Bautizo de sangre
El caliente y espeso chorro de sangre descendió por mi cuerpo empapando con su roja viscosidad la ropa. La sangre al cubrir mis ojos tiñó de carmesí el panorama y la risa de las personas a mi alrededor mas el incandescente sol del verano convirtieron la escena en una grotesca e irreal imagen salida de un cuadro de Goya. Era el verano del 1971, de regalo de cumpleaños había recibido mi primer arma de fuego, un rifle calibre 22 que se alimentaba por la culata en un compartimento donde alojaba nueve tiros. Era liviano, desarmable en la mitad y con culata tallada en cedro, venia en una caja de pino rectangular con el interior tapizado en gamuza verde. Diariamente lo sacaba de su caja; ensamblaba sus dos partes y me lo acomodaba en el hombro recostando mi mejilla sobre la culata para cerrando un ojo enfocar por la mirilla soñando el momento en que lo fuera a usar . Su negro y reluciente cañón brillaba al sol y su peso y la solidez del frío metal me hacían sentir poderoso, todo un hombre