La vida al aire libre

El seco golpe en el carro me despertó retumbando en el silencio de la noche. Abrí los ojos sin moverme, tensando mis músculos en espera de algún movimiento extraño fuera del vehículo; la noche seguía silenciosa y un sudor frió aperló mi frente. Era una noche calurosa y quieta, típico verano Miamense, en el que en el día te bañas en las playas y si no tienes aire acondicionado en las noches te bañas en sudor.

Había llegado de New York, después de despedirme de mi excuñado, el cual me prestó unos cuantos dolares y lo del pasaje para el viaje, también me dio el teléfono de un muchacho, que en Cali habia trabajado para mi en una floristeria que tenia por aquella época y  ahora, estaba viviendo en Miami.

Salí pues, en busca de mi destino incierto en la ciudad del sol, el muchacho que habia sido mensajero en la floristeria lo primero que me dijo fue "Aquí necesitas carro para movilizarte, sino estas muerto", "estas de buenas" siguió diciéndome con una sonrisa picaresca, "mi hermano acaba de comprar un nuevo carro y el que tenia antes, es un volkswagen del 74, en muy buen estado, no tiene aire acondicionado pero es un perfecto "transporter" para comenzar"; tan de buenas dije para mis adentros, así no me muero en Miami.

Quede entonces, con carro y un horizonte amplio de posibilidades para sobrevirir en Miami, el problema era que no sabia por donde empezar. "Una semana", me habia dicho el mensajero de la floristeria, "una semana te puedes quedar en mi apartamento mientras buscas donde irte".

Esa semana corrió velozmente y terminando la misma salí del apartamento a la bulliciosa soledad de Miami Beach a buscar que hacer con mi vida. Con lo que tenia pague una semana de hospedaje en un estudio en North Miami Beach, a una cuadra de la playa. Estaba en el paraíso pensé: playa, sol, mujeres bellas, juventud, carro y cócteles exóticos. Ah!. la loca juventud que en su febril imaginación no tiene limites y nos eleva a las alturas sin pensar en la vertiginosa caída a la que nos exponemos.

Otra semana que paso veloz y el empleo de mensajería de paquetes de oficina a oficina no me alcanzó para pagar mas hospedaje, así que subí las pocas pertenencias que tenia en el volkswagen y quedamos los dos a "la buena de Dios" como diría mi abuela.

Llegada la tarde, después de entregar el ultimo paquete en mi trabajo, me dirigí a buscar un lugar tranquilo donde aparcar mi carro y pasar la primera noche en la "calle", encontré un pequeño "Mall" por el área y debajo de unos arboles el lugar perfecto.

En el verano las tardes se alargan mas de lo normal y oscurece después de las ocho o nueve de la noche, así que ubicado el "hospedaje", me fui a la playa a disfrutar un rato de la relajante agua del mar; mujeres y cócteles no habia, solo estaba yo y la inmensidad del mar tiñendose de gris en el horizonte.

Es en estos momentos de soledad donde aparecen los recuerdos, los adióses y las promesas incumplidas, el sentimiento abre tu corazón volviéndote sensible al dolor. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas nublando un poco la visión, se me habia caído la coraza con que me cubría en el día para aguantar los avatares de la calle, esa misma coraza que recubría mi corazón cuando llamaba a mi familia a Cali y conversaba de banalidades, atajando el nudo en la garganta al oír la tierna vocecita de mi hija, ahogando mis sentimientos en las risas que les provocaban las bromas que contaba...pero, cuando colgaba el teléfono y me alejaba de la cabina por mi mente solo pasaba la idea de "que estoy haciendo aquí, porque no me devuelvo".

Pero ya las cartas estaban sobre la mesa, la jugada estaba echa y no habia lugar para el regreso. Aun me faltaba mucho por aprender, demasiado por conocerme, de saber quien era yo y de era capaz de hacer con mi vida y mi futuro.

Un mes viví en el volkswagen; en las mañanas, muy temprano, llegaba a las duchas publicas de la playa, antes de que aparecieran los turistas y me daba un baño con jabón, quedando listo para comenzar el día. Para el almuerzo me dirigía a cualquier supermercado y rodaba por los pasillos un carrito de compras lleno de comida, la comida preparada la colocaba encima de los víveres e iba picando y comiendo por los pasillos. Cuando estaba satisfecho con el "almuerzo", dejaba el carrito y salia con un palillo en la boca.


Me incorpore lentamente del asiento trasero del carro, tratando de visualizar que pasaba fuera del carro, las sombras de los arboles donde estaba aparcado no me permitían ver mucho, otro movimiento del carro y una sutil sombra negra se deslizo por el parabrisas, para luego, saltar del capó a la calle;  era un enorme gato negro que habia caído de alguna rama de los arboles y me habia dado tremendo susto, me volví a dormir soñando en que vendrían tiempos mejores.

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