Los diez a tres mil
Si, volvió y repitió: es una buena oportunidad para que unos cuantos ilegales obtengan documentos directamente de inmigración. Mientras hablaba y gesticulaba, me remonte al momento de conocerla; frisaba los cincuenta, pero como toda buena mulata y caribeña, mantenía sus carnes firmes y su delgada figura bien torneada. Se me había presentado como psíquica, clarividente y adivinadora, un don, que según ella se le había manifestado desde muy niña allá en su natal Santo Domingo, cuando la abuela la llevaba al cementerio a visitar a los muertos y ella, a esa corta edad conversaba con muchos de ellos. Su abuela la consideraba fantasiosa y soñadora, dejándola conversar con sus amigos imaginarios mientras ella le rezaba a su esposo, hasta que un día el abuelo le mandó un mensaje que la dejó fría, pues era algo muy personal, muy de ellos dos y esa niña no tendría por que saberlo. A partir de ahí la miró con otros ojos, le tenia un poco de miedo y mucho respeto, demasiado pues le permitía hace