La camioneta negra



Sucedió un sábado. Acostados ya, en duermevela viendo una película para conciliar el sueño, mi adorable y perspicaz esposa, revisaba a cada momento el celular para informarse en qué lugar del planeta se hallaban nuestros hijos y la sobrina a esas alturas de la noche.


Mateito llego como a las 11 con su novia Sara y se acuartelaron en la habitación a ver Netflix. Mi investigativa esposa seguía pendiente del resto del personal; Lucas permanencia en la calle y la sobrina en ubicación desconocida.


Persistente como es, con los ojos empijamados y desvaneciéndose en el mundo de los sueños, llamó a Lucas para reprenderlo por la tardanza en llegar. Con esa reprimenda no le tocó otra alternativa que poner pies en polvorosa, esfumarse de donde se encontraba y llegar cuanto antes a casa. 


Pero al llegar, fue directamente al cuarto a reportar que una camioneta negra doble cabina estaba estacionada sobre el césped de la casa y le impedía parquearse correctamente. Mi esposa quedó despierta al instante, sentada en la cama abrió los ojos en modo detective (modo al que todos, hasta los perros le tenemos pánico). 


Yo, tendido en la cama, con los dos terneros que tenemos por perros, acostados casi que encima mío; el uno patas arriba, con la lengua afuera roncando cerca de mi oído, el otro en mis pies respirando acompasadamente. En silencio y con los ojos cerrados seguía el acontecer de los hechos.


Teníamos varios amigos con ese tipo de vehículo. Mi esposa, por los vericuetos de su cerebro conectaba neuronas velozmente, proyectaba imágenes de camionetas en su mente para comparar y descartar conocidos y desconocidos que poseyeran ese vehículo. Con la rapidez de un rayo y la sagacidad de un detective de homicidios emitió un nombre, con la voz del que acaba de ganar el premio mayor de la lotería: ¡Osito Teddy!… pero luego lo repitió lentamente, casi que pronunciando silaba por silaba, nombre que resonó en nuestros oídos como el veredicto de una sentencia a muerte.


Lucas y yo nos miramos, aun cuando yo seguía con los ojos semicerrados, pero atento al desenlace.


-Andan juntos en el carro de Laura, -murmure en tono apaciguador, para luego rematar, -es la una de la madrugada, dejen dormir que mañana averiguaremos, ¡carajo!


Palabras que le entraron por el oído derecho y le salieron por el izquierdo sin dejar huella.


- ¿Lucas, el carro de Laura estaba afuera cuando entro? -preguntó Patita inquisitivamente.


-No me fijé, -le respondió.


-Vaya y se asoma sin hacer ruido no quiero alertar al sospechoso. -Regresó Lucas con cara del niño que acaba de cagarse en los pantalones y trata de esconderlo ante la mama. Con risita nerviosa y sentado al borde de la cama nos confirmó que ambos carros estaban parqueados en la casa.


La cara de mi tierna y delicada esposa se petrificó, un sudor helado se le aperló en la frente. Disimuladamente descorrió las cortinas del cuarto enfocando la vista hacia el de la sobrina; oscuridad total, silencio absoluto.

  

Inmediatamente y si decir una palabra se deslizó por las sombras del pasillo para llegar a la cocina, atravesó el comedor en la negrura de la noche; semejaba un perro con el lomo erizado dispuesto a atacar. Avanzó un poco más, accedió al pasillo, pasó por el cuarto de Mateito y se acercó al cuarto de la sobrina, estiró la mano hacia el picaporte para abrirla de un golpe y pillarlos infraganti. Se contuvo por una milésima de segundo, acercó la oreja a la puerta; silencio sepulcral, solo oía el crepitar de su sangre por las venas y el golpeteo de su corazón agigantándose en el pecho.


