Un lejano recuerdo (carta a la prima)

Viendo los dos nombres juntos; el de tu papa y el de tu hermano, se me vino a la mente la magnitud de la perdida de tus dos seres queridos, no se la fecha de la partida de ambos, si fue cerca o lejana la una de la otra, pero sumadas pesan, duelen y dejan un vacío difícil, sino imposible de llenar.

Se me antojó escribirte algo, no para mitigar tu dolor no, sino para compartir contigo un poco de las vivencias y recuerdos que tengo de mi tío. De tu hermano no guardo muchos recuerdos, tal vez ninguno, en mi mente se dibuja y cobra vida un muchacho grande y blanco de aspecto bonachón, de risa fácil, buenos modales y maneras educadas. Muy poco lo vi, de niño cuando tu papa los llevaba a la finca en Rioclaro o íbamos a tu finca en Carboneral lo veía corretear y jugar como todo niño en sus primeros años, igual que te veía a ti un poco alejados de sus otros primos, tal vez sobre protegidos por tu mama que con sus alas de gallina protectora cuidaba a sus indefensos polluelos.

Por mas que trato de transportarme al pasado mi mente no dibuja su rostro, se me pierde en la bruma de los tiempos idos, solo me queda tu papa, mi tío Gilberto del cual si guardo muchos recuerdos gratos y anécdotas que contarte.

De mis tíos, tu papa y mi tío Alfredo fueron, los que con el tiempo llegué a admirar y apreciar mas, ambos trabajadores incansables, sin horarios de entrada o salida, a sol y lluvia haciendo lo que habían aprendido a hacer, cuidar y administrar sus fincas. De rostros y manos fundidos en bronce por el sol y la intemperie, siempre oliendo a campo, a rocío de la mañana, a ordeño y bruma tempranera.

A pesar de que me aleje de la familia a muy temprana edad y me fui a otras tierras a probar fortuna, me lleve, en mis recuerdos y en mi corazón pedazos de de mi infancia y parte de mi juventud, vivencias que aún, ya en el ocaso de mi vida las cuento a mis amigos y son el bagaje fundamental de mi cultura y tradición, lo que me identifica como el ser que soy hoy en día.

Siempre que alguien por acá dice; "tan buena persona fulano o mengano", mis hermanos y yo siempre respondemos: "como decía mi tío Gilberto: vivi con ella o vivi con el y después me contas". Tu papa lo decía siempre y es tan sabia esa frase, que  a través de mi vida la he experimentado con varias personas.

Cierro mis ojos y comienzo a restarle hojas al almanaque para situarme en Carboneral, siendo un niño, me veo contigo y mis otros primos, junto con mis hermanas jugando en el riachuelo que corría por tu finca, aquel pequeño hilo de agua arenosa que atravesaba los guaduales y potreros de la hacienda; estamos chapoteando y tirandonos arena mojada, escapando un poco del calor estival de la tarde, al fondo se dibuja la imponente figura de mi tío; botas pantaneras, pantalón café oscuro, camisa de cuadros empapada en sudor, sombrero de paja gastado e igual de sudoroso como su cuerpo. Esta vez esta con el barreton en la mano tratando de arreglar un cerco de alambre de púas que el tiempo y el ganado han ido deteriorando. Grita desde allá que nos cuidemos que no juguemos brusco, poco caso le hacemos y seguimos con nuestra algarabía y diversión.

Al rato  llega Irma, tu mama, con los viandas de la tarde, una refrescante limonada para tu papa y para nosotros frutas, de esas que tan generosamente se daban en Carboneral y que devorábamos con la ansiedad y avidez propias de los muchachos en desarrollo.

Se me entrecruzan muchas imágenes de mi tío; en el corral, enseñandome a ordeñar y riendose a carcajadas de mi torpeza al coger las rugosas y ásperas ubres de la vaca en mis manos, corriendo asustado cuando pasaba debajo de los nidos de avispas (que tu casa en Carboneral tenia muchos) y que mi tío, con una rama los molestaba para que las avispas salieran de su nido con sed de venganza buscando al culpable de su impertinencia.

Ahora vamos en la camioneta verde que tenia mi tío de palanca al piso, no me acuerdo el modelo ni el año, pero voy en la mitad del asiento, mi tío manejando y mi papa en la ventanilla, voy soñoliento, arrullado por el continuo ronroneo del motor del carro, solo me despiertan los tumbos que da la camioneta al pasar por el destapado terreno por el que circulaba. Van serios, acongojados, maldicen, reniegan y golpean con su puño cerrado la carrocería del carro al hablar, días atrás nuestro otro tío, Jaime "el loco" había optado por poner fin a su existencia tratando de pegarse un tiro de escopeta en la cabeza y le echaban la culpa a su esposa (otro nombre que se me escapa), a su infidelidad, la insultaban con rabia para luego compadecer a "mi hermanito, tan bruto como hizo eso, si estaba tan bien en los negocios con su compañía de Transportes Rodar". Yo cerraba mis ojos y mi mente tratando de no grabar ese momento en mi, los veía tan indefensos, tan derrotados ante la magnitud de la tragedia, dos colosos que era como los veía desde mi perspectiva de niño, desmoronandose ante mi, que solo quería desaparecer de la escena, pero no, los momentos trágicos y conflictivos dejan huella, se graban para siempre en nuestra memoria, esculpidos en piedra, como los diez mandamientos para recordarnos lo frágil y efímera que es la vida y lo insignificantes que somos ante el universo, un destello, un flash que dura un segundo y luego desaparece para siempre.

