El adiós

Se quedo viéndola fijamente, como cada vez que deseaba grabar en su memoria una expresión, un rostro, un momento importante de su vida; escudriñando detalles como lunares, pecas, pliegues en el rostro, concentrándose en algo que, en un futuro cuando quisiera recordar solo tuviera que pensar en eso para que a su memoria llegara la escena con toda su vivacidad y no en una nebulosa como muchas veces le había pasado.

Volvió y la contempló, era bella, de facciones finas, nariz perfectamente alineada con sus verdes ojos enmarcados en unas bien cuidadas cejas color castaño claro. Recorrió lentamente su rostro con la mirada, se detuvo en sus ojos, penetrantes, húmedos, tal vez a punto de llorar, supuso. Su boca, carnosa, rosada, con el labio inferior entreabierto mostrando los blancos dientes como perlas que invitaban a besarla, a mordisquearla…, pero se contuvo.

Entrelazó los dedos en la rubia cabellera y le cubrió el rostro con el dorado pelo; le gustaba verla así; el húmedo cabello cubriéndole parte del rostro, cayéndole en mechones, la cara semi oculta hablándole con la mirada, con su expresion de abandono en la cama, sintiendo el temblor de su cuerpo desnudo.

Bajó la mirada al cuello y se detuvo en sus pechos. Trato de acordarse cual había sido la primera vez que los vio, que los liberó del sostén y se mostraron en todo su esplendor ante el; níveos, firmes, rematados en una rosada cúspide. No se acordaba el momento en que los vio. No importaba, estaba grabando en su memoria este adiós, este irrepetible instante, esta ultima vez.

Su vista recorrió la hendidura que bajaba muy sutilmente por el vientre llegando al ombligo y de ahí a una pequeñísima hilera de vellos dorados que terminaban en ese bosque, en esa mullida alfombra de dorado musgo que enmarcaban sus muslos. Recorrió, al mismo tiempo con el dedo ese vientre, que comenzó a moverse acompasadamente con los pechos que subían y bajaban al ritmo de una respiración cada vez mas agitada. Quitó la mano, no era conveniente, era una despedida.

Ella volvió y le preguntó, cogiendo su mano para que prosiguiera la caricia: "¿Entonces, como quedamos?" El apartó la mano, ya había hecho demasiado con subir al apartamento a despedirse y terminar haciendo el amor. Se incorporo para sentarse en la cama, sintió nuevamente las hormonas bombear sangre a su dormido falo, se detuvo, intento acostarse; "que carajo, estos momentos son irrepetibles, disfrutemos ahora que puedo". Pero no, el sabia por experiencia propia que esas despedidas con encuentros sexuales se iban postergando en nunca más inconclusos, en adioses frustrados y "Ah! mal que terminaban".

Se dirigió a la nevera y sacó una botella de agua, la iba a destapar pero ella se le adelanto y le dijo: "En el congelador están las cervezas bien frías que tanto te gustan, tomate una, la ultima, a mi nombre". Si, hacia falta una cerveza bien fría para tomar valor y decirle lo que tenia que decirle; ella le había dado un ultimátum y hoy se cumplía el plazo. Para ella el haber hecho el amor significaba una respuesta positiva, para el una señal de debilidad, de falta de control y de querer hacerlo por ultima vez sin importarle los sentimientos de ella.

Se apuro uno sorbo largo que le bajó por el esófago enfriando su cuerpo. Miró por ultima vez el apartamento. En realidad era un pequeño estudio de un segundo piso ubicado en el Bajo Manhattan, Nueva York, el lo había rentado para ella hacia tres meses, dos semanas después de conocerla. Dos semanas en las que esos ojos verdes de mirada insinuante, ese menudo cuerpo de caminar provocativo lo habían enloquecido, hasta el punto de olvidarse quien era y ya era tiempo de parar esa relación.

