La promesa

-Amores como el nuestro, muy pocos,- dijo el dentista. Se besaron detrás de una fría columna en el aeropuerto; un intenso beso de despedida, con sabor a nunca mas. Se quedó viéndolo como se alejaba, como se desdibujaba tras los gruesos y grandes ventanales del pasillo en la sección de abordaje del aeropuerto.

-Mijo, tenemos que hacer algo diferente, esto acá es muy duro, yo no entiendo por que nos vinimos-. El la miro largo rato, como escudriñando en su mente, como diciéndole con el silencio, esa pregunta sobra. Estaban en la treintena de sus vidas, habían sido novios desde la secundaria y en uno de esos escarceos amorosos había quedado embarazada, una niña era el fruto de esa relación y ahora, después de mas de diez años volvía a quedar embarazada. Dos largos años de estar cambiando de trabajos; lavando carros, limpiando casas, haciendo entregas a domicilio en supermercados y nada que despegaban y de repaso con este segundo embarazo, le tocaría a el solo hacerle frente a la situación económica.

Acá estaban mas tranquilos, especialmente ella, después de aquella infidelidad que casi le cuesta el matrimonio, salvando la relación solamente con la promesa de irse de Bogotá para poner tierra de por medio. Borrón y cuenta nueva, un nuevo comienzo en Miami.

Esa noche, en el hotel donde trabajaba de valet parking tuvo tiempo de remontarse al pasado, a su amorío, a esa experiencia que lo sacudió de pies a cabeza, que lo enloqueció hasta perder la cordura y entregarse con pasión a ese desenfreno que le cambio para siempre la forma de ver la vida, de amar y hasta de pensar, conclusiones que hacia mientras conducía un carro hacia el sótano del hotel.

El dentista, un hombre con mas de medio siglo de vida encima, en buena forma física de piel blanca, delgado y con unos hermosos ojos color avellana había captado su atención desde el momento de la entrevista para el cargo de asistente dental que solicitaba. Lo atendió con una amabilidad soterrada que lo intranquilizaba. Esos ojos penetrantes, intensos y magnéticos parecían escudriñar su mente, adentrarse en sus pensamientos, en sus deseos y no tenia por que ser así, era solo una entrevista de trabajo y además de ahora en adelante seria su jefe.

-Usted va a ser mi mano derecha aquí en la clínica, me gusta su actitud, sus ganas y positivismo para hacer el trabajo, le espera un futuro muy prometedor a mi lado-. Aun se acordaba de esas palabras, palabras que en su momento no alcanzo a vislumbrar el profético y arrollador efecto que ejercerían en su vida. Por eso estaba acá, pensó mientras cuadraba el ultimo carro del turno de la noche en el hotel.

Su esposa aun dormía cuando llegó del trabajo a casa. Con el pelo revuelto pegado a la cara y en estado de abandono en la cama dejaba traslucir su belleza en la penumbra, los desnudos pechos medio cubiertos por la cobija, las redondas caderas y el abultado estomago del sexto mes de embarazo la hacían mas voluptuosa mas sensual, mas suya; un ramalazo hormonal sacudió su cuerpo, se desnudó, se acostó a su lado; entre susurros y caricias le separo las piernas, la penetró y en la silenciosa duermevela del amanecer entre ayees y ahogados quejidos descargo su virilidad sin darle tiempo a despertar.

