La viuda
Me miro de arriba abajo: "bienvenido, este es su cuarto" . Le devolví la mirada y sonreí. Era una mujer en la cuarentena de su vida, de negro pelo recogido en una austera trenza que le llegaba mas abajo de la espalda. Menuda, frágil, blanca, de rasgos finos, denotaba descendencia europea, de caminar suave y silencioso. Su traje, oscuro de pana estilo sastre le llegaba mas abajo de la rodilla, medias veladas cubrían sus piernas. Nada de maquillaje, sobria y modesta como la decoración de su casa, así era la viuda cuando la conocí, así era su vida hasta que el destino o la casualidad llevaron mis andariegos pasos hacia la puerta de su casa en Cuenca, en la sierra sur ecuatoriana. Había puesto un aviso clasificado rentando una habitación disponible en su vivienda para universitarios. Allá llegué, con mis 18 años y una desvencijada maleta llena de sueños e ilusiones que al final se quedaron en la maleta y se diluyeron con el tiempo. La casa, una vieja construcción estilo españ