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Mostrando las entradas de noviembre, 2012

Un buen corazón

La razón -amigo mío- sí, sólo la razón debe advertirnos que perjudicar a nuestros semejantes no puede jamás hacernos felices, y nuestro corazón, que contribuir a su felicidad es lo mas grande que la naturaleza nos haya dado en la tierra. Toda moral humana se encierra en esta sola frase: hacer a los demás tan felices como uno mismo desea serlo, y no causarles nunca un mal que no quisiéramos recibir. Estos son, amigo mío, estos son los únicos principios que debemos seguir y no hay necesidad de religión ni de dios para apreciarlos y admitirlos: Sólo se necesita un buen corazón. Marques de Sade, del libro: "Diálogo entre un sacerdote y un moribundo". Fue un buen amigo, me dijo la prima señalando el cuerpo sin vida de nuestro desafortunado amigo. "Noooo" , respondió la tía de mi esposa. "Como se les ocurre decir eso, era gay y para completar ateo, no iba a misa, no creía en Dios, por algo se murió" . sentenció con sus habituales comentarios ponzoñosos y vene

Viene a matarme (Cuento breve)

"Viene a matarme"' le dijo la asustada mujer a su interlocutora  "Ridícula" le contesto, "como se te ocurre decir semejante disparate, si fue tu marido". La mujer guardo silencio (cosa que nunca hacia) y se sumió en sus pensamientos. A su memoria acudió aquella lluviosa noche de diciembre, muchos años atrás, cuando llevaban poco más de un año de casados, en que él llegó pasado de tragos y sin motivo alguno la halo del pelo acercándola violentamente a su cara para decirle: "aun esta caliente, mirálo!, todavía esta humeante!, no me tembló la mano para usarlo y no me temblará para lo que sea!, así que mucho cuidado que a mi el que me la hace me la paga y doble!" . Ella aun sentía el aliento a rancio licor y el olor a pólvora del revolver que su marido le había mostrado aquella vez. Miro de nuevo a su interlocutora: "tu no sabes como es el", le dijo. En su cabeza iban y venían trozos de malos recuerdos, temores y angustias que vivie

La fe perdida

Los siete muchachos encaramados en la tarima del auditorio cantaban y tocaban sus instrumentos con los ojos cerrados, como en éxtasis; estaban entonando alabanzas, eran cánticos religiosos enfocados a fomentar la fe y sus creencias religiosas. En frente de ellos, los feligreses, levantaban las manos y, también con los ojos cerrados coreaban las canciones, moviendo sus cuerpos rítmicamente al compás de la música. Al abrir la puerta del recinto y encontrarme de frente con esta imagen, me detuve, pare en seco, trate de retroceder y salir inmediatamente de allí; un apretón de manos de mi mujer me detuvo, giré la cabeza y al verla leí en sus apremiantes ojos una suplica y un "me lo prometiste" . Unos meses atrás, me había soltado la pregunta a quemarropa: ¿"Que vamos a hacer con nuestros hijos"?, "Hacer qué con ellos" le pregunté. "Viste los hijos de Orlando, tan educaditos y los de Fernando, juiciosos, calladitos, sus papas los llevan a misa todos los dom