Diciembre

El doceavo mes del año; el mas esperado, queda reducido a una semana, que luego se minimiza a dos días; 24 y 31. Nada!, 48 horas de las 8,760 que tiene el año. Pero es el mes de los balances, de las promesas, de las añoranzas, de las cuentas retrospectivas, de las reconciliaciones, abrazos, llamadas postergadas, visitas en familia, ademas de rumba y gastos por montones.

Sentarnos a hacer un recuento de lo vivido, termine en balance positivo o negativo siempre nos lleva a tener la esperanza de que el siguiente año será mejor, porque para prometer al calor de unos vinos la mayoría la tenemos grande, así al otro día el dolor de cabeza y la resaca nos impidan acordarnos de lo prometido y jurado.

De jóvenes, solteros, ambiciosos y vitales, prometemos amor eterno abrazando la calidez febril de un joven cuerpo temblando de extasis en nuestros brazos, pero el amor eterno en la juventud dura de tres a cuatro meses, mas tras el desasosiego y dolor por la perdida volvemos a recomenzar en otros brazos y con las mismas promesas. Es una montaña rusa, un sube y baja de emociones que a la larga son parte de nuestro crecimiento, de nuestra experiencia que en un futuro servirán para escoger a la persona adecuada que nos permitirá comenzar una vida en pareja y caminar por el sendero de la vida asido a la mano de alguien que nos dará la posibilidad de formar un hogar con hijos, sueños y esperanzas.

La primera persona con la que tuve esos sueños, caminó a mi lado por veinticinco años, me llevo de la mano por las selvas de Colombia, calles de Miami y Nueva York. Del fruto de ese truncado juvenil amor quedo una hija, el sol de mi vida, la cual vi crecer y convertirse de una niña juguetona y risueña a una mujer casada y con dos bellos hijos. La inmadurez, el gusto y deseo por cuanta mujer se atravesara en mi camino marchitaron esos sueños e ilusiones y me lanzaron a una carrera desbocada de lujuria y placer que terminaron con ese caminar juntos.

Cuarenta y cinco vueltas había dado la tierra al rededor del sol desde mi nacimiento cuando comencé a caminar solo otra vez. Encontré otra mano a la cual asirme y recomenzar el camino. Tomé otro rumbo y esa mano no se soltó de la mía, rodé cuesta abajo y la mano seguía aferrada a la mía, mas cuando toqué fondo la mano me ayudo a levantar, sacudirme el polvo, curar las heridas laceradas y ascender el camino cuesta arriba; lento, escarpado a veces, incierto en momentos, pero con paso firme me guío, avancé, trepé cimas, escalé riscos y llegué a la meta donde los sueños y las promesas se volvieron realidad.

Ahora, al final del año y llegando a la sesentena, el camino es largo todavía, mas sin embargo las metas se han ido cumpliendo. Es otra vida, otra familia; dos bellos hijos la componen mas una valiente y luchadora esposa que entregó su vida y su destino a cambio de un amor incierto y una semilla que germinaba en su vientre.

Quince años han pasado, el balance es muy positivo; mido el triunfo por el monto de mi felicidad, por el inmenso amor que nos tenemos, por la calidad de vida que poseo, por las increíbles “pertenencias” acumuladas que no se pueden comprar con dinero; el resto, lo material me ha llegado en su momento preciso, el universo me ha recompensado.

De Nueva York salí solo con mis cajas de libros, un bebe de cuatro meses y una joven madre asustada e inexperta, pero con la fe puesta en mi, en el amor que le prometía, en lo que le decía: “la fuerza mas poderosa que mueve el mundo es el amor y esa energía la tenemos por montones, así que triunfaremos”.

Siempre dije que mi Patita es un espíritu viejo, un alma milenaria que ha vivido muchas vidas y que ahora se encarnó en esa bella mujer que tengo por esposa. Vino a enseñarme, a estabilizarme, a que mi errante alma tomara un rumbo fijo. Cuantas veces nos habremos encontrado en el pasado, no lo se, pero algo me dice que varias. Y es que en estos quince años, cada que abro los ojos en las mañanas lo primero que veo es su rostro y lo primero que perciben mis sentidos es la tibieza de su cuerpo a mi lado, motivo suficiente para comenzar el día con una sonrisa y un optimismo gigantesco.

De este año que culmina, dos hechos me han parecido increíbles y determinantes para las personas que los vivieron: El compadre Afredo y el primo de mi esposa, David; los dos están viviendo su segunda oportunidad, los dos se nos fueron y volvieron gracias al milagro de la medicina moderna, gracias a la energía positiva de familiares y amigos que oraron y estuvieron a su lado día y noche hasta verlos renacer.

De mis hijos, el mayor, Mateo, salió del “Middle School” para entrar al “High School”; estaba muy nervioso y asustado al principio, pero poco a poco con la invaluable ayuda de su mama que casi todos los días se quedaba con el hasta la media noche estudiando, logró salir adelante venciendo sus temores y superándose en su cometido.

Lukitas, el menor, no se quedo atrás y a la par de Mateo se convirtió en un aventajado estudiante, ademas de ser uno de los mejores jugadores de baloncesto en el equipo de la YMCA a la que pertenece.

En mi trabajo, después de unos cuantos meses difíciles de prueba, logré la estabilidad por la que luchaba y un buen contrato laboral. Maupa Printing, nuestra empresa familiar también reportó buenos dividendos.

En general fue un balance positivo; mi examen medico anual arrojó buenas noticias, estoy saludable, es reconfortante oír eso cuando se han vivido muchos años. Me acuerdo, en Nueva York, una vez con mi Patita nos encontramos con una pitonisa muy acertada que le dijo a mi esposa: “No se preocupe por la edad de su esposo que las cartas me dicen que usted tendrá viejo para rato!”.

Eso espero!.



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