Jugando a ser investigador privado


Le pasé el sobre con las fotos que mostraban a su esposo siendo infiel. Las revisó una por una, fotos en el carro con la amante, besándose en una cafetería, en un parque y la mas reveladora saliendo de un motel. Las depositó sobre la mesa, le temblaban las manos. Se secó un par de lagrimas que tímidamente brotaban de sus ojos. -Lo sospechaba-, me dijo. Se levantó y se dirigió al bar, sirvió dos copas de licor, volvió hacia mi y pasándome la copa me dijo: -es un trago amargo, tengo que pasarlo con algo fuerte, se sentó a mi lado y se bebió la copa de un solo jalón, se levantó nuevamente dirigiéndose hacia el bar. Tuve tiempo de observarla mientras caminaba, estaría en los 45 o mas, era alta y de piel blanca, llevaba un vestido oscuro ceñido al cuerpo que le resaltaba las curvas, sus piernas aunque un poco llenitas de carne conservaban firmeza y los glúteos uno al lado del otro se movían acompasados al caminar luciendo toda la voluptuosa redondez. Al volver hacia mi, de frente noté que aun lagrimeaba y que el nerviosismo la dominaba un poco, me levanté para ayudarle con las copas, las deposité sobre la mesa y de repente se dejó caer sobre mis brazos sollozando, la abrace para consolarla y decirle lo único que se me ocurrió, que era una mujer muy joven, muy bonita y que habría mas de un hombre que desearía compartir la vida con ella. Levantó la cara y me miró de frente, sus oscuros ojos enrojecidos y el alborotado pelo sobre la cara la hacían lucir deseable, me dijo: -usted cree joven, aun atraigo?. La sentí mas pegada a mi cuerpo y ese contacto y esa piel y ese rostro y esa boca entreabierta despertaron mi virilidad. Ella lo sintió, reaccionó instintivamente soltándose un poco, la dejé ir apenado pero al momento se fusiono mas y me dijo ofreciéndome los carnosos labios, -le voy a pagar con la misma moneda-. A lo lejos, arrastradas por el viento entraban por la ventana las notas melodiosas de Alci Acosta cantando “El contragolpe”. Salí del apartamento pasada la media noche con la plata del pago por las fotos y sin creer en el banquete de lascividad y lujuria que me había dado. Fui el instrumento de su venganza.

Por aquella época, en los 70’s tenia la pasión de la fotografía en blanco y negro dominando mi tiempo libre y aprendiendo de lentes, cámaras, revelado manual en cuatro oscuro, andaba siempre con mi cámara al cuello, una Nikon F2 . En una de esas caminatas por un parque se me acercó una señora bajita y un poco gordita, con timidez me dijo si quería ganarme unos pesos extras. Era muy sencillo; sospechaba que el marido le era infiel y buscaba una prueba concreta para el divorcio. Me dio todos los datos, era banquero, salía del trabajo a las 5pm y llegaba a la casa a eso de las 10 u 11pm, era fácil seguirlo, usaba el transporte público, seria un trabajo sin dificultades. Acepté, me entregó una foto del tipo y me adelantó plata para comprar la película fotográfica adecuada, usaba película de 800 ó 1000 ASA de sensibilidad alta que permitía tomar fotos con escasas condiciones de luz y era, por supuesto mas costosa. Con nerviosismo pero decidido seguí al tipo desde que salió del trabajo. Caminó unas dos cuadras hasta llegar a un parque, se sentó en una banca y se entretuvo leyendo el periódico mientras de reojo miraba hacia enfrente donde estaban ubicadas unas oficinas de doctores. Al rato salió una muchacha, levantó la mano para saludarlo, el dobló el periódico, se paró y caminó de prisa hacia ella con una sonrisa en el rostro. Se abrazaron y el la besó. Fue muy sorpresivo, no tuve tiempo de reaccionar, estaba escondido detrás de unos arbustos y mientras encendía la cámara, miraba por el visor y enfocaba se terminó el beso y siguieron caminando juntos. Los seguí desde atrás, tome una que otra foto pero no eran muy comprometedoras, caminaban y conversaban. Unas cuadras mas y entraron a un edificio de apartamentos, le tome una foto al edificio y me senté a esperar. Dieron como las 11 de la noche y el tipo no salió, me canse y me fui para la casa.

