Vale mas muerto que vivo


Desenroscó la transparente manguera de plástico que le suministraba el liquido que lo mantenía con vida. Despasito, muy lentamente y mirando de soslayo a su alrededor previniendo no ser descubierta, dejó caer cuatro gotitas del contenido del frasco verde que le habían recomendado. Conectó la manguera de nuevo, guardo el frasquito en el bolso y se sentó al borde de la cama a llorar por su marido moribundo, mientras sus pensamientos retrocedían en el tiempo.

-Quince mil dólares me esta cobrando el muy canalla y ahora quiere que me acueste con el!. Viejo asqueroso!-. Repetía una y otra vez a su amiga mientras se empachaban con unas suculentas empanadas en un restaurante hispano de Miami. La regordeta y avejentada mujer de toscas facciones y aspecto vulgar seguía tragando empanadas, masticando y hablando a la vez en voz alta, despotricando de su situación y deseando la pronta muerte de su esposo.

Había estado, por años, tratando de legalizar su estado migratorio en los Estados Unidos y por fin, después de 10 años de ilegalidad una amiga le había presentado un ex-novio que estaba dispuesto a correr el riesgo de casarse con ella y por una cierta cantidad de dólares montar un matrimonio ficticio para pedirla como esposa y residente legal.

Se celebró la boda, se tomaron las fotos, se dieron las felicitaciones, se repartieron los abrazos, los tragos y los aperitivos. En la siguientes semanas se alistaron los documentos para someterlos al proceso. Rentaron un apartamento para convivir como pareja, pero dormían en cuartos separados pues era un negocio y el acuerdo no incluía beneficios carnales, aun cuando el hombre hizo, desde un comienzo sus avances, lanzó insinuaciones, se paseo en calzoncillos por el apartamento y trato la seducción con el licor para ablandarla, pero fue inútil, la vieja se apetrecho en su cuarto, se rodeo de amigas para siempre estar acompañada y no darle chance alguno de arrinconarla.

Se cansó el viejo, se aburrió y se fue. Sola quedo, como siempre había estado desde que llegó a este país, se alegro, rento la habitación vacía y se dedico a hacer su vida normal; trabajo en el día, tiendas con las amigas en la tarde y chismorreo en las noches en su apartamento.

De todos modos, como era un negocio pactado de palabra, así el viejo estuviera bravo con ella por sus negativas, fue a la primera cita con ella y su cartapacho de fotos y evidencias de convivencia para darle la residencia legal por dos años. Había que esperar, por supuesto dos años mas para obtener la residencia definitiva. Dos años casada con ese viejo, dos años de tener que salir a comer, tomarse fotos, compartir cuentas bancarias y facturas, dos largos años que sabia, iban a ser difíciles ademas con el fastidio que le tenia.

Pero como toda vieja mañosa y pícara es suertuda, el viejo se enfermo y cayó al hospital en lenta agonía por una cirrosis que le estaba consumiendo la vida. La buena fortuna la favorecía. Ella, la pobrecita, la que se hacia coger lastima de todos, la indefensa e incomprendida mujer se le alumbro el bombillo, la chispa de la oportunidad la guío. Viuda de un ciudadano americano; la pensión que se iba a echar al bolso la sacaría de sus afugias económicas y le aseguraría una mensualidad de por vida. No durmió por varias semanas, soñaba despierta, hacia cuentas alegres y compras imaginarias…. Pero la realidad era otra y las amiguis la devolvieron del paraíso.  

Los familiares del viejo la detestaban le dijeron las amigas, que dejara de andar enfiestada, que fuera de vez en cuando por el hospital a cumplir con su papel de esposa dolida. A regañadientes fue al hospital, pero para su sorpresa le tenían prohibida la entrada a ver el marido por orden de los familiares. Igual le importaba un bledo le dijo a las amigas, se muere y quedo con la pensión por ley, por ser su cónyuge.

Pero la llamita de la duda comenzó a encenderse en su interior, el miedo a perder la pensión la trasnochada. Consultó con un abogado para asegurarse de que recibiría la pensión a la muerte del viejo, así la familia no la quisiera ver ni en pintura. La respuesta fue afirmativa, la ley la protegía. Las amigas llamaron al hospital para averiguar por el estado del viejo. Que estaba en coma, que la enfermedad le había afectado el cerebro, que podía estar así, en estado vegetativo por largo tiempo o morirse de un momento a otro.

Malas y buenas noticias pensó, que hacer, ya había pasado la carta de renuncia en el trabajo y pagado una primera cuota para el carro que siempre quiso. Tenia asegurada la pensión, lo que no tenia era tiempo para esperar recibirla, la necesitaba cuanto antes y el viejo se resistía a irse de esta mundo.

