El pasillo del adios


 

El anciano se levantó pesadamente de la cama tratando no enredarse con el catéter y la sonda, que conectadas al dorso de su mano lo alimentaban y le suministraban las medicinas que calmaban el intenso dolor que le recorría el cuerpo. Apoyándose en el porta-sueros, enojado y bastante molesto se ubicó en un rincón de la pequeña habitación del hospicio mientras la enfermera retiraba las sucias y malolientes sabanas, recogía almohadas y desechaba las toallas. Lo que más le irritaba al anciano era la indiferencia con que ella realizaba su trabajo, ni siquiera lo saludaba, lo ignoraba por completo, como si no existiera. Carraspeo fuertemente llamando la atención de la enfermera, pero esta siguió con su labor. Zarandeo el porta-sueros metálico produciendo un chirrido agudo. La enfermera volteo a mirar, pero no le hizo caso y siguió en su labor.


Enfundada en un traje azul, con guantes, mascarilla y gorro de plástico, sólo sobresalían los negros ojos, aun cuanto también estaban enmarcados por unas gruesas gafas. Era hispana, el anciano la había visto en ocasiones anteriores; gordita y bajita, silenciosa y hacendosa; él le calculaba más de cincuenta años. En varias ocasiones había tratado de entablar conversación, pero ella le contestaba con monosílabos y suponía que no hablaba inglés. El anciano se desplazó trabajosamente hacia la puerta; daba un paso, paraba y arrastraba el porta-sueros y seguía avanzando, apenas cruzó el umbral levantó la mano disponible y le hizo una señal obscena a la enfermera, esta miro hacia la puerta, fue hacia ella y la cerró haciendo caso omiso al gesto.


El anciano caminó silenciosamente por el pasillo, era de madrugada no había mucho movimiento, solo una solitaria camilla sobre la cual yacía el cadáver de uno de los muchos desahuciados que esperaban su turno en ese lugar. Tuvo un leve impulso de levantar la sabana que lo cubría para ver de quien se trataba, pero prefirió no hacerlo y seguir de largo. Encontró un cuarto disponible unos metros más adelante, entró y se acostó en la cama. Mientras se dormía creyó ver por el pasillo en penumbras a su esposa, le precio extraño pues no era horario de visitas y además había muerto hacía muchos años. -Vendrá por mí? -pensó mientras se hundía en las profundidades de la inconsciencia. 


La enfermera abrió la puerta del cuarto, asomó la cabeza mirando a ambos lados del pasillo, no vio a nadie, solo la solitaria camilla con el cuerpo, volvió y la cerró, se dirigió a la cama recién arreglada y se tendió sobre ella para descansar un rato. Un escalofrío le recorría el cuerpo, usualmente no le daba mucha importancia cuando limpiaba esos cuartos, pero esta vez se sentía incomoda, como si alguien la estuviera observando, supuso que estaba sugestionada con lo de la pandemia y en especial trabajando en ese lugar de moribundos. Se tocó la frente para comprobar su temperatura, estaba normal, se acomodó de lado, cerró los ojos y se durmió.


El anciano soñó que su esposa, lo llamaba, le decía que ya era hora, que llevaba esperándolo muchos años; él se movía incomodo en la cama, trataba de despertarse para no oírla, quería vivir un poco más; a pesar de todo estaba cómodo en ese lugar, aun con sus achaques y dolores disfrutaba la estadía. Por fin se despertó, se levantó con dificultad, se sostuvo con el porta-suero y a rastras salió del cuarto para dirigirse a su habitación. 


La enfermera no supo cuántas horas pasaron desde que cerró los ojos, pero la luz ya entraba por la ventana cuando despertó. A las seis entregaba el turno, rehizo la cama de nuevo para dejarla impecable, salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí. Caminó por el pasillo, un frío inusual la intranquilizo, pasó junto a la camilla, se devolvió con curiosidad para levantar la sabana y revisar el cadaver.


En ese preciso instante el anciano también pasaba al lado de la camilla, estiro el cuello para ver al sujeto. Se quedo atónito, estuvo a punto de caerse al piso a no ser por su mujer que lo sujeto fuertemente por detrás.

-He venido por ti, le dijo ella,

-pero, y ese en la camilla? Le contesto asustado él.

-Si, por eso, eres tú, ven nos vamos.

 

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