Al siguiente día, con un amigo que seria mi compinche en esta aventura y otras, pasamos por el edificio de donde había salido la amante, entramos y justo, en la recepción estaba ella. Mi amigo se acerco preguntando por un doctor imaginario y entre charla y charla le saco el nombre, socarronamente le preguntó si era hija de un tal (dijo un nombre ficticio usando el apellido de ella), la muchacha ingenuamente le rectifico dandole el verdadero nombre del papa. Pasamos luego por el edificio donde vivía la muchacha y miramos en el indice de arrendatarios, ahí estaba el apellido timbramos y mi amigo pregunto si ahí vivía la susodicha, -de parte de la floristería, que le llegaron unas flores,- dijo mi amigo. Nos abrieron la puerta, entramos, eran como las cinco de la tarde, nos dispusimos a esperar. Media hora mas tarde salió un señor que se nos hizo muy parecido a la muchacha, llevaba un overol de trabajo y una lonchera, supusimos que el papa trabajaba de noche y la mojigata aprovechaba para subir a su amante casado y calmarle las ansias sexuales. Dicho y hecho, al rato entraron muy acaramelados, en medio de risas besos y tocadita de nalga. La de fotos que les hicimos daban para un álbum completo y causal de divorcio. Trabajo hecho.

Mi primer trabajo de detective privado había resultado fácil. La señora me presento mas amigas en la misma situación, casi todas eran amas de casa con maridos ejecutivos, en edades de los 40 en adelante. Nos divertíamos a lo grande siguiéndolos. Unas muy serias me pagaban y se quedaban solas lamiendo su dolor, otras muy socarronas buscaban un poco de atención, además de venganza y yo era su instrumento inmediato, se entregaban a mis brazos sedientas de desquite, de sacarse de adentro esa ira contenida, esa rabia acumulada por los celos y la traición. A muchas la situación no les cambiaba, tenia hijos, no trabajaban, dependían económicamente del marido y un divorcio las dejaría a la deriva. Seguramente con el tiempo se conseguirían un amante que les llenara el vacío que se les iba acrecentando en el matrimonio. 

Unas cuantas, el encargo era llamarlas justo en el momento que estuvieran con sus amantes. Hicimos llamadas desde los moteles o discotecas, allá llegaban las ofendidas, furiosas, insultando, vociferando y se armaba el despeluque, por un lado salían las amantes huyendo despavoridas y en la prisa dejaban tacones y hasta el bolso regados por el piso. Por otro lado los asustados maridos se las ingeniaban para esquivar golpes, arañazos y cuanto objeto la mujer encontraba a su paso para lanzarles.

Una vez el encargo fue de una mujer joven, unos 26 años, de pelo muy corto, cara de facciones finas, de piel trigueña y un cuerpo monumental. Al conocerla no pude entender por que un hombre con solo un año de casado le era infiel a ese espectáculo de mujer. El marido era taxista, también joven, alto y bien parecido. Nos fue muy difícil acecharlo pues todo el día se movilizaba en el taxi por su trabajo y no sabíamos como seguirle la pista. Un día en el que de casualidad lo encontramos en una zona donde iban los taxistas a lavar los carros y se reunían vendedores ambulantes, ladrones, prostitutas, proxenetas y cuanta alimaña existía en la ciudad a ofrecer sus servicios y cobrar deudas. El hombre mientras le lavaban el carro conversaba con los colegas y jugaban a la moneda en el suelo, después se entretuvo conversando con un muchacho y al terminar se fueron juntos. Ese día mi papa me había prestado el carro y prontamente nos aprestamos a seguirlo. No fue muy lejos, a dos cuadras había un motel, el muchacho antes de entrar se cubrió la cabeza con una pañoleta aparentando ser una mujer, así entraron y así salieron y así quedaron registrados en las fotos. Dude muchas veces en tocar la puerta de la casa de la pobre esposa, pues la noticia la iba a desmoronar y me dolía ser yo el portador de semejante mala nueva. Al abrir la puerta ella vio en mi rostro el presagio del infortunio. -Tan malas son- me preguntó. Le entregue el sobre, -no quiero abrirlo-, me dijo, -tengo miedo,- voy por su pago,- dio media vuelta y salió de la sala. Estaba mas nervioso yo que ella, esperarla se me hizo eterno, por fin regreso con el sobre del pago en la mano, me lo entregó, me dio las gracias y nos despedimos.

