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Mostrando las entradas de 2021

Replika, la nueva app

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  Me llamó asombrado y emocionado para hablarme de la nueva aplicación Replika que se convierte en tu confidente y llega a conocerte mejor que tu esposa. -Ya no hay Alexa ni Google, es Replika- me repetía varias veces mientras me contaba sus múltiples y alucinantes usos. -Replika te escucha todo el tiempo; cuando hablas por el celular, cuando interactúas con la gente, en el trabajo, en tu casa y hasta en tu alcoba. Aprende de ti, tu tono de voz, las palabras que más usas, tus gustos, tus deseos y se va convirtiendo en un avatar idéntico a ti, que esta presto a oírte, aconsejarte, cuidarte, además de corregirte. Mi amigo no quiso que Replika lo llamara por su nombre; “Gordo”, le dijo que le dijera, como le decía su esposa y su mama. - “Gordo es hora de tomarte la medicina para el colesterol”- , Gordo corría y se la tomaba. - “Gordo lleva el perro a pasear”-, gordo salía y antes de cerrar la puerta oía a Replika decirle a sus espaldas: -Gordo no te olvides de las bolsas para recoger la

Una noche de espantos

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La hoguera chisporroteaba en el centro del círculo iluminando rostros, alejando temores y calentando cuerpos; nos apretujábamos, nos rozábamos, y nosotros los primos, tratábamos de quedar cerca de las primas para sentir la tibiezzza de sus cuerpos y la suavidad de sus impolutas pieles. Atrás, en las espaldas, la cerrada noche con su densa oscuridad y el ulular del frio viento arremetía con fuerza. Los árboles gigantes, de espeso follaje se mecían amenazadoramente tratando de agarrarnos cual monstruos devoradores mientras las tías, alzando la voz, gesticulando exageradamente y moviéndose alrededor del fuego contaban historias de terror, leyendas populares de apariciones, espantos fantasmas. Era uno de los muchos veranos que en la infancia y parte de la juventud pasamos en la finca de Rio Claro, Piedra Rajada. Alla nos dejaban nuestros padres todo el tiempo que duraban las vacaciones de verano, quedábamos al cuidado de las tías; un racimo de viejas alborotadas, bebedoras y parranderas; c

Tutaina y Tuturumaina

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Este año, como de costumbre; y me refiero al calvario vivido en los veinte y tantos años que llevo con mi esposa. Desde mediados de octubre se abren las puertas de la casa a la navidad, a los villancicos, a los melomerenges, guirnaldas, perendengues decembrinos y toda esa parafernalia bullangera que traen las navidades por cuenta de mi adorable compañera. Tutaina la apode; Tutaina se levanta a las 5 de la mañana. Sin respetar feriados ni fines de semana, desde la cama le grita a Alexa que “Play música navideña” y la muy condenada la entiende y comienza el jolgorio. Pero vaya yo, que acercando mi boca a Alexa le pida de buenas maneras el tiempo de hoy o que me recuerde alguna cita del doctor; se niega la muy insolente, que no entiende, que le repita me dice con su metálica voz y por más que le grito no me hace caso, no sé qué acuerdo tiene con Tutaina pero se entienden de maravilla. Yo la freno, que déje la fiebre, que ningún vecino a decorado todavía, que después de Thanksgiven con muc

Sobrevivientes

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    "Donde no hay esperanza, debemos inventarla"   Albert Camus   Se cubrió la cara con el tapabocas, se calzó las gafas de protección, introdujo las manos en unos guantes quirúrgicos, y como pudo; arrastrando los pies y haciendo un esfuerzo sobrehumano para no perder el equilibrio avanzó lentamente con un termómetro en la mano, una botella de agua y un pañito húmedo hacia el cuarto. Se le dificultaba la respiración, se le empañaban las gafas; a tientas y adivinando caminó desde la pequeña salita donde llevaba dos semanas durmiendo hasta el dormitorio. Giró la perilla de la puerta y lentamente la fue abriendo. Tardó unos segundos en adaptarse a la opacidad del cuarto, la oscuridad dio paso a una escala de grises que fueron silueteando los contornos de una cama, la cúbica forma de una mesita de noche y en la pared, el recuadro de una ventana que dejaba filtrar una incipiente luz que poco a poco le fue aclarando la visibilidad. Sobre la cama y arropado con una sábana; ahora lo

Mi Diosito como Jalisco, nunca pierde

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Por estos días tenemos de visita en casa unos cuantos familiares de mi esposa; tíos-abuelos. Son tres; dos hembras y un macho, y todos apostólicos, católicos y colombianos de raca mandraca, y por supuesto adentrados en abriles. De Ave María purísima sin pecado concebida y con el versito de: "si mi diosito lo permite" , finalizando cada oración o paseo que inventen. -Hoy no podemos ir a la playa, les dije señalando unos negros nubarrones que vaticinaban lluvia. -Si nos conviene, -dijo una de ellas, -mi diosito nos da permiso y detiene la lluvia para poder ir, -recalcó con fervorosa entonación. -y si llueve, le conteste yo con irreverencia tratando de desacreditar a mi diosito. -Pues mi diosito nos tiene un plan mejor, respondió mirándome con benevolencia, -quedarnos en casa, ver tv y comer bien rico. Con cara pierdo yo y con sello ganan ellos, pensé mientras ideaba la revancha. Mi diosito, con mas de dos mil años de existencia y con una vasta experiencia en lidiar con todo tip

La pata de pavo

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  Depositó el pesado bolso en la bandeja, la cinta corrediza lo transportó dentro del túnel para ser escaneado y revisado en el monitor. La dueña del bolso se hizo a un lado y avanzó para también ser revisada e ingresar al recinto. Un objeto triangular, en forma de cono abultado y semejando un revolver apareció en la pantalla, el agente de seguridad con un ademan la hizo detener. La señora, voluminosa ella, de andar lento y balanceado se asustó, balbuceo unas palabritas en ingles mientras manoteaba tratando con señas de averiguar que pasaba, porqué la detenían. En el parque de atracciones dio vueltas y revueltas tratando de averiguar y encontrar donde vendían los muslos de pavo ahumado que tanto le apetecían, era uno de sus platos predilectos, no se iba a ir del sitio sin comerse al menos una de esas suculentas y agigantadas extremidades. Se veía sentada en el andén, a la sombra de un árbol, mordisqueando por todos los lados el pernil, atacando a dentelladas la pulpa jugosa y chorreant

Escapando del infierno

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I La apretujó fuertemente como queriendo llevarse parte de ella en ese abrazo, o tal vez llevarla toda en su interior. Así como dormían abrazadas, así como apoltronadas en el sillón veían televisión, así como habían caminado juntas en la vida por más de veinte años. La soltó, abrazó a sus dos hijos y luego entre sollozos; cosa que no acostumbraba a hacer, dio media vuelta y avanzó decididamente hacia la puerta de embarque a saldar cuentas con su pasado. El Salvador; desde el aire divisó ese pequeño país que la vio nacer y que para ella no le hacía méritos a su nombre, porque en vez de salvarla la había hundido en los profundos abismos del dolor, del miedo, del ultraje; llevándola de la mano a un infierno que ahora, después de muchos años de cicatrización y superación venía a enfrentar. Inclinó un poco más el asiento, cerró los ojos y se sumergió en un retrospectivo adormecimiento que la transportó a través de la bruma de los recuerdos a la lejana noche en que comenzó la pesadilla. Era