La traición

El abatido hombre miro la soga colgando del árbol, la apretó entre sus manos y se meció en ella, "aguanta conmigo", dijo para si mismo, "mañana a esta hora ya me habrán encontrado"; una risita de satisfacción y nerviosismo se le dibujó en los resecos labios.

De sangre italiana que lo convertían en un hombre sociable, galán y picaresco. El trato amable y cálido le permitía que rápidamente al conocerlo te tratara como a un viejo amigo dispuesto a hacer cualquier cosa por ti. Y eso hacia desde siempre con su mejor amigo, el irlandés, al que conocía desde la infancia; el que había hecho una fortuna con sus negocios y aun conservaban la amistad, a pesar de que el no había progresado mucho en lo económico. El sitio de encuentro preferido era el gimnasio, donde entre risas, bromas y charlas hacían ejercicios, pesas y aeróbicos para mantenerse, a sus cincuenta en buena forma física.

Ahí la conoció; la vio llegar con sus cortos pantaloncitos de lycra pegados al cuerpo dejando ver sus bien torneadas y bronceadas piernas. Caminaba con soltura, de risa estridente, descomplicada en sus ademanes y hablar suelto. Casi al instante se ofreció a enseñarle las maquinas y el funcionamiento del gimnasio. Desde el principio se convirtió en su entrenador personal y luego en su compañero, su amante y su todo.

"Hay cosas que el dinero no puede comprar", le decía en broma a su amigo el irlandés y le señalaba su gacela, su diva, su musa, su universo. Ella venia y le daba un sonoro beso en la boca que lo hacía henchir el pecho y su orgullo de hombre. Muchas veces en el modesto apartamento donde vivía, después de una intensa noche de placer, murmullos y promesas, el la observaba levantarse de la cama para ir al baño; el cuerpo se le silueteaba en contraluz, el observaba la firmeza de sus carnes, el perfecto contorno de sus caderas y el magnetizante vaivén sus gluteos al caminar desnuda, "Bocatto di Cardinale" decía en silencio, cerraba los ojos y le daba gracias al Creador por ese regalo tan espléndido que la vida le había dado en el otoño de su existencia.

Cuando salían a cenar a buenos sitios, casi siempre por cuenta del irlandés, ella se robaba el show, por lo irreverente, por lo impredecible de sus comportamiento, por sus brios de muchacha loca; el le seguía el juego, le celebraba todo por absurdo que fuera y la abrazaba. El irlandés con su pareja, una elegante mujer cincuentona, delgada y con aires de aristocracia la miraban y se reían, eran mas aplomados, mas acartonados, pero igual el se sentía feliz de ver a su amigo contento con esa loca yegua sin freno.

El irlandés la recogió en su flamante y lujosa camioneta, ella de un brinco quedó sentada con las piernas cruzadas sobre el confortable asiento de cuero y comenzó a cambiar estaciones de radio buscando música rock y muy de moda. Bajó la ventana de la camioneta para permitir que el aire entrara y jugara con su pelo dorado que caprichosamente le cubría el rostro y le hacían resaltar los rojos y carnosos labios que de vez en cuando humedecía con su lengua mirando con ingenua coquetería al irlandés. Este se sonrojaba como un tomate maduro y solo pensaba en lo afortunado que era su amigo el italiano en tener para si una espléndida muchacha como esta.

Pero claro, era simplemente una cita de negocios, ella trabajaba en una oficina de Real Estate y se había ofrecido a mostrarle casas puesto que el andaba en búsqueda de una residencia cerca de la playa. Llevaban viendo casas hace mas de 30 días y el Irlandés, día a día comenzaba a descubrir lo mucho que le agradaba aquella loca muchacha. El trataba en vano de apartarse de ella, negándose a ver casas diariamente, pero una corriente como río embravecido lo arrastraba y no tenia de donde asirse para salirse de ese torbellino que irremediablemente lo iba consumiendo hasta el punto de soñarse con ella muchas veces despertándose agitado, sudoroso y con ganas de verla.

"Hay razones que la razón no entiende" se decía para si mismo el irlandés tratando de justificarse por haberla invitado. Se bajó rápidamente de la camioneta para abrirle la puerta a la loca muchacha que no podía creer conde estaban. El irlandés sabia de sobre que llevándola a ese restaurante en el exclusivo sector de Las Olas en Fort Lauderdale, la rendiría a sus pies y podría hacer con ella lo que quisiera. Ya lo había hecho muchas veces y le había funcionado; una mezcla de poder y dinero, la combinación perfecta para que una mujer aceptara cualquier propuesta. El lo sabia. lo hacia y lo disfrutaba. Al calor de los vinos y la deliciosa comida de mar se fueron distensionando un poco, pero como tenían una cita para ver una casa, salieron del restaurante mas rápido de lo esperado

