El primo que se nos fue

 Nunca lo conocí, ni conoceré al hombre que acaba de fallecer; conocí al niño, al adolescente y mucho. De él puedo hablar y evocar recuerdos de momentos vividos, experiencias compartidas y tal vez culpas que carcomen. Fuimos muy unidos en aquella época; de todos los primos, era uno de los menores, el que nos seguía a todas partes y copiaba nuestras actitudes, poses de galanes y bravuconadas de muchachos.

De niño, su mundo de opulencia y futuro asegurado se le desmoronó: quedó a la deriva; como una hoja al viento iba y venía de casa en casa, de abuelas a tíos en un peregrinaje donde no encontraba asidero ni tutor que lo orientara. Así creció, buscando un faro que le iluminara el camino, que le guiara los pasos por el espinoso sendero que estaba comenzando a recorrer; nunca lo encontró, se perdió en vericuetos y rodadas cuesta abajo que lo llevaron a ser la persona que fue en su adultez. Creo que esta etapa de su vida le marcó el rumbo y le selló el destino trágico que afrontó.

Por aquella época estábamos descubriendo el mundo, experimentando sensaciones, las hormonas y la temeridad de jóvenes hacían de las suyas. Saltábamos, brincábamos, trepábamos árboles, nadábamos en el rio, apostábamos carreras y por más que intentábamos dejarlo atrás; en todas nos seguía y nos alcanzaba así llegara extenuado y sin poder respirar. Ese era nuestro primo John.

Muchos recuerdos me llegan como flashes que tengo que capturar al instante para no dejarlos pasar y regístralos en esta nota. Era alto, ágil, trigueño y delgado con un perfil bien definido y buen mozo. Siempre con nosotros, pero nosotros siempre tratando de dejarlo atrás para poder hablar y hacer cosas que él, siendo niño no podía hacer. Ya rallábamos en la adolescencia.

Que hacíamos los primos que John no pudiera hacer a nuestro lado. Nada especial; hablar de chicas, de que prima nos gustaba, de besos y abrazos imaginarios, de encuentros sexuales fantasiosos que exagerábamos para deslumbrarnos unos a otros. Aunque, creo que cuando probamos el primer cigarrillo y nos tomamos los primeros aguardientes a escondidas, ahí estaba John copiándolo todo, aprendiéndolo todo. Pero también estuvo, cuando a escondidas y temerosos probamos el primer porro de mariguana y en estos casos prohibir es un imán para salir corriendo a desobedecer, como el letrero de “pintura fresca”, uno va y toca para comprobar si es verdad.

Recuerdo una vez, en la finca de Cauquita donde estábamos todos los primos jugando y hartándonos de frutas en que John y Felipe se me perdieron de vista. Sali para buscarlos por los alrededores, pero no los veía, así que me fui adentrando al bosque, tupido de árboles frutales que era nuestro sitio preferido para escondernos. Detrás de un aljibe, sentados en el suelo, agazapados para ocultarse los encontré fumando mariguana. Me enoje, les caí encima y les adorne las mejillas con un par de cachetadas, prohibiéndoles que lo hicieran de nuevo. Les faltaron paticas para ir a ponerle la queja a mi abuela Dolores, que también me cayó encima con un fuerte regaño por abusivo y maltratador de los primos menores. Nunca le dije la razón por la cual les había pegado, pero ahora, en retrospectiva veo que me faltó mano dura para reprimirlos y contarle la verdad a mi abuela para que hubiera tomado cartas en el asunto.

Se volvió un muchacho fuerte, avispado y temerario que reunía todas las condiciones para ser un triunfador, pero la pesada carga que arrastraba a cuestas de su trágica y temprana orfandad lo comenzó a hundir lentamente hasta no volverlo a dejar ver la luz del día. Ya para ese tiempo, solo lo vi en contadas ocasiones, pues las familias de los primos se fueron cambiando de barrio y San Nicolas se fue quedando sin los primos. Nosotros también nos mudamos, yo emigré para los Estados Unidos y perdí todo contacto con el primo John.