Reverso los pasos y giró sobre si misma con tan mala suerte que Mateito salía en ese momento del cuarto, se encontraron cara a cara en la oscuridad. El pobre Mateito emitió un grito ahogado de pánico al darse de frente con mi adorable esposa transformada una sombra peligrosa acechando en las sombras. Le alcanzó a tapar la boca con la mano y se lo llevó a nuestro cuarto.


Ya en el cuarto; perros, Lucas y Mateito nos arrellenamos en la cama para escuchar el reporte de la incursión nocturna de Patita. No se podía acostar, revoleteaba alrededor de la cama, descorría la cortina, aguzaba el oído, emitia sonidos guturales ininteligibles.


En eso llego Sara al cuarto pues se había quedado esperando a Mateito que había salido por un vaso de agua sin regresar. De un ágil brinco se trepó a la cama y se acomodó lo mejor que pudo para escuchar de nuevo las incidencias del caso.


Todos a la vez emitíamos nuestras opiniones; especulábamos, inventábamos. Yo decía que estaban caminando alrededor del barrio, mirando la luna mientras nosotros acá haciéndonos mala sangre por nada. Me miraron con la mirada de los padres que ven la inocencia del hijo que aun cree en Santa Claus.


Matito intento irse a su cuarto a dormir diciendo que ya mañana sabríamos la verdad, pero Sara lo detuvo al instante, no se quería perder el desenlace del infortunio.


Patita, en un momento dado y sin decir palabra alguna se dirigió nuevamente a la escena del crimen. Como un experimentado soldado especializado en minas explosivas, regó por el pasillo del cuarto de la sobrina los juguetes de los perros que al pisarlos hicieran el más ruido posible, luego en la puerta de la calle colocó en precario equilibrio una olla que contenía agua.


No tiene escapatoria, nos contó triunfal y jubilosa cuando llegó de nuevo al cuarto, -si logra pasar ileso por el pasillo minado, cosa que lo dudo y llega a la puerta, es hombre muerto. -dijo en tono apocalíptico.


Volvió Mateito a tratar de levantarse de la cama para dirigirse a su cuarto pero Patita y Sara lo detuvieron; con lo distraído que era, de seguro que pisaba más de un juguete y se le caía la olla encima de la cabeza.


Pasaron las horas y del cuarto de la sobrina no salía ni un ronquido, ni el mas leve movimiento. Volví y tuve el atrevimiento de opinar, -de seguro se quedó dormido y mañana se levanta bien comido, pero con mucha hambre, ya pensare que hacer de desayuno. Me miraron con la compasion que se mira un loco que no tiene cura y se acaba de orinar en la alfombra delante de todos. 


Lo último que oí, antes de profundizarme fue, -este no se me escapa impune, a mí no me la hacen dos veces.


A la mañana siguiente sonaron las alarmas del campo minado, Patita salió del cuarto como un toro de lidia soltado en la arena de una plaza de toros. Era Mateito que salía a trabajar, afortunadamente tuvo la precaución de quitar la olla de la puerta.


La sobrina salió del cuarto momentos después todavía adormilada y desperezándose dijó. -Tía, anoche Eric (Osito Teddy, para la familia) dejó la camioneta parqueada aquí porque estaba muy cansado, la recoge más tarde. Mi adorable esposa se hizo la desentendida y se sentó a desayunar.


En conclusión, el pobre sospechoso había llegado a dejar la sobrina en casa, se sentía cansado para manejar y pidió un Uber, la sobrina durmió solita a pierna suelta sin imaginar la cacería nocturna que se urdio en la casa.



Comentarios

  1. Jajajaja eso estuvo muy loco 😛

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  2. Me recordó cuando la abuela luz vigilaba la puerta del garaje por si veía salir al negro 😝

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  3. Muy divertido, se ha sofisticado la cosa. Equidad de género para la sobrina jaja

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  4. Muy bien que le cuide " la virtud" a la niña

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  5. Cuando los hijos crecen siempre al rededor de ellos habrá un manto protector. Como la leona cuida a sus crías. Nunca bajan la guardia. Marco

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