Ya mas adelante cuando era mucho mayor, poco antes venirme para este país, pasaba de vez en cuando por San Nicolás, al medio día y los encontraba en alguna tiendecita del barrio tomandose sus tinteros o su canequita de aguardiente. Llegaba y compartía con mis tíos un rato; sus estridentes risas, sus voces fuertes y sus ademanes toscos llenaban el ambiente, mi tío Gilberto, el mas sarcástico de todos le "sacaba pelos hasta a una calavera", mi tío Alfredo "el mudo" hablaba poco pero su risa inundaba el lugar de alegría, mi tío Adolfo "el cotudo" siempre me pasaba su brazo sobre mis hombros y me llevaba aparte para darme algún consejo, mi papa "chopito" era el enamorado, piropeaba a cuanta mujer pasara por su lado fuera gorda, flaca, bajita o alta. El lío fuerte se formaba a la hora de pagar la cuenta, sacaban las uñas, las mil disculpas, los "me tengo que ir ya", "paga vos que ayer no pagaste". "prestame ahí que después arreglamos", "cuanto me debes vos? para que pagues por mi". Yo me sentaba sobre unos guacales de cerveza a oirlos alegar, encenderse, enojarse para luego sacar de sus bolsillos pesitos y hasta monedas para completar la cuenta. Una que otra vez, de tanto oirlos recatear, pague la cuenta para ver si se calmaban entonces mi tío Gilberto me llamaba aparte y me decía: "mijo no sea pendejo para que pago si ya ibamos a pagar, es que no conoce sus tíos todavía"  y soltaba su carcajada al tiempo que se subía al jeep y se alejaba.

Otro de los momentos que quedo grabado en mi memoria fue el día en que dos tipos tuvieron un altercado con mi papa en la calle y se fueron a los puños, uno de ellos agarro a mi papa por los pies y lo tumbo de espaldas dandose un golpe en la cabeza que lo descalabro, en la trifulca llego la policía y los arresto. Mi papa llego sangrando a la casa y al momento apareció mi tío Gilberto pues si algo tenían mis tíos era esa solidaridad indestructible que da los lazos de sangre a las familias hispanas y que, desafortunadamente no heredamos muchos de los primos. Llegando a la comisaría mi tío Gilberto se adelanto y se fue directo a la celda donde estaban los dos tipos, mucho mas jóvenes que mi papa y mi tío, pidió que le abrieran la reja que el les iba a demostrar lo que era enfrentarse a un hombre, estaba enfurecido, trato de meter las manos por los barrotes agarrando a uno de ellos por la camisa, arrancandosela de un Girón, ante lo cual los tipos reaccionaron cobardemente alejadose de los barrotes en la pared contraria.

Eso era mis tíos, hombres honestos que iban de frente por la vida con su cabeza muy en alto, orgullosos de su apellido, de sus logros, de sus ancestros, hombres de palabra en tiempos en que la moral y el respeto ya no existían, así los recuerdo, así recuerdo a tu papa, entregado a su trabajo, a su familia, y esta fue una de las cualidades que mas admire de el; a pesar de ser un "Hombre machista", era un hombre de hogar pues primero que todo estaban ustedes sus hijos y su esposa, después sus hermanos, consultaba con su familia cualquier decisión que tomara en la vida, los oía, los escuchaba y tenia en cuenta las opiniones que emitían. Eso cuenta Prima en el crecimiento de una familia pues a la larga es una empresa en la que todos los miembros tienen derecho a opinión y voto, es la única forma de crecer y mantenerse unidos, lo he aplicado en mi vida y funciona, se lo debo a tu papa.

Se me acaban los recuerdos, tal vez hayan mas pero no logro sacarlos ni desempolvarlos de mi memoria, se fragmentan se diluyen en el pasado y se niegan a salir, que le vamos a hacer prima, el inexorable paso de los años nos pasa su cuenta en el otoño de nuestras vidas y las paginas del álbum de los recuerdos van cayendo en el olvido.

Pasaron muchos años, tal vez 10 para la época en que pude volver a Colombia y reunirme con ellos de nuevo. Yo ya estaba llegando a los 40 y ellos, mis tíos, en los 70's, sus rostros, parecían esculpidos en piedra, no habían cambiado mucho, sus cuerpos, su andar, si mostraban el peso de los años, de caminar mas lento y reacciones apacibles típicos de las personas mayores.  Volvimos a la finca, tomamos "traguito", visite mi tío Manuel ya en silla de ruedas, departimos un rato en la tiendita del barrio, ya no era en san Nicolás, ahora era en el barrio Alameda, fueron 13 días en los que disfrute con mi familia para luego despedirme sabiendo que a muchos de ellos no los volvería  a ver en esta vida.

Fort Lauderdale, Septiembre 30 del 2011

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