El abuelo que yo conocí

"De modo que usted es el viejo que embarazo a mi nieta?"
"Soy su alma gemela, don Fernando"
"Por favor no me haga reír con esos cuentos de hadas"

 De esta forma, conocí, al hombre que crió, educó y formó a la que hoy es mi esposa y al que le debo, en parte, mucho de mi felicidad.

Fue el único reproche que le oí, después de que me recibiera en su familia como un miembro mas; pero ante ese primer encuentro sucedido en Fort Lauderdale, tenia, como es lógico un poco de nerviosismo.

Cuando mi esposa sugirió invitar al abuelo a pasar unas vacaciones con nosotros, pensé que era la oportunidad de que nos conociéramos y se despejaran las dudas y desconfianzas normales que tenia su familia respecto a mi.

Resulto ser alguien con la amabilidad que dan los años y experiencia a las personas mayores, de risa franca y espontánea, contador de anécdotas y experiencias, con el cual congeniamos desde el primer momento pues coincidió que conocía mi familia; de joven había vivido en el mismo barrio que la mía.

Después de este primer encuentro, vinieron otros cuantos, en los que disfrutaba relatándome pasajes de su vida y de sus "conquistas", porque si alguna característica conservaba de sus años briosos, era el gusto por las mujeres, o como diría el en su lenguaje coloquial "de las hembra buenas".

Su mayor orgullo, me contó unos años después, era el haber construido su casa, desde los cimientos hasta la ultima teja. "para que la "Gorda" (como llamaba cariñosamente a su esposa) y mis hijos tuvieran un lugar donde vivir, algo propio", y se arrellenaba en la desgastada silla de mimbre a sacar de su octogenaria memoria recuerdos olvidados e historias empolvadas para seguir narrándomelas. "Fui de los primeros, sino el primero, en venir a inspeccionar y escoger el lote," (que "Croydon", la compañía donde trabajaba, les había vendido por aquella época a sus trabajadores). "Lo escogí esquinero, de los mas grandes, con la "Gorda" nos veníamos los fines de semana a barrer la plancha de cemento que ya estaba puesta y a escoger los cuartos", me decía y miraba al infinito como en retrospectiva, rebuscando mas detalles de sus momentos vividos.

Se sentía satisfecho, "Es que uno, viejo querido, pase lo que pase tiene que tener un lugar propio para criar a sus hijos y meter a su mujer. Esta es mi casa, aquí vi crecer a cada uno de mis hijos, aquí están mis amigos, es mi barrio, esta casa creció al ritmo que crecía mi familia, es parte de mi, ahora se esta deteriorando igual que mi cuerpo, es que el paso de los años no perdona viejo". Y volvía y callaba sumido en sus cavilaciones de tiempos idos.

Yo lo miraba tratando de reconocer al hombre vital que cedió paso al cuerpo desgastado y enfermo que tenia frente a mi, lo imaginaba lleno de ilusiones planificando cuartos, puertas y ventanas, disfrutando como sus hijos correteaban por los potreros adyacentes de los predios aun sin otorgar a sus compañeros de trabajo.  Era toda una vida sintiendo como los años, cual hojas secas de un árbol en otoño iban cayendo y sumando en su calendario, viendo como sus hijos crecían y se hacían adultos con ilusiones iguales a las de el en sus comienzos, para luego levantar vuelo y hacer otros nidos con otros retoños y en otros lugares.

En una de las ultimas visitas que le hicimos, cuando ya tenia dificultad hasta para levantarse de la cama, lo oí inquieto toda la noche y en la mañana siguiente le pregunte que le pasaba. "no pude dormir mijo, es que lo mejor de despertarse en las mañanas es poder levantarse para trabajar, pasear, caminar o ir al baño y yo ni eso puedo, ya no aguanto mas". Me acorde de las palabras de Joseph Conrad en las memorias de su papa: "Mas que un hombre enfermo era un hombre vencido", y eso era en ese momento el abuelo, derrotado, sin fuerzas ni ilusiones que lo mantuvieran atado a su desvencijado cuerpo, su espíritu ya quería volar.

Lo imagine en su cama, solo, en la extrema indefensión de la noche, escudriñando la negrura del cuarto, pidiéndole a su "Gorda" que lo rescatara, que le tendiera la mano, esa mano que infinidad de veces apretó, acaricio y beso, tratando de desprenderse de su herrumbrosa caparazón humana para darse libertad y extender sus alas rumbo al encuentro con su amada.

...hasta que lo logró!.

Fernando Jativa Sandoval
1926-2011

Comentarios

  1. El último párramo me arrugó el corazón, aguó los ojos y me hizo un nudo en la garganta, gracias por la forma en que lo describiste. Abrazos.

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