La carta


Releyó la carta nuevamente, la dobló cuidadosamente y la ocultó en el fondo del armario, en un bolso viejo donde guardaba recuerdos que no le cabían en la memoria, que no quería retener pero tampoco olvidar. Quizo en un instante, en que por su mente se cruzaron los fatídicos presagios que contenía la carta, destruirla, pero se contuvo, supuso que si la quemaba estaría sellando su destino.

Se casó muy joven y sin mucho amor; por compromiso, por conveniencia de los padres con un hombre mayor que por supuesto le aseguraría el futuro económico. -El amor vendrá después, le había dicho su mama, -es cuestión de costumbre, de dormir juntos y criar los hijos; le sentenció su madre al final. Así fue, pasaron los años y llegaron los hijos. El ir y venir diario con el corre corre fueron construyendo y solidificando la relación; una especie de amor, de aceptación del uno por el otro, del macho proveedor y la hembra hacendosa que mantenía la casa en orden, que educaba los hijos y ademas cumplidora de los deberes conyugales. 

El contenido de carta se le olvido. Ni tan siquiera, pasados los años se acordó ni relacionó las constantes pesadillas que su marido recurrentemente tenia, con la profecía escrita muchos años atrás en la escondida carta. Soñaba su marido que estaba con unos amigos en un torneo de fútbol. Al terminar el torneo y al calor de los tragos decidían regresar a casa entrada la noche. El se subía al carro de un amigo adelante en el asiento del pasajero, la maleta de madera rectangular que siempre llevaba consigo cuando iba a los juegos como arbitro la colocaba en el asiento de atrás. Venían departiendo alegres y comentando los pormenores de los juegos cuando en una curva el conductor perdía el control del vehículo y se despeñaba por el barranco hacia el precipicio. El marido alcanzaba a abrir la puerta y saltaba justo a tiempo. En ese momento, fuera del sueño, el marido se lanzaba de la cama y caía al suelo estrepitosamente despertando a su mujer que acudía a socorrerlo. Al comienzo ella se reía un poco por la ocurrencia del sueño, con el tiempo y la continuidad de la pesadilla decidieron colocarle una reja de hierro a la ventana próxima a la cama para evitar que alguna noche saltara mas allá de lo usual y fuera a dar con toda su humanidad al jardín justo de bajo de la alcoba.

Una de esas mañanas en que desayunaban y comentaban del sueño el le decía que lo que mas le parecía inverosímil era que el carro era de color rojo y que como el trabajaba en seguros sabia que los carros rojos eran los mas propensos a accidentarse, por eso no los aseguraban casi o cobraban mas. El también siempre los había evitado.

Un fin de semana en el que tenían un torneo en otra ciudad y coincidía con el cumpleaños del marido, ella le dio el regalo antes del viaje; era un maletín de cuero mucho mas practico y elegante que la vieja maleta de madera forrada en cuerina que siempre usaba. Le dijo el marido, después de darle las gracias que la vieja maleta le servía de apoyo para escribir sobre ella sus notas del arbitraje de los juegos. Al verle la cara de desilusión que puso, le prometió que por esta ultima vez usaría su maleta y que para el próximo torneo estrenaría el regalo.

El domingo en la noche repiqueteo el teléfono de la casa a una inusual hora: cuatro de la madrugada. Cuando llegó al sitio del fatal accidente estaban subiendo los cadáveres desde el fondo del precipicio. Se asomó hacia la hondonada y clareando el día pudo distinguir un poco sumergido en el río el carro rojo donde viajaba su marido. Después le contarían los amigos que la maleta de madera la llevaba esta vez sobre sus piernas trabándolo  en el asiento y al caer por la cuesta se le incrusto en el abdomen impidiéndole saltar. La fatalidad no podía ser mayor; el marido moría justo el día de su cumpleaños.

Las siguientes semanas fueron devastadoras. Entre los tramites del entierro y los papeles legales no le quedaba tiempo para pensar en nada, caía rendida en la cama. Solo en las mañanas en la duermevela, en el frágil puente que atraviesa el espíritu para conectarse con la realidad sentía el vacío en la cama, el etéreo frío de la alcoba que le calaba los huesos y la hacia sentir infinitamente sola, abandonada, inconsolable.

Casi pasado un mes del infortunio le llegó un documento del banco que le daba un plazo prudente para desalojar el apartamento donde vivía, pues el difunto había dejado de pagar la hipoteca. Se volvió histérica, vociferaba improperios y maldiciones al ausente marido. Lo llamaba, le gritaba a cuanta foto de el encontraba. Qué como era posible que la dejara en la calle, en la inopia. Que se hubiera muerto era lo de menos, le grito un día, -ya estaba viejo. Pero que se encontrára sin nada era otra y por eso se sentaba en el sillón que el usaba para leer el periódico y desde ahí blasfemaba, despotricaba y lloraba inconsolable.

Una de esas tardes en que la voz ya no le salía de tanto denigrar llegó la hija con una amiga, la vieron en el sillón, despeinada, ojiinchada y fuera de si misma. La hija se acercó a consolarla pero la amiga la detuvo y le dijo: -espera, no te acerques que tu papa esta ahí, al lado de tu mama-. Frenó en seco, se devolvió, miró a la amiga y volteo a ver a su mama y la vio sola en el sillón. -ahí esta el al lado de ella, tu mama no lo deja ir, esta sufriendo mas que ella, me esta diciendo que lo siente mucho, que un mal negocio le hizo perderlo todo, pero que  tu mama tiene que perdonarlo y soltarlo para el poder avanzar. La mama se levanto del sillón como impulsada por un resorte y quedó junto a ellas mirando hacia el sillón vacío.

