La fe perdida

Los siete muchachos encaramados en la tarima del auditorio cantaban y tocaban sus instrumentos con los ojos cerrados, como en éxtasis; estaban entonando alabanzas, eran cánticos religiosos enfocados a fomentar la fe y sus creencias religiosas. En frente de ellos, los feligreses, levantaban las manos y, también con los ojos cerrados coreaban las canciones, moviendo sus cuerpos rítmicamente al compás de la música.

Al abrir la puerta del recinto y encontrarme de frente con esta imagen, me detuve, pare en seco, trate de retroceder y salir inmediatamente de allí; un apretón de manos de mi mujer me detuvo, giré la cabeza y al verla leí en sus apremiantes ojos una suplica y un "me lo prometiste".

Unos meses atrás, me había soltado la pregunta a quemarropa: ¿"Que vamos a hacer con nuestros hijos"?, "Hacer qué con ellos" le pregunté. "Viste los hijos de Orlando, tan educaditos y los de Fernando, juiciosos, calladitos, sus papas los llevan a misa todos los domingos". La miré e iba a hablarle pero me interrumpió: "y los nuestros, inquietos, traviesos, no tienen ningún culto, ninguna religión, tienen que creer en algo, sentir temor y respeto por Dios, ir a misa por ejemplo".

Quede pensativo. "Ya sabes lo que pienso y además"..., volvió a interrumpirme: "si pero tu naciste de una familia católica y después escogiste no creer en nada, de niño aprendiste el temor y el respeto a"..., ahora era yo el que la interrumpía: "precisamente, le dije, de niño la religión con sus temores, sus pecados y amenazas absurdas de arder eternamente en el infierno si tan sólo le cogía la mano a la vecinita con la que jugábamos a ser novios, no sólo cohibían y mutilaban el desarrollo normal de nuestra juventud sino también nuestra intelectualidad y sed de conocimiento al prohibirnos pensar libremente. Todo era pecado, censurado y prejuicioso y lo sigue siendo, nada a cambiado", terminé diciendo. En este punto siempre mi esposa callaba y dábamos por terminada la discusión sin llegar a un punto medio.

Quería que mis hijos ejercieran el razonamiento, el libre pensar antes que la fe ciega y las creencias religiosas que no admiten "porqués", pero para mi esposa eso era educarlos en un estado salvaje, sin ética ni principios. Sabia yo, que uno puede inculcarles a los muchachos bases espirituales y éticas con una buena formación moral sin emplear las palabras "castigo", "pecado"," infierno", "temor", "condena eterna", "Dios o Jesucristo". Solo crearles consciencia de lo que es bueno o malo, respetando la naturaleza y sus semejantes, a que actuaran correctamente, no por temor a la ira de Dios, sino por convicción, por elección libre sin prohibiciones.

Le prometí buscar una religión un culto, una secta o un movimiento que me agradara para que fuéramos con los niños y tratáramos de orientarlos, pero  me envolví en la cotidianidad de la vida y eché en saco roto la promesa de buscar, hasta que un día me volvió a tocar el tema, pero esta vez fue mas concreta: "este domingo vamos a ir con los compadres a curiosear en una iglesia que me han recomendado mucho, muy liberal, abierta e independiente". Estaba contra la pared, me acorde de la promesa de buscar y no supe que contestarle. Así que cedí, claudique y acepté. Y aquí estaba, entrando con paso lento y temeroso al la casa del "Señor", a rendirle cuentas por mi osadía, atrevimiento y blasfemia.

Los cánticos y alabanzas duraron mas de media hora, para luego apagarse las luces y quedar un solo foco de luz dirigido a las pesadas y oscuras cortinas de donde apareció lentamente, muy despacio y todo vestido de negro, también con los ojos entrecerrados el "Pastor". Nosotros, las ovejas callamos y el pastor sin mirar a su obediente rebaño, en un susurro, en un murmullo que fue acrecentandose comenzó la predica.

Me dedique a observar al hombre, a la persona que subido al escenario caminaba y hablaba con naturalidad, firmeza y seguridad; se notaba que llevaba años haciendo lo mismo y que conocía sus habituales feligreses pues los llamaba por su nombre y acusaba familiaridad con todos ellos; por eso quizás detectó las caras nuevas que, como mi esposa alababan y agradecían todas las bondades y regalos que, según el, Dios nos daba todos los días y en cada momento.

