Sleepover
Los tres muchachos se quedaron agazapados en el sótano del edificio junto a los contenedores de basura esperando a que cayera la noche. Camuflados con sus oscuros ropajes apenas ennegreció el día comenzaron a moverse sigilosamente pegados a las paredes como nocturnas sombras deslizantes. Iban en silencio, a pesar del gélido invierno neoyorquino sudaban copiosamente. Aun cuando los pasamontañas atrapaban el sudor del rostro, gruesas gotas les escurrían por los ojos empañándoles la visión. Llegaron a la puerta de acceso de las escaleras del servicio, forzaron la cerradura, traspasaron el umbral y comenzaron a subir gradas. Abrieron la puerta del tercer piso, se cercioraron de que no hubiera nadie en los pasillos, continuaron su silenciosa marcha uno detrás del otro. Al llegar a la puerta de un apartamento, el que iba adelante les hizo señas con la mano a los otros para que se ubicaran a cada lado de la puerta, se paró en frente. Los tres desenfundaron las armas de fuego, enroscaron los