Acordaron, para la semana siguiente realizar una sesión de espiritismo para invocarlo y despedirlo. La hicieron en la noche, se sentaron al rededor de la mesa del comedor, apagaron las luces y encendieron unas cuantas velas al rededor del lugar. Las sombras se alargaron y los rincones se ennegrecieron, se tomaron de las manos, cerraron los ojos y la amiga de la hija comenzó a invocarlo pidiendo permiso a los seres de luz del mas allá, a las entidades fantasmagóricas del mundo de las sombras. Una corriente de aire gélido entro por la ventana y por un segundo las tenues velas chisporrotearon en un desesperado intento por permanecer encendidas. -ya esta aquí, susurró la amiga. Abrieron los ojos, los rostros, contrastados en un amarillo pálido y negro mostraban una imagen cadavérica. El suave ulular del viento afuera rompía el sepulcral silencio del cuarto. -Te esta diciendo que por la ira y la rabia que te consume lo tienes atado al mundo terrenal y el ya no pertenece aquí,- comenzó diciendo la amiga con una voz pausada y un poco gutural. -Que debes perdonarlo, soltar las amarras que lo anclan a tu puerto y como un barco dejarlo ir, que las velas se izen y lo lleven a alta mar y se pierda en el infinito océano del mundo espiritual para que siga avanzando en su periplo por el universo,- terminó diciendo. Las lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y con ellas rodaban recuerdos, salían penas, expulsaba dolores, caían amarguras, derramaba en lagrimas las tristezas, y a medida que lloraba, soltaba la pesada carga y se alivianaba de la ira, de el dolor y comenzaba a invadirla una paz, un sosiego que hacia tanto no sentía pero que la tranquilizaba y la transformaba. -Te perdono, adiós, vete-, fue lo único que sus labios pronunciaron antes de que las velas se apagaran.

Frente al armario, rebuscando papeles para darle al abogado y tratar de resolver lo del apartamento, cayó el bolso al suelo y de el asomó la esquina de un sobre un poco amarillento por el paso de los años. Era la carta; le temblaron un poco las manos al recogerla, mas de pronto los recuerdos y la profecía se le clarificaron en su mente tomando sentido. Desdobló la carta y el contenido de la predicción se le reveló ante sus ojos. Fue a los quince años, se acordó muy bien, estaba con su mama en una feria de temporada, de esas caravanas itinerantes que van de pueblo en pueblo, llevando en su inventario payasos descoloridos, trapecistas y malabaristas enclenques, leones sin melena y elefantes muecos, ademas de la infaltable pitonisa vieja, arrugada y certera. Había sido ella, la adivinadora que con su voz ronca y tabaco siempre humeando en la boca le había vaticinado el futuro mientras lo escribía en un papel. -Esta carta la guardaras por muchos, muchos años, le había dicho la bruja, - la leerás dos veces y después la quemaras. Así era, esta era la segunda vez que la leía y de seguro después la quemaría. 

Repasó la carta, leyendo entre lineas los párrafos y los momentos que había vivido y que se habían cumplido proféticamente: “te casaras muy joven con un hombre mucho mayor y tendrás dos hijas”, sentenciaba un párrafo. En su momento no le dio demasiada importancia a este vaticinio, era muy joven y a esa edad en lo menos que pensaba era en casarse y tener hijos. Ahora la profecía estaba cumplida. Se saltó unos cuantos renglones para detenerse en otro: “son dos los hombres que tendrás por esposos y ambos morirán, el primero en un accidente en un carro rojo y el segundo de cáncer”. Aquí se detuvo un poco y se le salieron las lagrimas. Otro vaticinio cumplido, pero apenas llevaba un matrimonio y no pensaba casarse de nuevo. Será que esta vez quemando la carta puedo forzar el destino y cambiarlo, pensó mientras se secaba las lagrimas. Una ultima advertencia en el ultimo renglón: “ambos morirán el día de sus cumpleaños”. Quemó la carta.

Afuera una pertinaz nevada encalaba los altísimos bloques de edificios que circundaban el Montreal General Hospital, adentro el medico les explicaba con una seriedad inusitada que la enfermedad podían combatirla con un buen tratamiento y una mejor respuesta del paciente. Antes de tomar el ascensor ella buscó el celular en su bolso y no lo encontró, supuso que lo había dejado en el escritorio del doctor, le dijo a su marido que regresaba a buscarlo, que lo esperara. Al volver le dijo al doctor que le hablara con la verdad. La verdad era que el cáncer lo había invadido que a lo mucho le quedaban tres meses de vida. Al regresar tomó a su marido del brazo, bajaron por el ascensor, salieron a la calle, lo abrazo y le dijo: -tenemos que hacer algo especial, en dos semanas es tu cumpleaños y hay que celebrarlo a lo grande.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Turquia - Un pais magico (Parte 1)

Los fans de Messi

Con buen hambre no hay pan duro