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Mostrando las entradas de octubre, 2011

Morir en un ascensor

De pronto se apago la luz y el ascensor cayó al vacío. Quede a oscuras tirado en el piso. Por mi mente cruzo un revelador y fatal pensamiento: "de modo que esta es la forma en que voy a morir, atrapado en un ascensor!". Era un lunes y estaba retrasado, tenia que llegar antes de las 4:30 de la madrugada a el desaparecido "World Trade Center". Estacionarme abajo de las torres gemelas para repartir en periódico "The New York Times" y terminar antes de las 6 a. m. que comenzaban las regulaciones de transito en el bajo Manhattan. El domingo anterior habíamos estado en el "Flushing Meadow Park" . Un inmenso pulmón verde situado en el condado de "Queens" que había sido tomado por la comunidad hispana para sus ratos de esparcimiento y festividades patrias. Sus amplias zonas verdes estaban convertidas en canchas de fútbol "soccer" , donde semanalmente se hacían torneos con ligas locales y con equipos representado a las nacion

Un gringo colombiano (de la época del hotel)

"¿Que escribimos aquí en las referencias de trabajo?" "Coloquen que han trabajado en New York en hoteles, estos gringos no verifican nada". Las que preguntaban eran mi hermana Ximena y Patita mi esposa, cuando recién llegábamos a la Florida. Con un hijo a cuestas y sin trabajo comenzábamos el peregrinaje de puerta en puerta buscando empleo. El que les respondía era mi hermano Vicente que las estaba acompañado a la entrevista para servirles de traductor. Habíamos llegado de New York y como inmigrantes recién desempacados buscábamos trabajo en lo que resultara para poder sobrevivir y mantenernos. La entrevista del hotel la obtuvieron gracias a un aviso desplegado en un costado del hotel que se veia desde la autopista interestatal I-95 que decía: "NOW HIRING" . A la cita llegaron pues los tres y la persona que los atendió era el gerente del hotel, un gringo en sus treinta abriles, de mediana estatura, robusto, blanco de ojos azules, atento y jovial llamad

La casona de mi abuela en San Nicolás

De la época en que Jorge Eliecer Gaitan en la plazoleta del barrio San Nicolás lanzaba sus encendidos y populistas discursos data la casa de mi abuela, tal vez de mucho antes. Situada en medio de la cuadra, frente al parque de San Nicolás, cuando este era un laberinto de pasadizos cubiertos de espesa vegetación que conducían al centro de la plaza, donde, imponente como un gigante se alzaba una enorme ceiba que con sus brazos protectores cubría y sombreaba el epicentro del mismo. Vivía en la ceiba un viejo oso perezoso que permanecía adormilado casi todo el tiempo colgado de las ramas, sus patas y manos, de tres uñas largas y aceradas le daban un aspecto feroz, pero era inofensivo, nos gustaba despertarlo tocándolo con una rama larga, para luego salir corriendo a escondernos detrás de los arbustos a reirnos de la travesura. Los "emboladores" , una especie extinguida por las afugias y prisas de la vida, que se la pasaban todo el día en el parque, cada uno adueñado de una banc

Y Cali ardió

Estábamos rodeados! La policía se acercaba rápidamente cerrando el circulo. En cuestión de minutos caeríamos. "El 26 de febrero prendimos la ciudad de la quince para arriba, la tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se me olvida. Que di piedra y me contestaron con metralleta." "El atravesado, Andrés Caicedo" Lograron entrar burlando el cerco de vigilancia en la portería del colegio Santa Librada de Cali. Cuatro muchachos y tres muchachas, todos de la Universidad del Valle. Se distribuyeron tomando cada uno un salón de clases de sexto grado con arengas y gritos de protesta contra el régimen opresivo que imperaba en el país. Los de sexto grado salieron repitiendo a coro las arengas, recogiendo cuanta piedra, palo o ladrillo encontraran a su paso. Pasaron a los de quinto grado y fueron llegando hasta el primer grado, quedando todos en los pasillos y patios del recinto. Ya en el patio, y

Los "Muchachos" del Caquetá

Salieron de la nada, eran unos 15 o 20 hombres armados. "Desmonten de sus caballos y se tienden en el suelo boca abajo señores!" , vocifero uno de ellos. Corría el año 1.980 y estábamos pasando una temporada en la finca de mi ex-suegro. Llevábamos ocho meses y aun no me habituaba a las duras faenas del campo. De madrugada, a las cuatro se levantaba doña Aura, mi ex suegra una mujer de carácter fuerte y don de mando, que manejaba el hato con mano férrea, daba ordenes y controlaba capataces, jefes de cuadrilla, obreros rasos y temporales con la misma voluntad y dominio que llevaba su hogar. De facciones aindiadas y recias, piel trigueña, pelo negro lacio, robusta e incansable en sus labores. Don Serafín, su esposo, no se quedaba atrás, apacible en su comportamiento pero estricto y justo en su trabajo, llevaba todas las cuentas en su cabeza. Habían salido muchos años atrás huyendo de la violencia de los "Godos" contra los "Liberales" en su natal Sale

El lunar en la espalda

"Usted ya conoció su alma gemela y la dejó ir" "¿Cómo, quien era?" "No se, aquí no aparecen los nombres, pero la vida le dará una segunda oportunidad, no la deje escapar como la anterior" "¿ Y como la reconoceré?" "Por un lunar en la espalda, como el que tenia la anterior, una mancha de piel un poco mas oscura". Esas palabras me las decía una psicóloga y psíquica brasileña que había conocido en El Bronx mientras sostenía mi mano en busca de mas indicios o señas que, grabados en la misma me indicaran el futuro. Su voz se fue alejando mientras me iba remontando al pasado a tiempos idos, lejanos, olvidados en algún polvoriento lugar de mi memoria. De un amarillento color sepia la imagen fue coloreandose de a poquitos mientras, a medida que sus tonalidades se iban acentuando, reverdeciendo como un paisaje de invierno floreciendo en primavera, fue cobrando vida una escena de despedida en el aeropuerto de Miami, unos "te quiero"