Pasaron los años, más de veinte tal vez, y una vez en casa de mis padres de visita, pasó a saludarme. El hombre que me esperaba sentado en la sala era un perfecto desconocido para mí. Avejentado, huesudo y desaliñado en su vestir. Se abalanzó sobre mí y nos fundimos en un interminable abrazo. -Mi primo Mauricio- me dijo, - como te he extrañado, siempre pregunto por vos, sé que te está yendo bien, en cambio mírame a mi- concluyó abrazándome más fuerte. Lo retuve en mis brazos, se me hizo un nudo en la garganta, lagrimeé en silencio y no supe que decirle. Nos soltamos, nos sentamos y nos dedicamos a evocar recuerdos de infancia, pero por más que lo escudriñaba no lograba encontrar a mi primo John en ese desconocido que tenía enfrente de mí. Al despedirnos le di un poco de ropa, zapatos y algún dinero. El primo John que recordaba y quería solo quedaba en mis recuerdos, el desconocido que iba alejándose, bajando las gradas, contento y risueño con los regalos, y por el encuentro era otro que nunca llegué a conocer, nunca supe como fue de esposo, de padre, o de abuelo, nunca lo supe y nunca lo sabre.

Me aleje otra vez, me olvide por completo. El ir y venir del día a día le dio paso a los días, meses y años, hasta ayer que supe de su partida final. La foto que circula por las redes sociales, con su pipa de oxígeno auxiliándole la respiración me dice de lo angustiosa y desesperada que debío haber sido su vida en los últimos años. Lo identifico con el desconocido que abracé en mi casa aquel lejano día, aun cuando trato de buscar algún rastro de mi primo John en esa foto, pero me es imposible, más bien cierro los ojos y me voy dejando llevar por la bruma de los recuerdos hasta llegar a Rio Claro en un soleado día de verano en que los primos correteamos jugando “lleva” y ahí lo veo nuevamente, el niño veloz y ágil corre para alcanzarme y pegarme la “lleva”, pero yo lo esquivo, lo eludo, como en una constante que me perseguirá por toda la vida.

Boca Raton, Florida

Enero 20, 2022


 

Comentarios

  1. Aplausos y de pie, para este escrito Mauricio. Así era John de niño y de joven, vos lo conociste mejor que nadie, como vivía a 2 casas de ustedes se mantenía con el primo mayor, lo seguía y obedecía. Me acuerdo las pilatunas que le hacía a Yesid con Felipe, le sacaban la piedra. Felipe y John en Rio Claro, Salvese el que pueda! Poco volví a saber de él hasta el año 2.000 que me lo encontré en una misión cristiana en el bajo Calima, respiraba bien, aun no portaba el tanque de oxígeno, si lo vi flaco y desgarbado, pero positivo y alegre con su vida cristiana, a pesar de sus dificultades económicas que con estos encuentros terminan en ayuda y con gusto lo hacía. Volví a saber de él hace 2 años y ya tenía el tanque de oxígeno, me conto lo que padecía y como siempre no faltaba su petición de ayuda en dinero para ir al médico o por oxígeno. El mes pasado hablé con él nos deseamos el feliz año, me mandaba mensajes por WA, saludando el día y despidiendo la noche, mensajes cristianos y bendiciones a mil, se despidió pidiéndome que le entregara unos mensajes, lo cual hice. Hoy 21 de enero me doy cuenta por Alfredo que el primo, John Jaime Montaña Ríos ha dejado de existir y con lágrimas en los ojos, solo puedo decir: Pelusita, descansa en paz, en la paz de tu Señor.

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    1. Alfonso que interesante lo que me cuentas, no sabia que estabas en contacto con el en esos encuentros ni que ahora ultimo se cominicatan a menudo. Lo importante es que abandono su maltrecho cuerpo fisico para seguir su periplo espiritual en el mas alla.

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