En el Gym

-Con el colesterol elevado, mas la presión arterial alta, lo mejor que puede hacer es una caminata de una hora para reducir grasas y fortificar los músculos-. Estas eran las palabras del doctor después  de leer  y releer los resultados de mis exámenes  médicos. Entre líneas fruncía el ceño y mas de una vez negaba con la cabeza mientras me miraba por encima de sus espejuelos. -Pero doc, le repliqué: no tengo tiempo para esa caminata. –a su edad mi amigo no tiene excusas ni disculpas para cuidar su salud y hacer ejercicio; es cuestión de vida o muerte-.

Con este vaticinio tan sombrío y con mucho que hacer todavía en este planeta no me podía dar el lujo de ignorar  las palabras del doctor. Ni corto ni perezoso me inscribí  en un gimnasio  cerca de casa que ofrecía un buen plan.

60 minutos  de caminata era lo que me había recomendado el doctor; así que llegue al gym ataviado con pantalones cortos de nylon muy sueltos, camiseta ancha de algodón para disimular  los excesos  alimenticios,  botella de agua en la mano y zapatillas verde fosforescente muy de moda  para comenzar la rutina que me llevaría a mejorar mi silueta y conservar la salud.

A esa hora de la tarde el sitio estaba relativamente  vacío, así  que di una vuelta por el lugar revisando  las diferentes  maquinas  con curiosidad  de niño explorador; estaba la elíptica, la banda caminadora,  la bicicleta  estática y otras maquinas mas sofisticadas de nombres impronunciables para mi corto entendimiento en materia de ejercicios.

Opte por la banda caminadora, pues me pareció fácil de usar; solo deslizarme sobre ella por una hora y ya, cumpliría  con la meta del día. Pulse el botón del tiempo hasta dejarlo en los 60 minutos que requería mi rutina diaria, la banda comenzó a moverse muy suavemente así que eleve un poco la inclinación de la maquina y luego ajuste la velocidad a 7 k/h. Fantástico,  maravilloso, mis pies rodaban por la banda acompasadamente; hombre y maquina sincronizados en un solo movimiento.

Tiempo recorrido: 10 minutos. En la siguiente  hilera de caminadoras, frente a mi, una rubia forrada en una traje de licra pegado al cuerpo como una brillante y sedosa segunda piel se apodero de la maquina comenzando a caminar y al poco tiempo a correr sobre la banda. El dorado cabello humedecido por el sudor caía en cascada sobre sus desnudos hombros y terminaba cubriendo su diminuta cintura que daba paso al nacimiento de dos inflados y redondeados globos simétricos que en constante movimiento subían y bajaban rítmicamente creando un efecto de fijación hipnótica en mi.

Tiempo recorrido: 20 minutos.  A mi diestra se posesionó de la caminadora un señor, muy mayor el, quizás de 70 años o mas, con piel de corteza de árbol milenario y descascarado. Lo mire y me arqueo la espesa y canosa ceja en señal de saludo. Comenzó suave, muy suave pero en cuestión de minutos estaba corriendo sobre la banda a zancadas de perseguido por perros rabiosos. Volví y lo mire para recalcularle la edad pues me parecía imposible; tal vez esté curtido y arrugado por el sol y sea joven, tal vez pensé. Traté de aumentarle un poco la velocidad a mi maquina para no desentonar con el añejo y vital personaje, pero una vocecita interna me advirtió: "cuidado que te falta media hora, deja de hacerte el sobrador". me resistí y seguí a paso de tortuga.

Pero, cuando a mi izquierda se ubicó una señora, rubia y bien tenida ella, también de piel bronceada y en la cincuentena de su vida, que en un abrir y cerrar de ojos presionó botones y movió controles para comenzar a volar sobre la banda, sentí que mi orgullo de hombre latino estaba quedando por el suelo.

Mire el tiempo faltante: 15 minutos, -es poco, puedo aumentar la velocidad-, decidí. Mis pies comenzaron a tratar de llevarle el ritmo a la banda que se deslizaba mucho mas rápido que mis movimientos, no me quedo otra opción que asirme a las barras paralelas de la maquina y aminorar el efecto de la velocidad. El alivio fue momentáneo pues la banda seguía ganándole en velocidad a mis piernas que ya comenzaban a flaquear. Aguanta, aguanta me decía para mis adentros. La señora rubia del lado me miro muy ufana y sonrío.

10 minutos faltantes, el reloj digital de la maquina avanzaba en oposición a la velocidad: entre mas rápido iba, mas lento transcurría el tiempo. 8 minutos, uf!, lento, lentísimo el tiempo. El viejo del otro lado seguía a su ritmo, inmutable, constante, inalterado. Debe de haber nacido, crecido y vivido en la caminadora, es su medio habitual no hay duda.

5 minutos, ya casi cumplo con hora diaria. Sudaba a chorros, respiraba jadeante, el sudor me empañaba los ojos y las gafas, trate de limpiarme la cara pero al intentar soltar la barra sentí que mi cuerpo se balanceaba peligrosamente, desistí de la idea. Al mirar hacia abajo note que un cordón del zapato se había soltado y existía la posibilidad de que en mi errática carrera lo pisara, abrí un poco las piernas para correr evitando el cordón que se bamboleaba para lado y lado sobre la banda como gusano con epilepsia.

2 minutos, 1:59, 1:58 que lento disminuye el conteo y que rápido voy. El cordón saltarín amenaza con dejarse pisar y yo en cabriolas y maromas trato de esquivarlo.

1:30, mantengo el ritmo, sudo, jadeo, aguanto, brinco, salto y evado el cordón.

1:00, me aferro con mas fuerza a las barras paralelas pues ya no siento mis piernas.

0:45, sigo corriendo por inercia, como rodando cuesta abajo en una pendiente, pero aguanto, resisto y me aferro a las barras.

0:30, la maquina comienza a reducir velocidad para bajarle el ritmo al trote pero mi cuerpo y mis piernas siguen aceleradas, no bajan la velocidad, tardan unos segundos en obedecerme.

Descanso,... alivio..., me bebo de un solo sorbo la botella de agua. tiemblo un poco por el esfuerzo, pero respiro satisfecho.

!Que duro es llegar a viejo y mantenerse en forma, mañana será otro día y otra hora, ya veremos!.

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