La tarde estaba calurosa, entraron a ver la casa, que tenia una vista espectacular; era una hermosa villa campestre con una piscina cruzada de tonalidades verde azulosa, refrescante y provocativa enmarcada en una espesa vegetación que invitaba a sumergirse en ella. La chica loca se despojó de su blusa y falda y en ropa interior saltó sorpresivamente a la piscina. El que estaba al borde observando extasiado el panorama recibió un baño de agua y al voltearse enojado, vio ese hermoso cuerpo casi que desnudo nadando debajo del agua en perfecta sincronía con los reflejos que emitía la baldosa azul y las olas del agua que su cuerpo iba dejando al desplazarse. Emergió al borde en el cual se encontraba el y soltó una sonora carcajada. Rojo y enfadado por que la muchacha había arruinado su ropa estaba a punto sacarle en cara su desfachatez; el que se esmeraba en el vestir imecable y que un doblez de mas en el pantalón lo irritaba, elegante siempre, metódico en sus actos y decisiones, la vio salir del agua y del enojo paso al desconcierto, a la admiración y la emoción.

Un estremecimiento, un suave temblor acompañado de una punzada en el bajo vientre indicándole que la sangre había comenzado a irrigarse por las venas de su falo lo pusieron en alerta y  nervioso. Ella lo haló del mojado pantalón y lo invitó a sumergirse con ella un rato. Se levantó un poco mas, vió ese hermoso cuerpo emerger del agua como una diosa, como una bella sirena, el dorado y húmedo cabello enredado en su alegre cara, cubriendole parte de los hombros la hacian ver seductora, el sostén húmedo y sedoso se le pegaba a los blancos y firmes pechos haciendo resaltar la roja y saliente protuberancia en  que remataban. Por unos segundos quedo magnetizado, absorto ante la húmeda, fresca y voluptuosa muchacha que lo invitaba a compartir con el ese rectángulo lleno de agua, lleno de energía, lleno de tentaciones, de pecado y traición. No lo pensó mas, se desvistió torpe y rápidamente, para caer de lleno en la piscina.

La fresca tibieza del agua clorificada lo recibió. Nado bajo del agua hacia el lado opuesto de ella para ganar tiempo y dominar un poco el deseo que sentía de besarla, de abrazarla, de poseerla. Pero ella salió a la superficie al lado de el y comenzó a golpear el gua para salpicarlo, reía y saltaba como una ingenua niña que juega con un amigo de infancia girando en torno a el. Trato de cogerle las manos para evitar el chapoteo y se entrelazaron en un jugueteo, en un forcejeo que terminó por abrazarlos, quedaron muy juntos, con los rostros cerca, cerquisima que alcanzaron a rozar sus mejillas, sus labios. El no pudo mas, se estaba cocinando vivo, busco sus goteantes y carnosos labios y los beso, los mordisqueo, los saboreo.

Se hundieron en el agua, se hundieron en sus cuerpos, se desbordaron, en desorden se tocaban, se entrelazaban, el en un arrebato primigenio de copulación la volteo y a tientas la penetró por detrás. Esa sensación de su miembro en el agua fría contrastó con la ardiente humedad de ella al penetrarla, se le escapó un suspiro ahogado, un grito, se sujetó de ella, del borde de la piscina, fue rápido, breve, no se pudo contener, se sacudió y explotó abrazándola, sellando en ese orgasmo el fatídico destino que se les avecinaba. 

En el gimnasio, el italiano lo esperaba contento, se le había cumplido su sueño: irse de vacaciones para Europa con ella por tres semanas, por fin había conseguido el dinero y el permiso en el trabajo para tan anhelado momento. Generalmente era un tipo alegre y extrovertido, esta vez estaba excitado, desbordante de emociones y le decía a su amigo que lo pellizcara para no creer que estaba sonando. El irlandés lo felicitó y se dedicó de lleno a hacer sus ejercicios. La muchacha no se presentó ese día para hacer sus entrenamiento habitual.

La semana se fue rápido; no tuvo tiempo de ir por el gimnasio para su rutina diaria de ejercicios, estaba muy ocupado con los preparativos del viaje, quería adelantarse y darle la sorpresa de tenerlo todo listo, pues ella siempre lo criticaba por lo descuidado en sus cosas. Tampoco la llamo de seguido para tener tiempo de organizar el viaje. Partían el Domingo; ese viernes en la noche la llamo desde temprano, le contestó con evasivas y disculpas, quedaron de verse en la noche, no noto el cambio en su voz, la sequedad de sus respuestas, la emoción lo embriagaba y anulaba la realidad.

A eso de las 10: 30 de la noche, en vista de que ella no llegaba a la cita ni respondía al teléfono, decidió ir a su apartamento y ver que estaba pasando. Temió un accidente, o que estuviera enferma, o tal vez el celular se quedo sin batería, o donde estaba no había señal, o no se, no sabia, tenia dudas, dudas normales, nada grave, pensó mientras conducía. llego al apartamento, pero no la encontró, esta vez si le entró un nerviosismo de que algo le pudiera haber pasada. Llamo a su amigo pero este tampoco contesto, el irlandés apagaba el celular en las noches para dormir tranquilo, el lo sabia y por eso decidió acercarse hasta su casa y despertarlo para que le ayudara a pensar y localizar a su muchacha, a su universo, a su todo.

