Sin Dioses

(El contenido de este articulo puede ser altamente ofensivo para los creyentes radicales, si usted es uno de esos, por favor no lo lea).



Los dioses se fueron muriendo de a poco, con el tiempo, con los años. Con el conocimiento se fueron quedando en el camino por inservibles, por inútiles, porque no se dejan ver, porque no hacen milagros, no cumplen promesas ni evitan tragedias. Los milagros ahora tienen nombre propio: La medicina, la tecnología, la investigación científica, que se han llevado todos los méritos enterrando las deidades por y para siempre.


Ahora, como Jesucristo poseemos el don de la ubicuidad; estar presentes en muchas partes en el mismo momento gracias a los avances del internet y las comunicaciones, cosa que ningún santo ni creyente en trance lo pudo hacer en su momento. La ciencia, cosechando los frutos de sus investigaciones y descubrimientos levanta a los muertos de sus lechos, hace caminar a los tullidos, oír a los sordos, ver a los ciegos, hablar a los mudos. Los avances tecnológicos son sorprendentes, los hospitales son los nuevos templos hacedores de milagros, no hay duda. O quien ha tenido la osadía de llevar a un pariente moribundo a una iglesia a que lo curen con oraciones, o a un herido a que le cierren las heridas con agua bendita.


Los dioses no escuchan, no aparecen, no contestan, se han ido ubicando en la categoría histórica a la cual pertenecen: la mitología; como la griega con su Olimpo repleto de dioses, o las deidades romanas que vivián según el lugar que protegían, o la mitología alemana, cuyos dioses moraban en Asgard, o los vikingos que tanto me apasionan sus historias y que, al morir sus guerreros, su dios Odín personalmente les daba la bienvenida en el Valhalla.


El hombre, (que los concibió a su imagen y semejanza para tratar de entender lo que no entendía en medio de su ignorancia en tiempos remotos), con su conocimiento por fin los ha superado. No los necesita para entender las cosas que no tenían explicación, no hay que rezarles para que las cosechas se den en abundancia, simplemente se fumigan y fertilizan, o para que llueva o se apacigüe la mar, la meteorología nos avisa de antemano si va a llover, si tendremos frio o calor, si vienen huracanes para protegernos, no hay que pedirle a ninguna deidad que no lo informe porque jamás nos respondería, nunca lo hicieron ni lo harán ahora: simplemente no existen.


Fehaciente prueba de ello la tenemos con la reciente Pandemia que azotó la humanidad, y que poco a poco le vamos ganando la batalla. ¿Dónde se abarrotaba la gente a pedir sanación, a implorar cura? En los nuevos templos de salvación; los hospitales. Ahí fue donde esos héroes sin nombre, muchos de los cuales ofrendaron sus vidas tratando de salvar el mayor número posible de infectados, aliviaron y recuperaron a muchos. Ahí se obraron los milagros, ahí se libraron las más arduas batallas, ahí estaba la esperanza de la humanidad entera.


Y las iglesias; desérticas, abandonadas, agonizantes e impotentes se fueron diluyendo en la inutilidad de la nada. El agua bendita de las pilas se secó, el incienso de los grandes candelabros y veladoras se apagó, y el cristo seguirá crucificado, eternamente inmutable, insensible ante el sufrimiento humano llenándose de polvo y telarañas, débilmente iluminado por la escasa luz de los vitrales que aún no han sido opacados por la ineficiencia.   


No pretendo convertir este artículo en un sermón de apostasía colectiva para que la gente renuncie a su doctrina, no. Alla cada cual que encuentre su camino y se crea sus creencias. Encontré el mío y lo recorro en solitario sin influenciar a nadie, eso sí, esquivando bendiciones y letanías de familiares y amigos que en su buena fe me imparten. Por mi cuenta voy, sin el apoyo de las deidades que de niño me atemorizaban y nunca me protegieron.


Tengo si, la remota esperanza de que algún día las iglesias sean convertidas en bibliotecas y que los gobiernos, ya alejados del dominio secular prohíban en las escuelas y hogares adoctrinar a los niños hasta que cumplan la mayoría de edad y ellos decidan que dios seguir o a que religión pertenecer, como hacen con el voto popular, o la licencia de conducir al cumplir la mayoría de edad. Y como hacen con el alcohol, le coloquen a las religiones una etiqueta de advertencia sobre lo peligroso del producto.


ADVERTENCIA: la repetida exposición a este producto puede ser perjudicial para la salud mental de los niños. Los obliga a aceptar sin razonar, a admitir sin cuestionar. Los efectos secundarios al consumir este producto en un futuro afectaran su razonamiento para dilucidar lo verdadero de lo falso, la realidad de la fantasía. Pueden llegar a presentar deficiencia en tolerancia y convivencia pacífica. Además contiene altas dosis de ingredientes que afectan el buen juicio: creencia ciega, obediencia absoluta y temor irracional.






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