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Mostrando las entradas de febrero, 2015

La profesora de ingles

Fué un instinto animal, una acto salvaje, primitivo, hormonal que ella entendió y aceptó al instante; rodaron por el suelo en una confusión de pieles desnudándose, en un amasijo de piernas y brazos, jadeos, mordiscos y suspiros. Hacia unos cuantos meses la pareja había decidido contratar los servicios de una profesora de ingles que les ayudara con el idioma pues recién habían llegado a Nueva York y necesitaban del idioma para conseguir un mejor trabajo. De todas las candidatas a la esposa le gusto esta pues solo hablaba ingles, con lo cual les exigía a ellos olvidarse del español y comunicarse solo en ingles, ademas era cuarentona casi llegando a los cincuenta y su aspecto desaliñado e informal no inspiraba ningún peligro para la relación. El también estuvo de acuerdo con la escogencia; era alta, de rubio pelo ensortijado que le caía descuidadamente en los blancos hombros. Poseedora de unos Intensos ojos azules enmarcados en unas gafitas redondas que la hacían parecer una intelectua

Los vecinos

El viento sopló de oeste a este, la pareja de ancianos aguzaron la vista escudriñando las ramas del frondoso árbol que, cargado de hojas secas en la estación de otoño comenzó a mecerse suavemente desprendiendo su otoñal pelaje. Perezosamente, al ver caer las secas hojas, los ancianos se incorporaron de su silla y él rastrillo en mano, se dedicó a recoger la hojarasca del césped. Ella, paleaba a una gran bolsa negra los montoncitos de hojas que su marido muy diligentemente había hecho. Impecables, cuidadosos, ordenados, meticulosos la pareja de ancianos tenían tiempo suficiente para mantener la casa reluciente. Estaban jubilados desde hacia unos cuantos años y su principal pasatiempo o entretenimiento era cuidar de la casa; cada 15 días, muy temprano se levantaban a “hacer patio” como llaman por acá a las labores pertinentes al cuidado de las zonas verdes de la casa. Sombrero de paja de ancho vuelo, gafas grandes de protección estilo soldador, guantes de plástico hasta el antebrazo, bo

A los cuarenta

Amaneciste con la edad en la cual entras a la plenitud de la vida; la madurez. En que como una jugosa  fruta tropical, te endulzas, te aromatizas y tu piel, cual mango maduro incita a deleitarse con los cinco sentidos. A tu lado he sido testigo de esta transformación, de como tu cuerpo se moldeó para ser madre, se ensanchó para que nuestros hijos crecieran en ti y se alimentaran de ti y luego salieran a la vida a travez de ti, de como tus pechos se agrandaron para alimentarlos y tus brazos se hicieron fuertes para arrullarlos. Han sido quince años en los cuales pasaste directamente de amante a madre, de madre a esposa y de esposa a ser mi universo, mi todo. De tu mano he recorrido un largo camino, he aprendido a ser compañero, me enseñaste que la fidelidad se gana con respeto, con amor y no con exigencias ni amenazas. A mirar en una sola dirección, a caminar la misma senda y a soñar los mismos sueños. Aprendi a ser un todo contigo y no una parte individual, aprendí a mirarte a los ojo