Esa noche, con su esposa pronta a dar a luz, estaba intranquilo, trabajaba expectante a recibir la llamada que lo convertiría en papa por segunda vez. El BMW llegó a hacer la fila en la línea de parqueo, identificó el carro como del hombre con las propinas generosas, nunca lo había atendido, esta vez espero pues necesitaba todo el dinero extra que le pudiera llegar. La oscura y reluciente ventanilla del lujoso sedan comenzó a descender suavemente, del interior del vehículo unos ojos avellana, intensos y penetrantes asomaron y lo enfocaron centelleantes. El corazón se le agiganto, se le acelero, estupefacto  trato de retroceder, oyó su nombre, escucho un -te he buscado por todas partes-, cerró los ojos como tratando de borrar ese momento, de desaparecer esos ojos color avellana que lo magnetizaban. El dentista se apeo del sedan lo tomo suavemente del brazo: el contacto de esa mano recia le impregnó una energía que le recorrió el cuerpo, que le revivió momentos, locuras, desenfrenos pero también culpabilidad, arrepentimiento; la imagen de su esposa embarazada, de sus promesas, lo llevaron a soltarse del dentista e irse rápidamente a atender otros huéspedes del hotel.

Nació su segunda niña, de dorados rizos y con los ojos verdes de su madre. Entre atenciones a la esposa recién hecha mama y la bebe se le fueron cayendo las hojas al almanaque y las dos semanas que tomó de vacaciones llegaron a su fin. En su primer día de trabajo evito a toda costa atender la fila donde se había encontrado el BMW, se sentía nervioso, navegaba en dos turbulentas aguas; en la una remaba fuertemente en dirección a su hogar, a sus promesas, a sus hijas y esposa que ignoraba este encuentro y en la otra, algo dentro de el ansiaba ese reencuentro, se dejaba arrastrar a momentos por esa pasión, por ese sentimiento que estaba seguro no competía con el amor que sentía por su esposa y sus hijas, pues eso lo tenia muy claro: esas niñas eran su vida y por ellas haría cualquier cosa. Esto era diferente, no sabia como describirlo, una dualidad, un dejarse ir por lo que su cuerpo le pedía, un disfrute, una bisexualidad que no quería cuestionar para no sentir culpas ni remordimientos, solo vivirla y punto. Si mi esposa comprendiera, pensó.

-Es muy importante que hable contigo.- La voz a sus espaldas lo sacó de cavilaciones, se le contrajo el abdomen y las piernas le temblaron; no giró sobre si para ver la procedencia de la voz, espero a que el dentista se le acercara y se situara frente a el. Solo habían pasado dos años pero la impresión que le causo verlo lo conmocionó, estaba avejentado, pálido, demacrado, sintió ganas de abrazarlo pero se contuvo, solo obedeció el ademan del dentista de subirse al carro. Esa madrugada al llegar a casa, se ducho con una urgencia de enjabonarse y borrar las huellas de infidelidad en la piel, de desaparecer a golpe de estropajo las caricias y el pecado de la carne. Se acostó al lado de su esposa que aun dormía, la abrazo y en silencio lloró largo rato con un remordimiento infinito e inconsolable antes de profundizarse.

Ella comenzó a notarlo un poco distraído, silencioso y apático, evitaba su presencia y con disculpas de cansancio se encerraba en su cuarto a dormir. Ella lo comprendía pues aparte del trabajo de tiempo completo había conseguido un empleo de media jornada en la tarde para poder sufragar los gastos de la casa. No se explicaba y en eso la admiraba, como hacia para hacer rendir el poco dinero que el llevaba a casa. procuraba no pensar, solo trabajar, llegar a casa, cerrar los ojos y dormirse para abrirlos en unas cuantas horas y seguir la rutina. Los días se fueron acumulando a su espalda, las semanas y los meses cumplieron un año desde aquel encuentro, todo parecía en el olvido pero solo aquella promesa lo atormentaba, le taladraba el cerebro y lo perseguía en sus sueños; promesa que el sabia era real, que algún día se cumpliría, pero no estaba dispuesto a pagar el costo de aceptarla.

