Reflexiones

 



Es tan bello, tan hermosamente increíble hacer el amor con la persona que amamos, la cual deseamos con cada átomo de nuestro cuerpo; en la que creemos que sin ella no podríamos vivir, ni respirar un segundo en la vida; y es que no entiendo a los moralistas, a los religiosamente adoctrinados, que fieles a unos preceptos anacrónicos y antinaturales se aferran a mutilarle al cuerpo su natural necesidad de sentir, de desear; a cercenar el placer, el gusto del contacto físico, del beso, de la caricia, de la copula.

 

Y que no me vengan a decir que el sexo antes del matrimonio es “pecado” y que las mujeres quedaran deshonradas y que nunca jamás ningún hombre se fijara en ellas con buenas intenciones por que han perdido su virginidad y que su cuerpo ha sido mancillado y que no merecen que alguien las respete y las ame. Juzgar y condenarlas al ostracismo es demeritar su valía por el simple hecho de no tener el himen intacto, es degradarlas a un nivel muy inferior al de los animales, es suponer que no tendrán sueños ni ilusiones, ni metas profesionales en la vida porque, en un momento de pasión, de amor, de entrega, sus hormonas se alborotaron y “pecaron”.

 

Qué vergüenza, que absurdo, que antinatural. La palabra “pecado” fue creada para atemorizar a los pobres analfabetas y pastores que seguían una naciente y misógama religión que dominaría veinte siglos después el mundo occidental. Aquietados y con el temor del fuego eterno quemando sus cuerpos en el infierno, sumisos y obedientes acataron todos los dogmas y prohibiciones de los sacerdotes y demás miembros de la jerarquía. Y por supuesto las pobres mujeres llevaron la peor parte.

 

Creí que los tiempos habían cambiado, que los vientos del modernismo habían borrado estos nefastos preceptos, que la ciencia y la educación nos habían enseñado que una vida sexual activa era parte fundamental de una mente y un cuerpo sanos, de mejores relaciones y parejas felices.

 

Pero no, cuan equivocado estaba. Aun la doble moral de las iglesias, cultos y sectas que proliferan sobre la faz de la tierra predican y argumentan a todo pulmón estas aberraciones, no solo en contra de las mujeres, también son condenados al infierno, los homosexuales, las lesbianas y todos los que se atreven a sentir y amar de diferentes maneras a la forma que ellos consideran es la “normal”.

 

Lo peor de todo es que ese adoctrinamiento repetido desde la infancia 2 veces por semana, 8 veces por mes, 96 veces por año; repetido por 15 años o más, se incrustan en el cerebro de las niñas, que al llegar a la juventud adquieren un temor patológico hacia cualquier tipo de relación con el sexo opuesto. Sus deseos, sus hormonas y la libido han quedado encerradas en una cárcel de la que no podrán salir hasta que la mano del pastor se levante para casarlas, unirlas y bendecirlas por siempre.

 

Y qué, si esa primera noche o las siguientes no hay compatibilidad, no hay el acople perfecto de las parejas que cada una por su lado han vivido experiencias y llegan sabiendo lo que les satisface y aportan y dan lo mejor de ellos por que conocen su sexualidad y sus cuerpos. Y qué si lo que ven y sienten no les gusta, y qué si se dan cuenta de que sus preferencias sexuales son otras y con otros(as).

 

Habrán perdido los mejores años de su vida, la pubertad; época en que nos revoletean mariposas en el estómago cada vez que, enamorados nos besamos, cada vez que nos elevamos al infinito con un “te amo”, o cuando nos terminan y se nos acaba el mundo y juramos y rejuramos que nunca más nos enamoraremos de nuevo, pero al siguiente día una mirada, una sonrisa o un roce vuelve y enciende la llama del amor y la pasión revive otra y muchas veces más.

 

Tengo la sospecha de que en silencio y ocultas por las sombras estas parejas, cada una por su lado comenzarán a buscar como calmar y satisfacer sus apetitos sexuales, sus gustos por la carne, o en caso de que no tengan la fuerza de voluntad ni el poder para hacerlo, se irán marchitando, consumiendo en vida, muriendo de a poquitos y contradiciendo las leyes divinas, desunirán lo que dios unió, separando sus vidas y sus caminos para siempre.

 

 

 

 

  

 

 

 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Despidiendo a nuestra madre

Turquia - Un pais magico (Parte 1)

La camioneta negra