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Mostrando las entradas de 2020

El pasillo del adios

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  El anciano se levantó pesadamente de la cama tratando no enredarse con el catéter y la sonda, que conectadas al dorso de su mano lo alimentaban y le suministraban las medicinas que calmaban el intenso dolor que le recorría el cuerpo. Apoyándose en el porta-sueros, enojado y bastante molesto se ubicó en un rincón de la pequeña habitación del hospicio mientras la enfermera retiraba las sucias y malolientes sabanas, recogía almohadas y desechaba las toallas. Lo que más le irritaba al anciano era la indiferencia con que ella realizaba su trabajo, ni siquiera lo saludaba, lo ignoraba por completo, como si no existiera. Carraspeo fuertemente llamando la atención de la enfermera, pero esta siguió con su labor. Zarandeo el porta-sueros metálico produciendo un chirrido agudo. La enfermera volteo a mirar, pero no le hizo caso y siguió en su labor. Enfundada en un traje azul, con guantes, mascarilla y gorro de plástico, sólo sobresalían los negros ojos, aun cuanto también estaban enmarcados por

Las tres amiguis

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  Hace pocos días conversando banalidades con tres viejas amigas y al calor de unas copas surgió el tema de la sexualidad y la autocomplacencia en las mujeres mayores. Una de ellas, la más joven del ramillete, en los 55, de cuerpo hospitalario y útero goloso argumentaba que aún no había encontrado al hombre de sus sueños; amantes ocasionales por montones pero que cada vez se desilusionaba más y prefería estar sola que mal acompañada, aunque también se dolía de no tener como satisfacer sus urgencias nocturnas. La siguiente en los 60, mojigata de nacimiento, reprimida por preceptos religiosos y prejuicios sociales, solo despertaba su sexualidad cuando ahogaba sus tabúes en el alcohol y entre chistes y risas daba rienda suelta a sus hambrunas acumuladas. Y la tercera, la mayor de todas, en los 65, vital como cualquier jovencita, de cuerpo fibroso y sólido, aun vestía faldas cortas para mostrar sus bien mantenidas piernas. Había tenido un pasado tormentoso de amores, infidelidades y amante

La merienda de mi compañera

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  Espero ansioso, casi que en éxtasis las 10:30 am, hora en que mi compañera de oficina saca su merienda de la lonchera. Es todo un espectáculo digno de coger palco. Ella con su escritorio ubicado a mis espaldas y de cara la pared no está en mi campo visual, pero a través de un acrílico frente a mí, en lo alto, puedo ver casi todos sus movimientos, en especial el rostro. Como decía antes a eso de las diez y media se inclina un poco hacia la lonchera, la abre y exquisitamente, con movimientos estudiados deja caer su ondulada cabellera sobre la cara, toma tiernamente de la recién abierta lonchera un provocativo y grueso banano. Al levantar el rostro casi que cubierto por mechones de dorado cabello solo se ven sus ojos lúdicos fijos en la fruta y la boca entreabierta con los anhelantes labios esperando degustarla. Como si secretamente y en silencio elevara una plegaria al dios eros ofreciendo el sacrificio del banano, lo mira un instante y luego, sosteniéndolo fijamente con la mano, proce

Dando de que hablar

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Fui tierra para sembrar, semilla para germinar, árbol para crecer… verdor para guarecer! ¡Como pasa el tiempo carajo! Que hace que, en las mañanas me levantaba y tenía el mundo a mis pies: enérgico y vital, ciento por ciento hormonal salía a la calle a devorarlo todo. Era un predador, un cazador furtivo que acechaba la presa, la atrapaba, hundía el colmillo en sus apetecibles carnes y se alejaba en busca de la siguiente captura. ¡Ah! lejanos tiempos. ¡Ah! próximo el destino final. ¡Ah! vivencias irrepetibles. ¡Ah! posteridad incierta en lontananza. ¡Que berraquera! se me desdibujan rostros y momentos significativos, ¿dónde quedaron grabados que no los localizo? Será mejor dejarlos, algún día iré a su encuentro y los viviré de nuevo, por ahora, esquivos como son tratare de manuscribirlos; es mi reto, será mi legado. ¡Soy historias que contar! ¡Vivencias que revivir! ¡Momentos que perdurar! ¡Vida que recopilar! Se me acortan los días, se me acumula lo vivido.! ¡Que afán! Aún tengo mucho

Una historia de sexo compartido

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Reviviendo la vida conyugal Estaba casada desde hacía tanto tiempo que no se acordaba haber sido soltera alguna vez. El marido fue el primero en profanar su castidad; lo era todo para ella, su guía, su faro, su razón de ser… hasta que un día él decidió cambiarlo todo. La monotonía lo estaba aburriendo, la rutina le estaba apagando la vida sexual que en un comienzo ardió como volcán en erupción. Un sábado decidió hablar con ella. Con unos tragos en la cabeza y cuando ya habían perdido cualquier asomo de razonamiento la convenció de integrar una tercera persona al lecho matrimonial. Ella, enamorada, con la mente embriagada dijo que sí, pero no lograban llegar a un acuerdo si sería hombre o mujer. Después de ingerir otras copas para reforzar la decisión y acallar cualquier duda, salieron en carro a buscar en la zona de tolerancia algún candidato(a) disponible a esa hora de la madrugada. Dieron varias vueltas por el bulevar del centro; donde caminaban de arriba abajo proxenetas, prostituta

Confesiones eróticas de un fotografo en Nueva York

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  En esta ocasión me despacho con 18 historias de la época de fotógrafo por allá en los noventas en Nueva York. Algunas sucedieron realmente y trataré de contarlas si la memoria me lo permite lo más ceñidas a la realidad; otras me las invente a medida que escribía, la mayoría son una mezcla de realidad con mucha fantasía para salpicarlas de picardía y erotismo. No están en orden cronológico, a medida que me venían los recuerdos los fui escribiendo, luego los corregí, después los edité. Eso sí, me divertí mucho, casi se puede decir que volví a sentir esas emociones del pasado; que mi cuerpo una que otra vez se estremeció con las vivencias olvidadas. Espero que ustedes también las disfruten. De las muchas vivencias que rememoré, unas cuantas se quedaron en el tintero, tal vez las mejores, las más intensas: las que, por prohibidas se gozaron en secreto, a escondidas, sin esperar un mañana; revitalizando en un instante de pasión la aridez de nuestras vidas. Por ellas va un brindis, por ese