Salvandome del fuego eterno

"La primera gran virtud del hombre fue la duda y el primer gran defecto la fe" Carl Sagan

Porqué tenia que leer, porqué tenia que aprender, porqué tenia que abrir mi mente al conocimiento, a la duda, a la critica, si era más sencillo creer, cerrar los ojos y tener fe.

Pero la curiosidad, el ansia de conocimiento, el habito a la lectura me fueron llevando de un libro al otro, de la irreverente y atrevida prosa de Fernando Vallejo en "La Puta de Babilonia", a el revelador conocimiento científico de Carl Sagan en "El mundo y sus demonios", como también al certero ensayo de Sam Harris en "El fin de la fe", saltando a la trilogía del español Pepe Rodríguez en  "Los pésimos ejemplos de Dios según la Biblia", "Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica" y "Pederastia en la Iglesia Católica", para luego extasiarme con el brillante estudio de Gary Greenberg en "101 mitos de la Biblia".

Blasfemo!, Ateo!, son las palabras que oigo cada vez que comento estas dudas, este desmoronamiento de mis creencias, este despertar de la conciencia. Afortunadamente no estoy solo, el enemigo moderno de las religiones, el internet; esa fuente de conocimiento, esa ventana al mundo que nos permite conocer, investigar, preguntar y saber ha ido desmitificando y haciendo del dominio publico temas y libros que durante muchos años estuvieron vetados y prohibidos en nuestros países latinos tan dependientes del oscurantismo de la iglesia católica. Sitios como, www.ateoyagnostico.com, www.dominacionmundial.com, www.hombreateo.com, te sacuden, te desnudan de creencias, de mitos, de fábulas religiosas y te entregan al mundo del libre pensar.

Claro, no es que la lectura de unos cuantos libros me hicieran cambiar de golpe mi manera de pensar, no. Por que si en vez de leer estos esclarecedores libros hubiera leído el Kama-Sutra, de seguro no estaría ahora contorsoniando mi cuerpo para adaptarme a las variadas posiciones que nos ilustra el libro y mi sufrida esposa tuviera algún desgonce de cadera, no.

Fue un proceso que comenzó muchos años atrás, gracias a la intolerancia de los creyentes, a la indiferencia de la iglesia y la intransigencia de los sacerdotes. Cada vez que preguntaba a algún devoto y piadoso católico sobre el por que de esta u otra incongruencia de la Biblia, me respondían que no dudara de la palabra del Señor, que no blasfemara que iba a ser castigado por la divina colera de Dios y arrastraría a mis hijos y los hijos de mis hijos hasta la séptima generación por mis osadas dudas.

Por aquellos tiempos el miedo se apoderaba de mi, el solo hecho de imaginarme ardiendo en el fuego eterno como un par de papitas a la francesa, no unos cuantos minutos que duran en estar doraditas y crujientes, sino toda la eternidad achicharrandome por dudar de la inmutable e innegable palabra del Señor, me hacían desistir de cualquier intento de cuestionamiento o critica.

Esa duda, ese temor, ese debatirme entre la razón y la fe, entre las creencias irracionales que no permiten ningún cuestionamiento por inverosímil o fantástico que parezca, (por que la fe no permite dudar, solo creer a ojo cerrado) y el cúmulo de evidencias innegables que día a día descubría me fueron despojando del irracional temor que sentía al negar mi fe católica y comenzar a andar solo, sin la ayuda de Dios por el camino de la razón.

Pero, no nos digamos mentiras, la Iglesia Católica se quedo en la época medieval, no evoluciono, no se actualizo como las leyes y la constitución que rigen los países y por eso tiende a desaparecer a consumirse en sus anacrónicos cánones que la rigen. En pleno siglo XXI siguen pregonando que el homosexualismo es una aberración del demonio  al decir el Vaticano que el matrimonio sólo existe entre personas del sexo opuesto, por supuesta definición de Dios. Se les olvida eso sí que el amor, el erotismo y la tendencia hacia personas del mismo sexo existe en un significativo porcentaje de la humanidad como lo ilustra la misma Biblia. El rey David a la muerte de su amado Jonatán, lloraba porque “tu amor era para mi más dulce que el amor de las mujeres” según la misma Biblia. (2 Samuel 1: 25-26)

Pero si de contrariedades y arbitrariedades se trata, aquí va otro ejemplo bien conocido como es el mandato divino que Dios le dio a Moisés dentro del decálogo y que podemos leer, por ejemplo, en el Deuteronomio: «No matarás» (Dt 5,17). Pero resulta que el mismo Dios, unos capítulos después, y también bajo forma de ley que recibió Moisés, impuso para su cumplimiento que: «Si un hombre tiene un hijo rebelde y desvergonzado, que no atiende lo que mandan su padre o su madre (...) sus padres lo agarrarán y llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga (...) Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera» (Dt 21,18-21). Y, sin pretender ser exhaustivos, ese mismo Dios, un poco antes, en Números, le ordenó al mismísimo Moisés: «"Apresa a todos los cabecillas del pueblo y empálalos de cara al sol, ante Yavé; de ese modo se apartará de Israel la cólera de Yavé” (...) Yavé le dijo entonces a Moisés. "Ataca a los madianitas y acaba con ellos (...)» (Nm 25,1-17).
¿No matarás? ¿Palabra de Dios? ¿Cuál es la palabra de Dios? ¿La que prescribió no matar? ¿La que legisló que debía matarse a los hijos desobedientes sólo por serlo? ¿La que ordenó matar brutalmente por empalamiento y exterminar a todo un pueblo? En todos los casos fueron mandatos directos de Dios a Moisés, dados para su cumplimiento inexcusable.
¿Por qué razón debe hablarse sólo del primer mandato divino y callar sobre los otros? ¿Dónde está escrito que las cientos de miles de muertes que relata la Biblia, y que el propio Dios se adjudicó como obra personal, fueron una especie de broma, o de tradición histórica exagerada, y que lo único que legisló Dios fue el «no matarás»? O Dios dijo todo eso y más, o no dijo nada de nada. O a lo mejor por voluntad divina el pueblo escogido tenia "licencia para matar" al mejor estilo de James Bond el famoso agente 007 del novelista inglés Ian Fleming.

Pues bien hay muchos ejemplos y contradicciones a lo largo y ancho del libro sagrado que rige el comportamiento y actuaciones del catolicismo, que de despojarnos del fanatismo religioso y ciego que nos a regido por tantos años, la Biblia quedaría convertida en un clásico libro de fábulas y epopeyas. Y como la mitología griega con sus deidades, veríamos a Dios nuestro Señor compartiendo de tu a tu con Zeus en el Olimpo, repartiendose el destino de la humanidad.

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