9/11

Ya había llegado a la redacción del periódico, un edificio situado en un suburbio de Queens llamado Woodside. Las oficinas estaban en el segundo piso, cuya ventana dibujaba una impresionante postal del bajo Manhattan, mostrando la imagen sobrecargada de rascacielos y construcciones monumentales que, desde acá, parecía no había lugar ni para las calles; de estos edificios sobresalían los "Gemelos", que semejaban las dos piernas de un gigante clavadas en la tierra cuyo cuerpo se perdiera arriba en el infinito cielo cubierto de nubes.

Las oficinas de periódico se componían de tres cuartos; el primero era la recepción, el segundo la sala de redacción y el tercero la oficina del "publisher". Estábamos en mi oficina con el editor y el jefe de redacción opinando sobre los sucesos deportivos del día anterior cuando oímos por televisión que una pequeña avioneta se había estrellado accidentalmente contra la torre norte del "World Trade center". Nos asomamos inmediatamente a la ventana y pudimos observar como un pequeño hilo de humo negro salia de la cara sur de la torre. El cielo estaba azuloso y despejado y el pequeño hilo de humo negro semejaba un clavo que se hubiera hendido en un lienzo y comenzara poco a poco a rasgarlo, dejando entrever el negro fondo del cuadro.

Reaccionamos sorprendidos, mas no asustados, las torres son altas. algún aprendiz de piloto pudo haber fallado con los controles y provocar un accidente fatal, pensábamos y concluíamos todos al mismo tiempo. No habíamos terminado de comentar la funesta noticia e íbamos para la segunda taza de café cuando de nuevo los canales de televisión anunciaron, esta vez con mas dramatismo, el segundo impacto en la torre sur.

Impresionante, aterrador, dos fatales accidentes tan seguidos?, nos preguntamos todos ya instalados nuevamente frente a la magnifica vista panorámica que nos mostraba la ventana, vimos como el azuloso y despejado cielo de Manhattan; la postal de la "Gran Manzana" comenzaba su viraje de 180 grados a una escena dantesca, el humo gris se torno negro y se apodero del firmamento, de las ventanas de las fallecidas torres comenzaron a brotar llamaradas incandescentes de fuego que crepitaban y se agigantaban a medida que rompían vidrios y estrangulaban las indefensas y mortalmente heridas torres.

Atónitos y estupefactos quedamos todos parados frente a la ventana, congelados, enmudecidos ante el holocausto, el caos reinaba tanto en la imagen que nuestras retinas agrandadas procesaban como en los noticieros que no sabían que pasaba; del accidente de avionetas pasaron a bombas o misiles y por ultimo a la impactante y aterradora verdad: ataque suicida usando como misiles dos aviones comerciales secuestrados y desviados de sus rutas originales, llenos de inocentes pasajeros. Luego dos mas uno en el Pentágono y otro derrumbado en Pensilvania.

Sentimos que la seguridad y estabilidad que nos brindaba este país se desmoronaba, desaparecía bajo los pies, de lo que veníamos huyendo en nuestros países, del inclemente terrorismo, del salvajismo de la guerrilla, de la delincuencia que nos perseguía hasta en sueños, se había materializado y la teníamos frente a nuestros ojos.

"Comenzó el apocalipsis" dijo el redactor que era muy dado a temas esotéricos, "han herido la democracia de muerte" dijo el editor de noticias. En las dos horas siguientes, previas al colapso de las torres vimos como, cual gigantesco fósforo la cabeza de las torres ardía, se consumía, chisporreteaba y perdía estabilidad. La gente que estaba en las torres, desesperada en un ultimo y agónico esfuerzo de salvación se lanzaban al vacío tratando de caer en las redes de lona que los bomberos habían tendido en las calles alrededor de los moribundos edificios. A las dos horas del impacto las colosales torres sucumbieron ante la gravedad de sus heridas. Colapsaron, llevándose en su mortal descenso a mas de 3.000 personas a una colectiva tumba debajo de las torres.

El estruendo de la caída, como una hecatombe de truenos acalló las voces y comezaron a rodar lágrimas por nuestras mejillas, el dolor, la rabia, la frustración, el sentimiento de impotencia que genera un acto de esta magnitud nos embargaba, no sabíamos que decir. Luego el cielo de Manhattan se oscureció, el humo y la polvareda que produjo el derrumbe se levanto kilómetros hacia arriba y los lados del gigantesco montículo de escombros, hierros retorcidos y lamentos humanos como un enorme hongo de explosión nuclear con proporciones apocalípticas.

El mundo cambió para siempre, los terroristas partieron en dos la historia moderna, "antes del 9/11 y después del 9/11". La economía de Norteamericana se tambaleo, la guerra comenzó y este es el momento en que ni la economía se ha recuperado ni la guerra se ha ganado.

El redactor de noticias saco de su archivo un librito y nos leyó dos párrafos de las profecías de Nostradamus:

"En el año del nuevo siglo y nueve meses

Del cielo vendrá un gran rey de terror

El cielo quemará a cuarenta y cinco grados

Fuego alcanzará la gran nueva ciudad

En la ciudad de Dios habrá un gran colapso,

Dos hermanos gemelos se separarán por el caos

Mientras la fortaleza resiste el gran líder sucumbirá

la tercera gran guerra comenzará cuando la gran ciudad esté en llamas"


                                                                               Michel de Nostradamus

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