Los examenes anuales
Eso de llegar a viejo como que no es fácil, requiere mucha paciencia y resignación. Son muchos años los que se nos acumulan y a veces no hay ni donde acomodarlos y lo peor de todo es que no se pueden botar ni descargar como inservibles en la papelera de la computadora; hay que llevarlos en la espalda, en las articulaciones, en los achaques, en la abultada panza; el cuerpo comienza a quejarse, doblarse y resentirse. Y claro, el doctor primario, que es como le dicen acá al médico general, cada año con la cantidad de exámenes que te obliga a realizar, se encarga de recordarte que los cumpleaños no pasan en vano, que te cobran factura por los desmanes y locuras de la añorada juventud. Comento esto porque este mes fue el escogido por el matasanos para mis exámenes. Primero me llegó un sobre con un tubito de ensayo y una espátula diminuta que dizque para sentarse en la taza del inodoro, arquear el cuerpo hacia adelante en una complicada posición de yoga avanzada y luego con pulso y ojo de