La profesora de ingles

Fué un instinto animal, una acto salvaje, primitivo, hormonal que ella entendió y aceptó al instante; rodaron por el suelo en una confusión de pieles desnudándose, en un amasijo de piernas y brazos, jadeos, mordiscos y suspiros.

Hacia unos cuantos meses la pareja había decidido contratar los servicios de una profesora de ingles que les ayudara con el idioma pues recién habían llegado a Nueva York y necesitaban del idioma para conseguir un mejor trabajo. De todas las candidatas a la esposa le gusto esta pues solo hablaba ingles, con lo cual les exigía a ellos olvidarse del español y comunicarse solo en ingles, ademas era cuarentona casi llegando a los cincuenta y su aspecto desaliñado e informal no inspiraba ningún peligro para la relación. El también estuvo de acuerdo con la escogencia; era alta, de rubio pelo ensortijado que le caía descuidadamente en los blancos hombros. Poseedora de unos Intensos ojos azules enmarcados en unas gafitas redondas que la hacían parecer una intelectual. Su informal vestimenta de jeans rotos y desgastados le daban un aire de hippie de los sesentas.

Acordaron verse los domingos en el apartamento de ellos en las mañanas y recibir dos horas de clase. La profesora, a pesar de ser muy distraída, se mostraba profesional y con preguntas y respuestas les fue enseñando los fundamentos basicos del idioma.

El adivinaba que debajo de esos desgastados jeans debían de haber unas bien torneadas y blancas piernas que de solo imaginarlo le producían un cosquilleo en la parte baja del vientre; pensamiento que rápidamente alejaba de su mente pues lo desconcertaba de la clase.

Aquel domingo en que la profesora se apareció con la blusita negra de encaje, hombros destapados y un desabotonado escote que mostraban el níveo nacimiento de esas blancas palomas que tenia por pechos, el esposo no tuvo concentración en la clase. Su imaginación iba y venia por esas blancas redondeces que al ritmo de su respiración temblaban y lo hacían estremecerse de excitación.

Cada domingo era un tormento, cada domingo por dos horas su imaginación volaba, su imaginación subía ondulante por esos muslos y sentía la textura de su piel, la tibieza de su vientre y la dorada vellosidad de su sexo. El hombre se estaba quemando vivo, consumiendo en una pasión imposible, en un deseo inalcanzable, era un tormento insufrible.

La esposa en cambio disfrutaba de las clases, aprendía cada día mas; las dos reían y conversaban de muchos temas. Al despedirse se daban un abrazo y un beso en la mejilla, pero el era incapaz de tan solo darle la mano pues sudaba frío y le hervía la sangre al mismo tiempo en un sube y baja de emociones imposibles de aguantar.

Aquel domingo en especial le había tocado ir a recibir la clase en el apartamento de ella, su pareja se había quedado porque tenia un poco de dolor de cabeza. La profesora con el pelo suelto cayéndole en cascada de oro por los desnudos hombros, aun con gotitas de agua de la ducha abrió la puerta y la invito a sentarse en la sala mientras terminaba de vestirse. Salió nuevamente del cuarto y al darse el abrazo de recibimiento, sus mejillas se rozaron y sus miradas se cruzaron; fue un instante eterno en que la intensidad de esos ojos azules hicieron que perdiera el control y se incendiaran en un beso, en un mordisco, en un arrebato, en un fogonazo que las arrojó al suelo, que las desvistió, que las fusionó en una sola sombra y entre jadeos, suspiros y quejidos, se desgranaron en un intenso climax.

"Sorry", le dijo la profesora vistiendose apresuradamente, "I don’t know how this happened".

 "I just want one thing", le suplicó ella ruborizada en el limitado ingles que había aprendido: "I don’t want my husband to know about this".

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