La casa estaba ubicada en uno de los mejores barrios de Cali. -Me lo han recomendado muy bien- me dijo la señora después de recibirme en el lobby de la casona. El lujo y la abundancia se veían por doquier, en el garaje había un Mercedes Benz y una camioneta todo terreno. La señora, vestida elegantemente, muy emperijoyada y maquillada fue clara y breve. Teníamos que ser muy discretos y andarnos con cuidado, el marido por la envergadura de sus negocios estaba muy protegido y de por si era desconfiado, pero, nos recalco, se reúne en estos sitios muy frecuentemente. Me entregó una lista de restaurantes, clubes sociales y bares.

Me reuní con mis amigos y les expuse el negocio, nos sedujo la plata y decidimos aceptar el trato. Al tipo era imposible acercársele, mucho menos seguirlo. A los sitios que frecuentaba no nos permitían la entrada ni por la puerta de adelante ni por la del servicio. Casi siempre se movilizaba en un carro con chofer y esas fotos desde muy lejos no servían para nada. Decidimos comprar un lente de 1000mm Nikon, era muy potente, serviria para tomar las fotos desde muy lejos, pero la apertura muy limitada exigia buena luz; un 5.6f. El tiempo pasaba y nos estábamos desesperando, la señora me llamaba cada semana para exigirnos un reporte de actividades, no estaba muy satisfecha con nuestros servicios. Una noche logramos verlo en un restaurante sentado en una mesa ubicada en la terraza del sitio, estaba expuesto, era ahora o nunca. Lo acompañaba una muchacha muy bonita y elegante, el de vez en cuando le tomaba la mano y se la acariciaba. Desde nuestra posición, al otro lado de la calle en el carro de mi papa tomábamos foto tras foto. En un momento dado le le quitó un mechón de pelo que le caía en la cara y le acaricio el mentón, eran buenas fotos, estábamos contentos, por fin tendríamos algo que ofrecerle a la señora.

El tipo salió del restaurante y se enrrumbó por la calle en su carro con chofer, avanzamos a corta distancia siguiéndolos, la avenida estaba desierta,. Adelante el carro de el, atrás el nuestro y detrás del nuestro dos camionetas. En un momento dado, las camionetas se adelantaron, nos cerraron el paso y de los vehículos se bajaron unos individuos armados hasta los dientes que nos amenazaron en medio de gritería e insultos. Entramos en pánico, abrieron las puertas, a empujones y golpes nos bajaron, uno de ellos se apoderó de los equipos fotográficos. En medio del caos no habíamos notado que el carro del sujeto también se había detenido, el hombre estaba parado en frente de nosotros. Se acercó con curiosidad a mirarnos, temblábamos de susto. -Son unos muchachos- le dijo uno de los guardaespaldas, -no están armados,- reafirmo el otro. El hombre se acercó con mas confianza, nos miró uno a uno lentamente y dijo: -quien va a hablar primero?-. Aun si quisiéramos hablar de nuestras bocas no salían palabras, no podíamos articular sonido alguno, estábamos mudos, en estado de pánico, solo esperando oír los disparos que acabarían con nuestras cortas vidas. -Bajen las armas y suéltenlos- ordenó el hombre. Ellos obedecieron y le entregaron al hombre el maletín fotográfico, el hombre no lo tomó, sólo les ordeno que lo destruyeran. A ti te reconozco me dijo, has estado en mi casa en dos ocasiones conversando con mi esposa, ella fue la que te ordenó este trabajito de seguirme, que ingenua y que estúpida,- dijo. -Los ha metido en un gran lío muchachos-, recalcó y caminó con las manos cogidas hacia atrás, mientras nos miraba de arriba a abajo. -Muchachos, dijo. -por esta vez se han salvado, no saben con quien se han metido y me han cogido en buen modo, estoy con mi hija en el carro y solo por ese motivo les perdono la vida.-, -Déjenlos ir- les ordenó, mientras nos daba la espalda y se alejaba, -Si patron le contestaron casi que en coro los matones. Mi amigo, cuando nos estábamos llendo tuvo el valor de preguntarles, -¿quien es el?-. “Don Efra”, contestaron.

Hasta ese momento nos llego el negocio de detectives privados. A los años viaje a Nueva York y con el tiempo supe que “Don Efrain”, uno de los capos mas sanguinarios Del Valle del Cauca lo habían matado en una cruenta guerra de carteles, en su época no perdonaba a nadie, el mismo les daba el tiro de gracia a sus enemigos, nos habíamos salvado de milagro.









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