aparcado frente a una estación de gasolina y de pronto le entraron ganas de tomarse un café, se apeó del coche, fue a la tienda, al caminar por uno de los pasillos pisó desprevenidamente algo que crujió bajo su bota, al agacharse recogió del suelo unas esposas plásticas caídas del estante de la tienda. El mensaje era claro: las esposas aun siendo un juguete representaban cárcel o policías. Salió de la tienda justo a tiempo

Nuestra casa embrujada

Un quejido lastimero llegó desde lejos envuelto en la bruma nocturna. Se fue acrecentando. Perecía, al acercarse un murmullo de voces rezando acompañadas al fondo por un denso arrastrar de cadenas semejando un crescendo de cantos Gregorianos, cuya sonoridad  invadió el cuarto donde me encontraba. Por la ventana entreabierta se coló un helado viento que en complicidad con el rumor del cortijo fúnebre me aterrorizaron. Al pasar frente a mi cuarto pude sentir su tumultuoso andar y escuchar las ilegibles plegarias. Largas sombras se filtraron por debajo del dintel de la puerta; silenciosamente avanzaron por el suelo, treparon a la cama, subieron por la pared y se diluyeron  en la oscuridad. No se cuanto duro el paso del cortejo, en ese momento estaba dudoso si fue realidad o sueño, pero los primeros rayos de luz me encontraron sentado en la cama sin poder dormir. Al siguiente día, en el desayuno nadie comento nada del cortejo, la calle estaba muy cerca del cuarto, podían haber pasado por

12 cuentos breves para leer mientras llueve

                                                          I Como todas las mañanas por muchos años, brinco a mi cama moviendo la cola, olisqueándome con su hocico. Intente abrazarlo como siempre lo hacia, pero…. me acorde que mi perro había muerto hacia una semana.                                                           II Y…, le pregunte mientras encendía un cigarrillo, y…, me contesto mientras se vestía sentada al borde de la cama. Dolió un poco y sangraste, le dije camino al baño a limpiarme la sangre. No importa, lo quería así aseguró, mostrándome sus redondeadas caderas donde relucía el colorido y bello tatuaje que le acababa de hacer.                                                           III Le tomé la mano y se la bese repetidas veces con pasión, con dolor, no se inmutó, la miré fijamente; su indiferencia me molestaba, le dije que no se preocupara que todo estaría bien con mi soledad, solté su mano, cerré la puerta del ataúd y me marché.               

La regresión

Despacito y con música suave de fondo fuimos cayendo en un estado de profunda relajación que nos fue llevando de a poco hacia atrás, muy hacia atrás a un estado de inconsciencia, de interioridad y quietud. El regresionista hablaba suave; con adormecedora voz que invitaba a descender por unos escalones que se hundían en la oscuridad, a medida que bajábamos nos profundizábamos mas en nuestro subconsciente, alejándonos de la realidad para vivificar mundos anteriores a esta encarnación. El guerrero, con su arnés de cuero y tachuelas metálicas apretado a su desnudo pecho afilaba en el yerro la pesada espada de hierro. Los fuertes y velludos brazos sudaban copiosamente mientras en un movimiento repetitivo y constante rozaba la metálica hoja por la piedra de amolar, la sumergía en agua y volvia al procedimiento. Sudaba y se agitaba pero proseguía, sabia que del buen mantenimiento de la espada, dependía su vida en el campo de batalla; se miró los brazos para luego descender la vista hacia las