Un ajuste de cuentas
La muchachita cerró los ojos asustada, el taxista le subió la faldita, arrancó el pantaloncito y dejó al descubierto su sexo. No hubo forcejeo, ella aterrorizada cubrió sus ojos con los brazos y espero el embate del taxista. Un grito ahogado acompaño al desgarramiento que sintió en medio de sus piernas, una punzada de dolor caliente como fuego que la devoraba le fue subiendo por el cuerpo y se desmayó. Llegamos a su estudio, un sólo cuarto grande ubicado en el bajo Manhattan, con muebles de lineas rectas y colores vibrantes; se respiraba juventud y vitalidad en cada rincón. Estaba un poco frío pues entraba el otoño, prendimos la calefacción y pusimos a hacer cafe. Nos sentamos al borde de la cama, comencé a enredar su rubia cabellera en mis dedos con suavidad, luego halé con fuerza el mechón de pelo hacia atrás quedando la cara boca arriba, me paré frente a ella, acerqué mi rostro y la bese con pasión, con fuerza; su respuesta fue un mordisco que hizo sangrar mi boca, i