12 cuentos breves para leer mientras llueve

                                                          I
Como todas las mañanas por muchos años,
brinco a mi cama moviendo la cola,
olisqueándome con su hocico.
Intente abrazarlo como siempre lo hacia, pero….
me acorde que mi perro había muerto hacia una semana.

                                                          II
Y…, le pregunte mientras encendía un cigarrillo,
y…, me contesto mientras se vestía sentada al borde de la cama.
Dolió un poco y sangraste, le dije camino al baño a limpiarme la sangre.
No importa, lo quería así aseguró, mostrándome sus redondeadas caderas
donde relucía el colorido y bello tatuaje que le acababa de hacer.

                                                          III
Le tomé la mano y se la bese repetidas veces con pasión, con dolor,
no se inmutó, la miré fijamente; su indiferencia me molestaba,
le dije que no se preocupara que todo estaría bien con mi soledad,
solté su mano, cerré la puerta del ataúd y me marché.

                                                          IV
Lo dijo sin rodeos, y lo escuché sin creerlo: es terminal, sin remedio.
Y si pedía una segunda opinión. Y si era una pesadilla e intentaba despertar.
No tenia cura, era imposible salvarla, había que eliminarla. Miré al doctor y le dije:
Esta bien, sin posibilidades de seguir viva, sáqueme esa muela cuanto antes!.

                                                          V
Cuando volví a casa era muy de noche, intente no hacer ruido
pero el timbre del teléfono despertó a mi esposa.
Soltó el teléfono y se deshizo en llanto, corrí a consolarla,
trate de abrazarla pero mi cuerpo atravesó el suyo.

                                                          VI
El hombre los miro asustado; incrédulo balbuceo una suplica ilegible, inaudible.
Los dos lo miraron: ella con rencor acumulado, el con odio contenido.
Cual cucaracha patas arriba el hombre forcejeo hasta la inutilidad.
La corriente lo arrastró. Los dos se abrazaron:
mama, se feliz sin mi papa, dijo el. Hijo, no mas abusos, gracias!, contesto ella.
Se alejaron por diferentes caminos.

                                                          VII
Hasta aquí llegamos dijo el sudoroso; por qué, le espetó ella a punto de llorar.
Lo sabias, te lo advertí. Si pero creí que teníamos mas tiempo, porque hoy? Justo hoy.
Lo siento, pero desde el comienzo lo acordamos. Y ahora que, dijo ella.
Bájate y ayudarme a cambiar la llanta, sabíamos que estaba pinchada.

                                                          VIII
Cálculo la distancia, supuso que no llegaría, un sudor frío lo invadió.
Miró alrededor, nadie lo observaba. Era decisivo moverse; ahora o nunca, se dijo.
Era peligroso, lo presentía pero avanzo despacio evitando ser detectado.
Llegó justo a tiempo, se sentó de prisa. Esta diarrea me va a matar, pensó.


                                                          IX
Se despertó sudorosa, asustada y desconcertada. Encendió la luz.
Que sueño tan real, tan vivido, aun le olía a sangre, fue por un vaso de agua.
Su esposo en el sueño la apuñalaba. Despertó justo cuando la daga penetraba su cuerpo.
Volvió al cuarto, se acostó, desarropo a su marido y con una risita irónica le dijo:
Cariño tu no me puedes apuñalar, me adelanté. Tapó el frío cadáver y se durmió junto a el de nuevo.


                                                          X
La persiguió garrote en mano. Ella en su alocada carrera supo esquivar los golpes.
Se quedo quieto esperando que un movimiento en falso la delatara.
La vio de nuevo al salir de su escondite, le arrojó el garrote, la muy ladina lo evitó.
La persiguió, corrían en zigzag, la alcanzó y de un seco golpe mató la cucaracha.


                                                          XI
Con la inocencia de la que ve al mundo por primera vez se dejó llevar al bosque,
el intenso verde de la foresta y el cantar de las aves la deleitaban al avanzar,
se acostó en la mullida alfombra vegetal mientras el lascivo hombre le susurraba al oído.
La inocente sonrisa congelada fue lo primero que vio el forense en la hojarasca el siguiente día.


                                                          XII
La relación hizo metástasis, paso del sexo al corazón y le intervino la voluntad.
Se entregó por completo, por entero. La insaciable, le decía; siempre dispuesta.
Sin preguntas la amo. Sin respuestas fue correspondido. Solo un defecto: la indiferencia.
Defecto que lo llevo a devolver la bella muñeca japonesa al fabricante.

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