Creceos y multiplicaos

Viendo las fotos que me envía mi hija Cindy desde Nueva York con sus adorables Julian Manuel y Skylee Lorena, no puedo creer que la que hace unos cuantos años era mi bebe se haya convertido ahora en toda una mama con la alegre y difícil labor de criar y educar sus dos hermosos retoños en compañía de Manny.

Y es que la vida no se detiene; los que un día fueron hijos, hoy son padres y mañana serán abuelos, es un sendero de una sola vía, no hay vuelta atrás, no podemos desandar el camino, solo mirar hacia el horizonte y avanzar.

Por eso, aun recuerdo las palabras de Cindy cuando me llamó, un poco temerosa de mi reacción, para contarme que estaba embarazada y que no le había dicho a la mama todavía, esperando a que yo hablara con ella. Ambos sabíamos de la reacción que tendría "Doña Yolanda", caracterizada por su explosividad e intransigencia ante cualquier circunstancia que fuera en contra de su omnipotente voluntad.

Yo por mi parte le pregunté si estaba contenta y si deseaba continuar con su embarazo, me respondió con un "SI" rotundo; que ese era un fruto de su amor y que las consecuencias las asumiría a costa de todo y contra todos. Mi apoyo también fue sin limites, le prometí hablar con la mama y llamarla luego.

Dicen que la historia jamas se repite, yo pienso que si, que sólo cambian los protagonistas, digo esto por que después de felicitar y despedir a mi hija me remonte unos años atrás cuando mi esposa Patita, a sus 25 años afrontaba el mismo problema de quedar embarazada soltera y enfrentarse a las criticas mal intencionadas de familia y amigos.

El anacrónico  concepto de que los hijos se tienen que tener dentro de un "matrimonio legalmente constituido" es uno de los tantos dogmas y obligaciones que la iglesia católica nos ha impuesto durante estos dos siglos de dominación. El amor y los sentimientos nunca contaron en la mayoría de estas relaciones, solo las apariencias y el haber logrado entregar a la niña vestida de blanco en el altar era y sigue siendo el objetivo de muchas familias, no importa que al poco tiempo el inminente divorcio o la infidelidad llegaran.

Llamar a "Doña Yolanda" después de muchos años de no tener contacto con ella representaba para mi un reto, pero la promesa hecha a Cindy me llevo a marcar su numero telefónico; la diatriba no se hizo esperar, arremetió contra mi con toda su artilleria, que yo era el culpable, que ese era el ejemplo que le había dado al tener hijos en las mismas circunstancias, que al haber abandonado el hogar mi hija se había descarrilado, en fin descargo toda su frustración y resentimiento de tanto tiempo en esa llamada. No me dejo hablar, solo atine a decirle que apoyaba a Cindy en su embarazo y que estaba feliz de que pronto seria abuelo; lo ultimo que alcance a oír antes de colgar fue: "claro como usted hizo lo mismo como no la va a apoyar".

Cuan equivocados estamos al permitir que la rabia y el resentimiento hablen a través de nosotros. Yo pude haber hecho lo mismo o no, pero era mi hija y estaba dispuesto a apoyarla y darle todo mi amor aun en  la distancia.

El tiempo ha pasado y ya el fruto de ese amor no es solo uno, son dos preciosos bebes que ahora, paradojicamente "Doña Yolanda" adora con devoción de abuela jubilada.

Yo por mi parte, no les puedo dar la constancia ni la devoción de la abuela, pero si cuando miro sus fotos, en sus nacientes rostros veo los rasgos que mis genes a través de Cindy lograron pasar y me invade el orgullo de los viejos patriarcas que seguían el pie de la letra el mandato divino de "Creceos y multiplicaos".

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