Fue en esa segunda semana que ella había llegado a la oficina como directora de ventas en la que habían salido con los compañeros a celebrar algo, tal vez algún triunfo de la selección Colombia o algo parecido. El estaba en la oficina atareado y lo habían invitado; ella personalmente le había dicho: "Venga con nosotros un rato, diviértase que le prometo traerlo yo misma mas tarde a la oficina para que siga trabajando". Aceptó a regañadientes pues estaba realmente ocupado, al salir la fría brisa de otoño le golpeo el rostro despertándolo del aletargamiento que producía trabajar todo el día en le computadora.

Se tomo unos cuantos Vodkas para calentarse. Sus compañeros bailaban animadamente y ella era la atracción del momento; con un pequeño vestido rojo pegado al cuerpo terminando mucho mas arriba de las rodillas dejando al descubierto unas torneadas y bronceadas piernas que movían su estilizado cuerpo con el característico ritmo cadencioso y sensual de las latinas. Todos querían bailar con ella, menos él que comenzaba a impacientarse por volver a la oficina y seguir trabajando. Se estaba levantando para irse cuando ella llegó, lo cogió de la mano y lo llevó al centro de la pista de baile. Era una pieza de salsa romántica de los años 70 u 80, el no era muy buen bailarín pero se arriesgó a llevarle el paso. Apenas le puso la mano en la cintura sintió el delgado talle de la muchacha vibrar al ritmo de la música; la delgada cintura, el pequeño vestido empapado de sudor, sus dedos sintiendo los huesecillos terminales de la columna vertebral lo estremecieron, se inquieto un poco y trato de concentrarse en el disco para no perder el ritmo y no en ese cuerpo que cada vez mas lo sentía provocativa y peligrosamente cerca.

Salió sofocado de la discoteca cuando atrás, a sus espaldas oyó la voz de ella que le decía: "Yo prometí devolverlo a la oficina y eso voy a hacer, venga lo acompaño y lo devuelvo a su rutina". Sintió un extraño nerviosismo, el sobretodo negro que lucia ella contrastaba hermosamente con el dorado pelo y la blancura del rostro, la miró tratando de contener la excitación que le producía su compañía. "No, quédese con sus compañeros, yo camino, la noche esta bonita y fresca", se acerco mas, lo cogió del brazo y le dijo socarronamente: "promesa es promesa, lo prometí y lo cumpló". Caminaron riendo, había nevado la noche anterior y aun las calles conservaban partes de nieve que convertida en hielo hacían difícil para ella caminar con los elevados tacones que usaba. Se aferraba a el, se apretujaba a su cuerpo, el la sentía, ese frágil cuerpo de mujer joven, tal vez en la veintena de su vida, fresco, tibio, peligroso, deseable e insinuante se le arrimaba, se le colgaba a su brazo y el trataba por todos los medios de ignorarlo, de rechazarlo.

Llegaron. Por fin, pensó, tenia ganas de prepararse un café bien caliente que lo reanimara y terminar el trabajo pendiente, trato de despedirla en la puerta, pero ella insistió en subir a la oficina, estaba cansada y quería pedir un taxi que la llevara a su casa. Subieron, se quito el pesado y negro abrigo y volvió a quedar en el ceñido vestido rojo, "yo preparo el café" dijo mientras se dirigía a la cocina de la oficina, el se sentó frente a la computadora para continuar su labor. Apenas estaba prendiendo la computadora cuando ella lo llamó, no alcanzaba la bolsa del cafe que estaba en unos estantes altos, el fue en su ayuda. La cocina estaba situada en un estrecho pasillo que conducía a los baños, el se empino para coger la bolsa del café, ella quedo justo debajo de el mirando hacia arriba, bajó la mirada y se encontró con esos verdes ojos, resplandecientes como esmeralda a contraluz que lo miraban fijamente. El magnetismo de esa mirada lo electrificó, bajo la cara hasta quedar a su altura, sintió el tibio aliento que aspiró; era dulce con un toque de licor al final, se le aceleró el corazón, soltó la bolsa de café y la agarró por la cintura. Su frágil cuerpo se entregó a sus manos, su jugosa boca se dejó libar, el rojo vestido cayó al piso y terminaron fusionados en una sola e intensa explosión en el sofá.

