Entradas

Mostrando las entradas de enero, 2014

Aquella madrugada

“Cierre mi mano piadosa tus ojos de blanco sueño, y empape suave beleño tus lágrimas de dolor. Yo calmaré tu quebranto y tus dolientes gemidos, apagando los latidos de tu herido corazón”. José de Espronceda (España, 1908-1842) Esa madrugada en particular se había levantado muy temprano; dio muchas vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño pero le fue imposible. El calor húmedo y pegajoso mas el repetitivo ronroneo del ventilador lo exasperaban, lo desvelaban e intranquilizaban. En la noche, en la duermevela del silencio, al voltear el cuerpo buscando acomodo para sus dolencias rozó el de su esposa; abrió los ojos y delineo en la penumbra su contorno: se había engordado demasiado, yacía plácidamente en la cama con su bata de dormir enrollada hasta la cintura en una posición fetal que le dejaba al descubierto su descuidada y abultada figura. Habían pasado los años; de los últimos rescoldos de la llama de la juvenil pasión que los unió solo quedaban unas cenizas que el tedio se ha