Sagrado instante

Quisiera aferrarme a ese momento, eternizar en mi memoria el instante en el cual mi mujer sale del baño: con toda su espléndida desnudez aperlada de gotitas de agua deslizandose por su húmeda y blanca piel. Su pelo, oscurecido por el agua, reposa contrastando sobre los empapados hombros, aclarando aún más su piel y dándole al rostro una sensualidad que ella cree no tener. Me mira a través de esas ventanas del alma que son sus ojos y mientras envuelve su cabellera en la toalla me dice: "Deja de mirarme así, que me pones nerviosa". Cierra la puerta del baño y su cuerpo desaparece tras la puerta.

Queda en mi memoria su imagen, cierro los ojos y la sigo viendo, adivino sus movimientos acompasados y sensuales que como un ritual mañanero realiza todos los días; secar su piel con lentitud y cadencia de danza Arabe. Su cuerpo, el ultimo eslabón en la cadena evolutiva del ser humano desde que empezó millones de años atrás, saliendo del mar en sus formas mas primitivas, pasando por los primates hasta erguirse por completo, es una bella obra de la naturaleza. Si la divinidad y la perfección existen, aquí, están resumidos.

Claro, no estoy hablando de la imagen que la mercadotecnia nos impone de la mujer ideal; extremadamente delgada, sin un pliegue o marca en su piel que desentone con la pose y la sonrisa que el fotógrafo profesional, maquillador y retocador capturaron en la imagen. Ese tipo de mujer se queda en los afiches publicitarios o los almanaques de las zapaterías y talleres que adornan sus paredes.

La mujer real, la común y corriente, "mi Patita"  la que lleva tatuadas en su vientre las huellas de sus embarazos, la que en su cuerpo exhibe con orgullo marcas y señales de batallas por sobrevivir, la que se alimenta y disfruta de banquetes sin pensar en estética, pero si en salud, la que clareando el alba comienza a despertar sus críos, a calentar el fogón para comenzar el día y la que, cerrandose la noche es la ultima en apagar la luz.

Ese es el cuerpo que llevo grabado en mi mente, un cuerpo que se ha ido transformando ante mis ojos, que con el paso del tiempo ha llegado a formar parte de mi cama, de mis noches y de mis sueños

Lo he disfrutado con frenética pasión, lo he abrazado con suave ternura,  lo he bañado con mis lagrimas cuando cuando el dolor o la alegría me lo han exigido, lo he visto abultarse en su vientre y germinar, de su surco, las semillas que sembramos con amor.

Cuando me abrazo a el, estoy abrazando a mis hijos, a todos los años vividos a su lado, a todas mis experiencias, a una parte de mi que es también parte de ella, a esa fusión que nos hace un solo cuerpo, una sola mente, un mismo destino.

Sale del baño ya vestida, me contempla unos instantes y me dice: "sigues mirandome como si estuviera desnuda" y remata: "viejo libidinoso!". Me río y salgo del trance en que estaba, se ve más hermosa todavía, voy a decir algo pero llegan los muchachos en tropel gritando y peleando por un juguete que no quieren compartir. La mama los regaña, se va tras ellos y la calma se acaba.

Salgo del cuarto, llego al comedor la bulla continua, ahora se le ha sumado el incesante ladrar de nuestra perra, esta la orquesta familiar en su "crescendo". Fue lo que le pedí al universo, me digo, una familia unida, una mujer amorosa, unos hijos juguetones y una perra alocada!.

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