No habían parado desde entonces; hambrientos animales copulando, de insaciable apetito, fieras devorandose en sus deseos,  consumiendose en sus pasiones,  entregándose en cualquier lugar, en el baño de la oficina cuando coincidían, en el carro, donde sus miradas se encontraran, siempre había un lugar oculto donde calmar esa sed, esa libido ansiosa, esas ganas que los dominaba.

Pero el sabia que ese tipo de relaciones volcánicas, explosivas e intensas tienden a menguar, a languidecer pues solo viven el momento, la intensidad decae con el tiempo, se pierde el interés y se comienza a buscar otro fogonazo para hacer saltar la chispa de la pasión en otros cuerpos, en otros encuentros con diferentes personas. Lo sabia y lo estaba sintiendo, el momento había pasado, era hora de partir. Pero se había involucrado demasiado, se había atrevido, craso error, a pagarle el estudio donde vivía, la había hecho su amante oficial y sabia lo difícil que seria soltarla.

Dejó la cerveza que se estaba tomando sobre la mesa y comenzó a buscar ropa para vestirse. Ella se sentó en la cama, flexión sus piernas sobre su pecho y las abrazó. El la vio indefensa, sola, desnuda y desprotegida, ella dejo rodar una lagrima por sus mejilla, el le acababa de decir que era el final, que no se volverían a ver mas, que era lo mejor, que era mucho mayor que ella y que ella necesitaba un futuro diferente no una vida en las sombras, lo único que el podía brindarle.

Al verla así, en la cama sintió un fuerte impulso de abrazarla, de decirle que no, que era mentira, que el la iba a cuidar, que no la iba a dejar sola. Nuevamente contuvo ese impulso y comenzó a vestirse lentamente. Le dolía, algo se le desgarraba por dentro, hubo pasión, sexo adictivo, y eso como una droga lo dominaba, lo controlaba y desintoxicarse le llevaría tiempo, dolor y voluntad, mucha voluntad.

"Piense bien lo que va a hacer", oyó que ella le dijo. "Le prometí compartir mi vida con usted, trabajar a su lado hombro a hombro, ya sabe que soy muy emprendedora, laboriosa y no retrocedo ante nada". Si, lo sabia y todo eso el lo había sopesado, podría  legar a ser una buena compañera, construir un futuro juntos. Pero faltaba algo, algún tipo de conexión que no tuvo con ella, algo no encajaba en esa relación. "En el momento en que cruce esa puerta nuestros caminos se abrirán y tomaremos rumbos diferentes; se arrepentirá de haberse ido, además le puedo dar el hijo varón que tanto a deseado, piénselo, no me haga tomar decisiones extremas".

El cerró la puerta y salió apurado, sabia que estaba a punto de ceder, de quedarse y recomenzar una nueva vida a su lado. Ya en el carro lo primero que hizo fue borrar el teléfono de ella en la lista de contactos del celular. "Es mejor así", pensó, "para evitarme tentaciones". Esa noche durmió mas tranquilo en casa en compañía de su esposa y sus tres hijas. Solo en la mañana al ver a sus tres hijas riendo en la cocina se acordó de lo del hijo varón.

La llamada telefónica en la oficina lo sobresaltó: "Si soy yo, como? no! esposo no, sólo un amigo. Qué!…, cual hospital, que dice?, un aborto…?, dos varones de 3 meses? muertos…?, y ella?, también…?, no resistió el degrado?, imposible!, ayer no mas estábamos…. La gritería y el alboroto en la calle lo hicieron asomarse a la ventana. "Baja que estamos retrasados el vuelo sale en 2 horas", le gritaban su esposa y las hijas desde el carro. Solo en ese momento se acordó que en la tarde salían de vacaciones para Europa por un mes.







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