Llego donde el irlandés, se bajo del carro y rodeo la casa para entrar por el patio y acceder directamente a la parte trasera como siempre lo hacia; al pasar por el lado de la casa, justo por el cuarto principal vio luz y agradeció que su amigo estuviera despierto, levanto la mano para tocar la ventana con los nudillos para alertarlo de que había llegado. Al mirar por entre las persianas observo a su amigo desnudo en una posición un poco extraña, estaba como arrodillado en el piso y se movía compulsivamente, opto por no tocar y moverse un poco para divisar mejor a su amigo desde otro ángulo.

Volvió y sopeso la cuerda entre sus manos, se apuro otro trago de vodka para tratar de borrar la imagen de la noche anterior de su mente, de su memoria, de su vida; pero esta escena iba y venia repetidamente como una daga clavándose en el corazón, desangrando su existencia. Matándolo de a poquitos; “y para vivir así, es mejor no vivir”.

Se subió al banquillo que había colocado cerca del árbol justo bajo la soga y la colocó alrededor de su cuello, un escalofrío lo recorrió todo. Tembló descontroladamente, estuvo a punto de caerse del banquillo, se asusto y se paro con firmeza. “Nó” se dijo, la ultima decisión la tomo yo, no un accidente involuntario. Miro su ropa; lucia la camisa blanca de lino con la que pensaba viajar y los pantalones de tela cruda, se despojó de las sandalias; dicen que los ahorcados lo primero que botan son los zapatos en el forcejeo por no dejar escapar el ultimo aliento de vida.

Miro al alrededor, era la ultima visión que iba a tener del mundo, Trato de imaginar la reacción del par de traidores; pero solo le llegaba la imagen del sudoroso rostro de su loca muchacha, toda despeinada debajo del corpulento cuerpo de su "amigo" gimiendo de placer. Falsos, desleales, como podían haber cometido semejante felonía, sin pensar en las consecuencias, en su amistad, en el respeto por el, los que no merecían vivir eran ellos, pero no se iba a involucrar en un asesinato, aunque lo había pensado, lo había deseado, pero igual su dolor seguiría por siempre y la imagen de ella también.

Lo mejor era esto, irse de este mundo, no había razón para vivir, no había motivo para levantarse en las mañanas y dar gracias al creador por un nuevo día por que cuando se pierden las ilusiones, cuando se anulan los deseos, la llamita de la esperanza se paga y con ella la vida. Ya estaba decidido, había sacado toda la ropa de ella, todas sus pertenencias, sus fotos y hasta la comida dietética que guardaba en la nevera y la había arrojado a la basura. Trato de apilarla en el centro del patio y quemarla, prenderle fuego y consumirla en llamas, pero temió que el humo alertara a los vecinos y llamaran a la policía.

Volvió y se concentró en sus últimos actos: cogería rápidamente el banquillo con los pies y lo arrojaría lejos para así quedar colgando. Tenia que ser muy rápido antes de que comenzara la agonía, la asfixia y le diera por arrepentirse. Fue corriendo los descalzos y sudorosos pies muy lentamente hacia el borde del banquillo para poder asirlo con los dedos y arrojarlo lo mas lejos posible, quiso mirar sus pies pero la gruesa soga que rodeaba su cuello se lo impidió, se resigno a mirar hacia arriba, el cielo estaba azuloso, unas cuantas nubes blancas formaban figuras extrañas, se acordó de niño en su natal Italia, cuando con sus primos jugaban a descubrir animales en el cielo cargado de nubes que iban pasando arrastradas por el viento como en un carrusel de blancas y algodonosas imágenes.

Tiro el banquillo y se desplomó, la presión de la soga con el peso de su cuerpo lo atraganto, quiso toser y no pudo, trato de mover los pies como en una imaginaria escalera que lo subiría y le aflojaría la presión de la soga; inútil, el pataleo le apretaba mas la soga, la sangre comenzó a acumularsele el la cabeza, un dolor agudo en la cabeza lo invadió, subió las frías manos para tratar de agarrar la soga y subir por ella; imposible, sus manos resbalaban por la soga, sintió frío, sudor, agonía, los estertores de la muerte lo poseyeron y convulsionó, sus ojos solo veían el cielo, las nubes y entre las nubes vio la forma de una mano que lo llamaba, que le extendía los etéreos dedos llamándolo, la forma nebulosa pareció acercarse a el, extendió las manos nuevamente hacia el cielo aferrandose de la nada, los agrandados y enrojecidos ojos vieron por ultima vez la nube que lo envolvía y en ese momento se cerraron para siempre.







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