La fiesta de despedida
Las dos eran bellas, grandes, blancas, muy similares, casi que gemelas, aunque tenían sus diferencias; la una atisbaba siempre de frente, la otra, cabizbaja buscaba no sé qué en el suelo con la mirada, a ratos me parecían bizcas, pero aun así las adoraba. Mas, sin embargo, era el momento de decirles adiós, habían crecido mucho, estaban abombadas y tenían sobrepeso. Decidí hacerles una fiestecita de despedida con fotos y todo; muy íntima, entre mi esposa y yo, nadie más. Se lo comenté, al oírlo se negó, pero la persuadí y con un poco reticencia acepto. El tema de la ropa me preocupaba; mi esposa, muy conservadora ella en el vestir no iba a permitir que yo las ataviara a mi gusto. -Desvergonzado, -me dijo al mostrarle por internet la atrevida y sexy ropa que les quería engarzar, -y menos con fotos, me recalcó, -jamás las vas a ver así vestidas, -ni loca, -concluyó. Quedé pensativo mascullando un plan para salirme con la mía y disfrutar del espectáculo. Unos vinitos, pensé, aflojan pudo