Tutaina y Tuturumaina


Este año, como de costumbre; y me refiero al calvario vivido en los veinte y tantos años que llevo con mi esposa. Desde mediados de octubre se abren las puertas de la casa a la navidad, a los villancicos, a los melomerenges, guirnaldas, perendengues decembrinos y toda esa parafernalia bullangera que traen las navidades por cuenta de mi adorable compañera.

Tutaina la apode; Tutaina se levanta a las 5 de la mañana. Sin respetar feriados ni fines de semana, desde la cama le grita a Alexa que “Play música navideña” y la muy condenada la entiende y comienza el jolgorio. Pero vaya yo, que acercando mi boca a Alexa le pida de buenas maneras el tiempo de hoy o que me recuerde alguna cita del doctor; se niega la muy insolente, que no entiende, que le repita me dice con su metálica voz y por más que le grito no me hace caso, no sé qué acuerdo tiene con Tutaina pero se entienden de maravilla.


Yo la freno, que déje la fiebre, que ningún vecino a decorado todavía, que después de Thanksgiven con mucho gusto apesebramos la casa; que nó, que yá, y que no me importan los vecinos y qué si usted no quiere pues yo llamo a sus hermanos y ellos se vienen corriendo y decoramos. Le hago el quite, la entretengo con cuentos, la distraigo con Netflix, pero Tutaina, habilidosa como jugador brasilero me gambetea y sale corriendo a sacar del garaje las empolvadas cajas de navidad que no son una ni dos, ni tres, son un montón que invaden la sala y el comedor y no me dejan ni por donde transitar.


Me desparramo en el sillón, tomo un libro y me pongo a leer, pero ahí comienza mi martirio, Tutaina no me permite concentrar; que téngame aquí, que ayúdeme con esto, que estas luces no prenden, que traiga el martillo y las puntillas para colgar los ornamentos, que busque la escalera para las luces de afuera, que ahí no, que más allá, que lo suba, que lo baje, que espere lo analizo mejor. Me le escabullo en un descuido, me voy para el cuarto y me encierro en el baño. La oigo llamar a gritos a los hijos para que le colaboren. Si los gritos no le funcionan, corre y les desconecta el internet, ahí si salen asustados de los cuartos donde se esconden todo el día a jugar. Salen enojados pero resignados pues saben que si no colaboran no hay señal de internet por una semana y quedarían más desorientados que volador sin palo.


Tutaina, ordena, Tutaina acomoda, quita, vuelve y pone, vuelve y quita, reacomoda y por último pide la opinión de todos para que al final dejarlo todo como lo acomodo la primera vez. La sobrina si le sigue el juego, es otra contagiada por ese milenario virus navideño que les sube la temperatura y las pone a bailar hasta los comerciales; la enchape como Tuturumaina.


Pues si señores esta es la verdad: Tutaina y Tuturumaina dejan la casa más iluminada que tolda de gitanos o que circo de pueblo. Vuelvo y me arrellano en el sillón, Tutaina me da vueltas alrededor como perro buscando echarse, pero ojo, solo esta maquinando la manera de levantarme, de motivarme. Va a la cocina y vuelve con la botella de vino que tanto me gusta y una copa llena, la recibo, me la tomo y ahí mismo pierdo el año. Me levanta de un jalón, Alexa canturrea; “Yo no olvido el año viejo, porque me dejo…:, me agarra de la cintura y me obliga a llevarle el ritmo. Tuturumaina aprovecha el momento y corre a sacar a Lukitas para ponerlo a mover el esqueleto. Aquí aparece otro personaje interesante: Guirnalda le puse así porque también está infectada con el virus de diciembre, es la novia de Mateito que, igual que Tutaina y Tuturumaina se bailan hasta el Himno Nacional, y cuando lo ve mal parqueado lo saca a bailar a empujones, y hay que tener fuerza para empujarlo y para moverlo mucha más, pero lo pone a matar hormigas mientras ella le baila a su alrededor como mariposa dándole vueltas a un bombillo.


Claro que, siendo honestos, Tutaina, Tuturumaina y Guirnalda tienen ritmo rumbero, las arrullaron desde recién nacidas con música bailable, con salsa, merengue y vallenatos. Se mueven como pez en el agua en una pista de baile; en cambio mis hijos y yo salimos negados para el ritmo, más tiesos que momia egipcia, al contrario de ellas somos como peces, pero brincando fuera del agua. Por eso la muy astuta Tutaina sabe que con unos vinitos aceita mis articulaciones y ahí si, como muñeco de marioneta me recorro toda la pista brincando más que Carlos Vives en concierto.


Pero volviendo a la casa, lo peor de todo es la interminable revisión de las enmarañadas instalaciones de diminutas lucecitas que tiene conectadas por todos los tomas de la casa y regadas a lo largo de los pasillos tratando de, bombillito por bombillito, encontrar el fundido y cambiarlo; es una tarea titánica, termina uno con los dedos desflecados y si por descuido pisamos alguna lucecita, aparte de que se nos introduce en la planta del pie como tachuela de zapatería, nos ganamos un regaño más fuerte que de profesora amargada; -y justo la que ya estaba revisada y buena fue la que pisaste!-, nos dice con una mirada de Chucky que atemoriza.


Pero igual Tutaina y Turumaina salen victoriosas a pesar de mi resistencia, decoran la casa, encienden la navidad y las luces, prenden la música, arman la rumba, cocinan los buñuelos y la natilla y desde ya se preparan para la gran inauguración oficial con rumba el día de las velitas.


Escrito en un descuido de Tutaina, escondido en el baño, en silencio y con la luz apagada para que no me descubran.


Att: El Grinch


    


Comentarios

  1. Excelente historia. TE FELICITO! Y lo mejor del cuento es cuando todo pasa, volver a guardar ese sancocho de juguetes, cables, musgo y todo lo que se sacó para el jolgorio navideño, esa operación le toca al Grinch, marido de Tutaina y es la oportunidad para el desquite: Guardar a Guirnalda, Tuturumaina y a Tutaina en una caja hasta finales de año.

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