Las amigas le daban consejos variados y desvariados. Desde sentarse a esperar la viudez, hasta recurrir a una ayudita del mundo espiritual con un ritual del mas allá dirigido por un babalao cubano muy recomendado por las amigas. Otras que un amarre, enterrar la foto boca abajo en el cementerio, rezar el padre nuestro al revés, quemar a media noche una prenda intima del viejo mientras repetía la palabra “muerte” mas de mil veces. Absolutamente nada, pasaban las semanas y el agonizante esposo seguía muy dormidito en estado comatoso sin signos de mejoría ni deterioro. Todo seguía igual menos la paciencia de la vieja que la espera la desesperaba.

La amiga le aseguro que con cuatro gotitas bastaba; muy sencillo, le había acabado con una colonia de ratas que habitaban en el ático de la casa y eran muchas, grandes y saludables, en dos días las pudo exterminar. El viejito con su deteriorada salud, de seguro que de un día para otro empacaba sus maletas y se iba a rendirle cuentas al creador. No había por que tener remordimientos, el viejo estaba en coma, conectado a una infinidad de cables y mangueras que artificialmente lo mantenían vivo, si a eso se le podía llamar vida, pensó. El se lo agradecería, pues lo liberaría de ese sufrimiento terrenal en el que se encontraba y de paso le hacia un favor a ella con su pensión; mano lava otra mano, concluyó.

Fue fácil, entro al hospital y en un descuido del portero se coló al piso de los enfermos desahuciados buscando de cuarto en cuarto hasta dar con su esposo. No lo reconoció, del robusto y saludable hombre de 65 años con el que se había casado menos de un año atrás solo quedaba un esqueleto recubierto por un pellejo amarillo y cuarteado como papelillo o pergamino. Se asusto un poco por la imagen del casi cadáver pero pensó que en ese estado iba a durar mucho tiempo y ella no se podía permitir ese lujo, destapó el frasquito y derramó las cuatro gotas.

Con el certificado de defunción y el registro de matrimonio se presentó muy afectada y compungida a las oficinas de la seguridad social para hacer efectivo su derecho a pensión vitalicia. La demora y el cuchicheo de las dependientes la pusieron nerviosa. Supuso que si la familia le había negado cualquier información en el hospital y después en los tramites del entierro, podían. perfectamente haber llamado a estas oficinas para tratar de impedirle conseguir la pension argumentando la falsedad del matrimonio.

En dos ocasiones fue al baño y estuvo tentada de poner pies en polvorosa para desaparecer del lugar por temor a una detención por fraude, pero pudo mas el ansia de la pension; la avaricia y la codicia la llevaron a sentarse de nuevo a esperar. Oyó su nombre por los altavoces, quedo de pie inmediatamente, el corazón se le desboco sintiendo que se le salía del pecho, respiro varias veces buscando un relajamiento del cuerpo que no podia controlar. Se dirigió lentamente a la casilla que le correspondía, temblaba un poco y sentía frío. Miro al rededor tratando de ver movimientos sospechosos, algo que le informara que lo mejor era retroceder e irse, pero todo estaba en calma y siguió acercandose al cubículo donde sabia le esperaba su cheque mensual, se aferro al descansa brazos de la ventanilla para no caerse al suelo de los nervios, sintió que la cabeza le iba a estallar del dolor.

La dependiente, una morena obesa de penetrante mirada la observo detenidamente por unos segundos que le parecieron eternos. Trató de sostenerle la mirada pero no pudo, agachó la vista y se entretuvo con el llavero como jugueteando distraídamente. -Congratulations!- le dijo la morena extendiéndole el primer cheque que de por vida comenzaría a recibir mensualmente. Sus manos sudorosas y temblorosas se precipitaron en competencia para agarrar el cheque y saborear el tan anhelado triunfo en sus regordetas manos.

Salió como pudo del recinto, el dolor de cabeza ademas de un leve mareo le afectaban el caminar. Abrió la puesta del carro y se sentó de un golpe desmadejandose completamente, respiraba agitada, la cabeza le ardía y el cuerpo se le enfriaba. Entre el regocijo de triunfo y el malestar que la dominaba sus pensamientos iban y venían entre los viajes y compras que haría y en la cara de envidia y asombro que pondrían sus compañeras de trabajo cuando se enteraran de su renuncia. Abrió el bolso y con la vista nublada busco a tientas las pastillas para el dolor de cabeza, tanteo el frasquito, lo abrió, se lo llevo a la boca para ingerir dos pastillas, pero sintió que le entraba por la boca un liquido amargo y no las pastillas que esperaba tragar.

A otro día la encontraron sus amigas sentada en el carro apretujando en sus manos el cheque y con una mueca de felicidad en el cadavérico rostro.

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