El sermón en si no fue mayor cosa, como era el mes de "Thanksgiving", lo dedico a la gratitud, a lo agradecidos que debíamos de estar con Dios por que nos dio el don de la vida, de compartir con la familia, amigos y de residir en este país. Enfatizó, eso si, que la gratitud debe ser solo y únicamente para con El que es el que nos permite tener amigos, comer, dormir y vivir; de nada vale agradecerle a un amigo o a las personas que amamos por estar en nuestras vidas si no lo alabamos  para que nos lo permita. Eso si, aclaró que los dones que recibimos del Señor entran al hogar por la cabeza de familia que es el "HOMBRE", pero que si el individuo no tiene gratitud, el Señor sigue de largo saltandose esa pobre familia que dio con un mal hombre. Un poco machista y discriminatorio me pareció, o sea que por culpa de las malas acciones del hombre pagan la mujer y los hijos?, y si es un hogar honesto y sufrido de una madre soltera?, ni se asoma el Señor?. Y si de pronto se cruza con una familia de parejas del mismo sexo?, ahí si que acelera y pasa raudo y veloz.

En fin, dos o tres chistes y anécdotas graciosas justo en el momento preciso completaron la predica, no sin antes llamar a los "nuevos" al frente para saludarlos personalmente y agradecerles la visita, además de invitarnos a un almuerzo en la sede de la iglesia para conocernos mejor. Y lo mejor fue la atención y cuidado que le dispensaron a nuestros hijos, desde el momento en que llegamos los separaron por edades y se los llevaron a jugar y entretenerlos. Nosotros, realmente nos despreocupamos de ellos y ellos también se sintieron muy a gusto en sus actividades. "Dejad que los niños vengan a mi", pregonaba Jesucristo en su época y el pastor completa, "que yo me encargo de catequizarlos".

En el comedor nos sentaron en mesas separadas a todas las parejas que estábamos invitados para interactuar y conocernos mejor. Nuestros hijos, como siempre con especial atención los ubicaron en unos salones diferentes para sus actividades de acuerdo a sus edades. En el almuerzo, el pastor mas informal y relajado bromeo y charlo con todos nosotros; por unos momentos me olvidaba que estábamos en una platica religiosa, parecía más bien un encuentro de parejas con un orientador psicológico o terapeuta. El tema principal era conocernos al máximo los integrantes de la mesa para luego, escogiendo al azar a cualquiera de nosotros, pudiéramos describir a cada uno de los integrantes de nuestra mesa y hacernos merecedores a un premio.

Fue interesante, en un ambiente muy relajado, el pastor hablaba, reía, contaba chistes y nos invito a los presentes a contar los nuestros. Presentó a su familia; su esposa que también tiene a cargo unos seminarios de orientación familiar a los cuales fuimos invitados. Sus cinco hijos (algunos integrantes de la banda musical), muy bien puestos, educados y respetuosos (mas adelante en el viaje de regreso, mi esposa me los pondría de ejemplo todo el tiempo) también contaron sus cuentos.

Aparte de la predica el pastor dijo, "los invitamos a que traigan sus hijos a clase de música dos veces por semana y tenemos", enfatizó "una de las mejores academias de "soccer" de la región, donde, aparte de aprender y jugar los domingos en la tarde, pasamos un día compartiendo con todos en el parque". El compadre estaba feliz, pues aparte de ser argentino e hincha del Boca, saca a jugar al Maradona que lleva dentro ocasionalmente los fines de semana. Y para completar su euforia el pastor resulto haber sido jugador de fútbol profesional colombiano y de nacionalidad argentina.

Fantástico todo, pero ahora como soportare a mi esposa hablandome de las maravillas y milagros de la labor que realiza el pastor en la comunidad. Ya han pasado cuatro días y mi esposa sigue hablando de las maravillas que va a obrar en nuestros hijos esta nueva orientación. Esta contenta, habla, se ríe, vuelve y me pone de ejemplo a los hijos del pastor, yo la escucho, me gusta verla feliz, motivada, eso me agrada... pero yo por mi parte sigo incrédulo, desconfiado del adoctrinamiento al que se van a someter, la duda se me acrecienta, la desconfianza me alerta, la lógica me frena simplemente por que sigo con la fe perdida.




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