La pata de pavo

 


Depositó el pesado bolso en la bandeja, la cinta corrediza lo transportó dentro del túnel para ser escaneado y revisado en el monitor. La dueña del bolso se hizo a un lado y avanzó para también ser revisada e ingresar al recinto. Un objeto triangular, en forma de cono abultado y semejando un revolver apareció en la pantalla, el agente de seguridad con un ademan la hizo detener. La señora, voluminosa ella, de andar lento y balanceado se asustó, balbuceo unas palabritas en ingles mientras manoteaba tratando con señas de averiguar que pasaba, porqué la detenían.


En el parque de atracciones dio vueltas y revueltas tratando de averiguar y encontrar donde vendían los muslos de pavo ahumado que tanto le apetecían, era uno de sus platos predilectos, no se iba a ir del sitio sin comerse al menos una de esas suculentas y agigantadas extremidades. Se veía sentada en el andén, a la sombra de un árbol, mordisqueando por todos los lados el pernil, atacando a dentelladas la pulpa jugosa y chorreante de gras; para luego, al final, encarnizarse con el hueso hasta dejarlo desnudo, blanco y sin rastros de carne.


De tanto manotear y vociferar los agentes le sujetaron las manos ordenándole que se callara, no lo hizo, llamó a gritos a su familia que ya habían pasado por seguridad y avanzaban jubilosos y entretenidos hacia las atracciones. No la oyeron, y ella: solita e indefensa se enfrentó a su destino. En un cuartito de seguridad le colocaron el bolso encima de una mesa y le ordenaron abrirlo muy lentamente mientras los agentes, por prevención y con una mano puesta en la cartuchera del revolver se alejaban un poco de ella.


Encontró lo que buscaba: en un recodo del parque estaba el kiosco con las patas de pavo, la fila era larga, pero no le importaba el tiempo de espera, había llegado y se iba a dar tremendo banquete. El olor de la carne ahumada le penetraba por la nariz acrecentándole el apetito. -Dos, -me voy a comprar dos, -pensaba mientras avanzaba en la fila. Y así fue, compró dos; una la hizo envolver en papel aluminio para devorarla mas adelante, y la otra, ahí mismito sentadita en el anden la atacó sin misericordia, y sin remordimiento dejó el hueso peladito y descarnado. Satisfecha, atiborrada y embutida se levantó como pudo del andén y siguió su recorrido por el parque.


Con el bolso abierto procedió a sacar cuanto objeto contenía en su interior. Un cepillo de pelo, una batería de celular extra porque eso sí, trató de explicarles a los agentes, era adicta a las redes sociales, pero ellos no le entendieron y con una seña le exigieron continuar desocupando el bolso. Una cajita de chicles para disimular el olor comida, a pavo ahumado esta vez. Las llaves del carro, una cremita para manos, un recipiente conteniendo un gel desinfectante, una bolsa plástica con media docena de tapabocas, una banda para cogerse el pelo, dos frascos de esmalte, un cortaúñas, un contenedor de medicinas repleto de pastillas de todos los colores y tamaños, dos servilletas arrugadas y medio húmedas, un lapicero, un estuche para gafas, dos billetes de la loteria y una estampita del divino niño para que la protegiera de todo mal y peligro. Solo quedaba en el interior del bolso un objeto triangular y en forma conífera bien envuelto y protegido.


-“Be careful”, - le dijeron los agentes mientras ella trataba de agarrar el artefacto. Lo soltó sorprendida, ellos retrocedieron en estado de alerta. Volvió y lo cogió, esta vez con una mano y en cámara lenta, lo depositó suavemente sobre la mesa, la hicieron retroceder al instante. -Turkey, -dijo ella, -leg, -volvió y repitió llevándose la mano a la boca semejando alimentarse. Uno de los agentes con guantes y tapaboca procedió a retirar delicadamente el envoltorio de aluminio que cubría el objeto sospechoso. Poco a poco fue quedando al descubierto la suculenta pata de pavo que aun permanecía entera y jugosa. El pequeño cuarto se impregno del ahumado aroma que se desprendía de la pata. Los agentes, sorprendidos y risueños la dejaron envolver la pata de nuevo mientras se disculpaban con la pobre señora que, también entre risitas nerviosas empacaba todo en su bolso para salir a toda prisa a reunirse con su familia. 

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