Cuando llegó a casa en la mañana ya su esposa lo estaba esperando en el comedor del apartamento, olía a cafe recién colado, se sentó frente a ella esperando su taza de cafe y lo primero que vio sobre la mesa fue un pasaje de avión, intrigado lo abrió, estaba a su nombre y en claras letras azules leyó: MIAMI-BOGOTA. La miro asombrado, no entendía, no comprendía, no supo que decir y por primera vez en ese largo año la miro directamente a los ojos. Los verdes ojos de su esposa lo miraron fijamente, se notaban enrojecidos de llanto reciente. Era un pasaje de una sola via, sin regreso, sin posibilidades de volver pues habían llegado de turistas y aun ahora después de tres largos años estaban ilegales en el país. -Es para que vaya a Colombia y haga valer los derechos, los derechos de la promesa, o ya se le olvido?-.

La promesa. Que sabia ella de la promesa, de su encuentro clandestino, de su lucha interna, de ese infierno que tenia anidado en el pecho, que lo quemaba, que lo consumía; de ese bloque de hielo que le pesaba en el estomago, que lo enfriaba, que lo insensibilizaba hasta convertirlo en un zombi. -La promesa mijo-, volvió y escuchó que su esposa le decía. Se sentó a escucharla en la silla con la taza de cafe vacía en la mano.

Hacia ya mas de un año que el dentista se  comunicaba con ella, recibía una mensualidad que le giraba cada mes -Como cree mijo que he hecho para que con el poco sueldo que usted gana podamos sobrevivir los cuatro, no me decía a cada rato que hacia milagros con su sueldo.- El milagro tenia nombre; el solo escuchaba en silencio, con la cabeza agachada, de vez en cuando la levantaba para mirarle esos verdes ojos que centelleaban. -El me habló de la promesa que le hizo a usted hace un año cuando se encontraron, se acuerda?-. Esta vez la miro con los ojos muy abiertos pues ese tiquete de avión solo significaba una cosa; que el dentista había fallecido. No pudo gesticular palabra alguna, ella con la mirada se lo confirmó, se sentó de nuevo y se cogió la cabeza con ambas manos, estaba confuso, no alcanzaba a digerir toda la revelación que su esposa le decía. No podía ser posible que ella lo supiera todo y se lo callara. Y mucho menos que se comunicaran, si en Bogota cuando ella descubrió la infidelidad fue a la clínica a confrontarlo y se armo un lío con escándalo y policías, esa era la razón por la que estaban exiliados en Miami.

Que había pasado, desconocía a su esposa, la mujer que con esa calma le contaba los hechos se le hacia una extraña. Que poco la conocía, pensó. Ella que era impulsiva y no podía guardarse nada, como había aguantado ese silencio. -El dinero mijo, nuestro futuro económico,- oyó que ella le decía como si le leyera el pensamiento. Tiene que irse ya i hacer valer sus derechos, si es que cumplió con la promesa, -le doy un mes para que resuelva la situación, si en ese plazo no pasa nada, igual me voy con las niñas para allá, que ya no aguanto estar comiendo mierda aquí-. le dijo sin darle tiempo ni opción a objetarle la sentencia.

En el aeropuerto El Dorado de Bogota el lujoso sedan BMW se acercó suavemente a recoger a la pasajera que llegaba de Miami con sus dos hijitas, el chofer le dijo que su esposo no había podido venir a recogerla pues estaba en una junta de reestructuración de la clínica dental. Se cumplió la promesa pensó la mujer con una risilla de satisfacción en su boca. Eran dueños de la clínica, en dentista dejó antes de morir todo a nombre de su esposo. En fin de cuentas ella veía esa relación de su esposo con el dentista desde otra perspectiva, como la de un padre hacia un hijo que lo quería mucho y le heredo toda su fortuna, ahora todo seria diferente, serian felices y ricos, por fin la suerte le sonreía.

El nuevo dueño de la clínica dental le paso la mano por el hombro al joven empleado y le dijo:-Usted va a ser mi mano derecha aquí en la clínica, me gusta su actitud, sus ganas y positivismo para hacer el trabajo, le espera un futuro muy prometedor a mi lado-.

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