Los cincuenta

En días pasados conversaba con una amiga sobre el amor y el sexo después de los 50, tema que en los jóvenes sonaría a gerontofilia pero en nosotros iba a la par con nuestra experiencia y años vividos.

Le comentaba que en mi juventud fui un gerontofilico consumado, en parte debido a que la persona que me llevo de la mano a mi primera experiencia sexual fue una prima que frisaba los 18 años; se estaba llevando a la cama a un  muchacho virgen e imberbe de 13 0 14 añitos el cual por supuesto era yo.

Por esta razón a medida que fui creciendo comencé a mirar a las chicas de mi edad con cierto desdén y aires de hombre experimentado, ademas por esa época mi papa me había advertido muy solemnemente: "mijo a las mujeres hay que respetarlas, no se pueden tocar ni con el pétalo de una rosa, en especial a tu novia, no puedes insinuarle nada indebido, recuerda tienes que llevarla virgen al matrimonio por que  será tu compañera para toda la vida". Si no podía tocarla ni con el pétalo de una rosa, como iba a compartir con ella las experiencias que mi prima, muy comedidamente me había enseñado en las calurosas vacaciones de verano de mi ciudad natal.

No me quedo mas remedio que aplazar los noviazgos para un futuro y dedicarme a compartir, aprender y disfrutar de los placeres que la vida me entregaba en los cálidos y voluptuosos  cuerpos de mis siempre mayores "partenaires".

Bueno me estoy desviando un poco del tema principal y lo que realmente comentaba con mi amiga es que con el paso de los años en nuestros corazones la llama de la pasión arde y crepita con mas fuerza y las ansias de amar se nos acrecentan.

La razón es muy sencilla me dijo: estamos cosechando el fruto de lo que hemos vivido, que es una vida dando y recibiendo amor, vida plena de satisfacciones y alegrías que ahora, nos permite saborear las mieles en los años dorados.

Pero claro, no todo había sido felicidad y risas, pues el dolor y el sufrimiento son componentes fundamentales de la existencia y experimentandolos es donde realmente se aprende a vivir. Que nos habían desgarrado el corazón algún desamor, por supuesto que si, nuestro corazón tenia las cicatrices de mil batallas en las que habíamos caído en combate y desangrado hasta casi morir, pero, como el ave Fénix, de nuestras cenizas habíamos renacido con mas deseos de vivir y amar de nuevo.

Concluimos que una de las recetas para una madurez satisfactoria era vivir con intensidad, entregarnos con pasión en cada uno de nuestros actos (así no sean sexuales), amar con honestidad, disfrutar el día a día, dar gracias por todo lo que recibimos y por lo que se nos va, en definitiva, da lo mejor de ti.

Los dejo con la introducción de Isabel Allende a su libro "Afrodita":
"Los cincuenta años son como
la última hora de la tarde,
cuando el sol se ha
puesto y uno se inclina
naturalmente hacia la reflexión.
En mi caso, sin embargo,
el crepúsculo me induce
a pecar y, tal vez por eso,
en la cincuentena reflexiono
sobre mi relación con la comida y el erotismo,
las debilidades
de la carne que más me
tientan".

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